Le Mans cambia de ritmo y de relato

El vínculo de Lemans con el mundo del motor es casi genético. Desde que en 1923 el Circuito de la Sarthe comenzase a albergar la carrera de resistencia más prestigiosa y antigua del mundo, pocos pueden escuchar el nombre de la ciudad sin que a su cabeza acuda «Las 24 horas» a modo de prefijo. Antes de acoger la famosa prueba, en 1906 los fundadores del Automobile Club de l’Ouest (ACO) ya habían elegido Lemans como sede. Durante el último siglo y medio su economía ha estado ligada a la industria del motor. La ciudad no solo aloja una de las fábricas históricas de Renault, sino que también ha desarrollado todo un ecosistema de formación y conocimiento técnico enfocado a este sector. El Institut Automobile du Mans es solo una muestra. Pero en los últimos años, Lemans está cambiando su relato urbano. De los atascos y las calles repletas de coches aparcados quiere pasar a una movilidad más suave, donde ciclistas y viandantes marquen el ritmo. El desafío no es sencillo, más en una ciudad tan arraigada a las cuatro ruedas. Requiere de un gran cambio estructural, además de un cambio de chip de la propia ciudadanía. El corazón de esta metamorfosis es el proyecto Le Mans Métropole–Chronovélo, impulsado por Le Mans Métropole. Se trata de una red ciclista de cerca de 300 km de itinerarios seguros, que conecta 19 comunas del área metropolitana, y cuyo objetivo final es cambiar la jerarquía en la calle, otorgando a ciclistas y peatones el protagonismo del que antes disponían los coches. Chronovélo se estructura en tres capas: Armature, compuesta por los grandes ejes que unen los puntos clave de la ciudad (universidad, zonas comerciales, estación…); Connexion, rutas secundarias que conectan barrios y comunas con estos grandes ejes, y Maillage, las vías que facilitan la conexión dentro de los barrios y que permiten acceder a los servicios y equipamientos de proximidad (escuelas, centros médicos…). La idea inicial es que, una vez completada la red, la mayoría de la población y de los empleos del área metropolitana estén a menos de cinco minutos de un tramo de esta red. [caption id="attachment_325900" align="alignnone" width="683"] Al casco antiguo de la ciudad se le conoce como Cité Plantagenêt, en honor a la dinastía del mismo nombre a la que perteneció Enrique II, nacido en Le Mans y quien posteriormente se coronaría como rey de Inglaterra. Con la catedral de Saint Julien y el entramado de calles con las fachadas de pilares de madera coloridos, el de Le Mans es uno de los centros históricos mejor conservados de Francia, de ahí que suela ser el escenario preferido por los cineastas que desean ambientar sus películas en el París medieval, como ocurrió con Cyrano de Bergerac, Le Bossu o La Reine Margot.[/caption] Pero la revolución ciclista no acaba en los límites del municipio. En el departamento de la Sarthe, al que pertenece Le Mans, una nueva voie verte conectará La Suze-sur-Sarthe con La Flèche, siguiendo antiguos trazados ferroviarios. Cuando el proyecto esté terminado, la vía verde sumará casi 30 kilómetros, uniendo pueblos, campos y márgenes del río Sarthe sin necesidad de coche. Tiempo y espacio para el arte La transformación de Le Mans no ocurre solo en el asfalto, también se ve en sus paredes. En los últimos años, la ciudad ha apostado por el arte urbano como lenguaje público: murales, grafitis y obras efímeras trufan fachadas y túneles del centro y de la periferia. Plein Champ, el festival de street art que se organiza cada verano en la ciudad, se ha consolidado como un laboratorio creativo a cielo abierto. Decenas de artistas locales e internacionales convierten muros industriales y espacios en desuso en obras de arte a pie de calle. También durante los meses de verano, cuando cae la noche, Le Mans celebra La Nuit des Chimères, un espectáculo de luz y proyecciones que convierte el casco antiguo en un escenario de fantasía. Las fachadas medievales de la Cité Plantagenêt, así como la muralla romana, la catedral o las copas de los árboles de las calles, se transforman en lienzos. El objetivo, que no haya prisas, que no haya coches: solo pasos, sombras e imágenes con las toparse. Tanto las proyecciones como los murales no buscan maquillar la ciudad, sino transformar la percepción del espacio, igual que la bici transforma la forma de recorrerlo. La filosofía que subyace en ambos casos es la misma: reapropiarse de la ciudad. Pisar el asfalto con otro ritmo, mirarlo con otros ojos.