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Los hijos de Johan (que nunca llegó a conocer)

Barrenderos de tu ciudad dando las gracias a El Flaco por haberles influido tanto en su forma de barrer más artística.

Panaderos de pueblo lanzando odas de alabanza por ese salir y disfrutar del holandés, que cada 5:00 de la mañana les mueve a levantarse de la cama y salir a la palestra.

Pastorcillos con su humilde zurrón, alabando al holandés, por la gran influencia que no dejó en el medio rural.

Hombres del Tiempo y maquinistas de la Línea 1 que reventaron la zona de confort, tatuándose la cara de Cruyff en la clavícula.

Gracias, Cristóbal Colón por señalarme el buen camino. Muchas gracias, Carlos I de España y V de Alemania por enseñarme todo lo que debía saber. Thanks, Toro Sentado por no dejarme caer. Parabéns, Medio Hombre por creer en mí (a pesar de que eras ciego y cojo): elige tu mito y dale las gracias al azar.

 

A Johan Cruyff le han salido 8.000 Hijos que lloran su pérdida, 8.000 primos lejanos y tías del pueblo que aclaman e invocan su nombre y legado por siempre.

A las 9 de la mañana, imagínese: buenos currantes llegando a su PYME con cartulinas blaugranas empapelando las paredes de sus despachos con frases culés, y medianas empresas haciendo silencios sepulcrales en el minuto 14, aplaudiendo sin parar por el mito blaugrana.

Grupos de chicos mayores, grupos de chavales ya mayorcitos, haciendo una foto a uno de esos Chupa-Chups gigantes y mandándolas “al grupo” en honor a Johann Cruyff.

También farmacéuticos interesados en el hockey mencionando al genio neerlandés en sus redes sociales con todo tipo de hashtags, como gran fuente de creatividad y de educación, como modelo vital (a pesar de no haber coincidido ni compartido palabra con el 14, ni mucho cantar un gol al sol).

Pero no pasa nada. Mandamos flores. Hacemos poemas. Compramos pósters en color sepia de Cruyff, porque gracias a él mandamos a pasear a nuestras directivas, como hacía él. Porque gracias a él somos más rebeldes, siguiendo sus enseñanzas. Porque gracias a él decimos que no a una Presidencia de Honor o soñamos con levantar Balones de Oro.

Como él. Como él. Como él.

O gracias a él nos sentamos a un lado del sillón, o nos sacamos un moco, o carraspeamos en público. O pasamos de la primavera casi al invierno, en unas horas. O nos emocionamos con el color verde de La Sexta o la musiquita del Plus.

Pero no pasa nada mientras alcancemos la felicidad. Mucho más digno, por supuesto, que cuando obliga Telecinco a un reportero a regalar una tarta de cumpleaños a un defensa que cumple los 30. Cruyff, Cruyff, Cruyff.

Que cada uno elija el héroe al que quiera rezar, al que quiera invocar, al que le llene de ‘inspiración feliz’: yo me quedo con San Antonio, patrón de las yayas con pintalabios y causas perdidas.

Y lejos de censurar, que cada uno aúpe y mencione a quien quiera dar las gracias, que cada uno se emocione con su héroe particular que le dio en la realidad o ficción, la imaginación que todos necesitamos.

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