El 11-S llenó EEUU de héroes. Mujeres y hombres que no dudaron en poner su vida en riesgo por ayudar a salvar a otras personas. Todos los vieron y los medios hablaron de su valor y su coraje hasta la saciedad. Pero ¿qué pasa con esos mexicanos que viven a miles de kilómetros de su hogar y todos los días limpian cristales a 100 metros del suelo para enviar unos dólares a su familia? ¿Acaso no son héroes también? O, quizá, es que son superhéroes con un poder que, en este caso, nada les beneficia: la invisibilidad.
La alabanza constante a los héroes del 11-S hizo a la fotógrafa Dulce Pinzón descubrir a los superhéroes que había bajo el uniforme de trabajo de muchos inmigrantes mexicanos. “Después del 9-11 vi toda la atención que los medios estaban prestando a las personas que ayudaban a reconstruir Nueva York pero se olvidaban de los más invisibles: los inmigrantes”, cuenta la fotógrafa mexicana.
“En ese momento yo estaba trabajando en un sindicato y vi la necesidad de reconocer la labor y los logros de los inmigrantes latinos que no sólo trabajan, pagan impuestos y ocupan los peores empleos, sino que, además, se las arreglan para enviar dinero a sus comunidades”, enfatiza.
En 2005 hizo la primera foto de este proyecto con cartel de reclamo social. Hace dos meses ha hecho la última de una serie que aún no se ha marcado un final. “Me inspiré por el trabajo que estaba haciendo en ese momento y por el renacimiento del concepto de superhéroe. Un día que estaba visitando a mi familia en México vi el disfraz de Spiderman en un mercado y en ese momento me llegó todo el concepto”.
Entonces empezó a preguntar a algunos de sus alumnos si querían disfrazarse de superhéroes para hacer lo que hacían todos los días. También consultó a algunos de los trabajadores que había ayudado a mejorar sus condiciones laborales y otros aparecieron “a lo largo de los años y por el destino”, dice. Pinzón hacía las fotos y, después, los inmigrantes volvían a ponerse sus trajes de invisibles.
Dulce Pinzón comenzó la serie cuando residía en Nueva York. Ahora vive en México. Pero la serie sigue. Y el reclamo también.
Elisabeth y Erique Alonso, del Estado de Puebla, trabajan como camareros en Nueva York y envían 400 dólares a su familia a la semana.
José Rosendo, de Jesús (estado de Guerrero), trabaja en un sindicato de Nueva York y envía a México 700 dólares al mes.
María Luisa Romero, originaria del Estado de Puebla, es empleada de una lavandería en Brooklyn (Nueva York). Manda 150 dólares a la semana.
Ernesto Méndez procede de México DF y trabaja como sexoservidor en Times Square (Nueva York). Envía 200 dólares a la semana.
Paulino Cardozo es originario del Estado de Guerrero y trabaja como cargador en Nueva York. Manda 300 dólares a la semana.
Sergio García, originario del Estado de México, trabaja como mesero en Nueva York.
Manda 350 dólares a la semana.
Román Romero, originario de Tlapa Guerrero, trabaja como velador en Nueva York.
Manda 800 dólares al mes.
Noe Reyes, originario del Estado de Puebla, trabaja como repartidor de comida rápida en Brooklyn (Nueva York). Manda 500 dólares a la semana.
Luis Hernández, originario de Estado de Veracruz, trabaja como demoledor en
Nueva York. Manda 200 dólares a la semana.
Oscar González, originario del Estado de Oaxaca, trabaja como cocinero en Nueva York.
Manda 350 dólares a la semana.
Federico Martínez, originario del Estado de Puebla, trabaja como taxista en Nueva York.
Manda 250 dólares a la semana.
Adalterto Lara, originario del Estado de México, empleado en la construcción en Nueva York. Manda 300 dólares a la semana.
Minerva Valencia, originaria de Puebla, trabaja como niñera en Nueva York. Envía 400 dólares a la semana.
Bolivar Abril, originario de Quito (Ecuador), trabaja vendiendo helados en Nueva York.
Manda 250 dólares a la semana.
Federico Martínez originario del Estado de Puebla, trabaja como taxista en Nueva York. Manda 250 dólares a la semana.