La moda es el espejo de las épocas y, al observar la ropa que estaba de moda a finales del siglo XIX y principios del XX, se percibe de inmediato el carácter represivo de las tendencias en boga.
El cuerpo de la mujer estaba constreñido por prendas antinaturales, incómodas y poco prácticas. La cintura de avispa se ceñía con los cordones de los corsés de ballenas —guêpière deriva del francés guêpe, avispa—, las faldas, acolchadas, tenían forma de enormes campanas, mientras que los cuellos llegaban hasta la barbilla y las manos se cubrían con guantes incluso en pleno verano. Las mujeres estaban prácticamente envueltas en sofisticadas e incómodas armaduras.
FREUD, LOS VIAJES Y EL DEPORTE
Sin embargo, a principios del siglo XX, acontecimientos de otra naturaleza trastocaron los hábitos sociales y las concepciones morales del mundo occidental: nació el psicoanálisis, que condenó la represión del erotismo (sobre todo femenino) y Freud, que interpretó una serie de enfermedades orgánicas como consecuencia del freno antinatural de la libido, contribuyó a concienciar a las mujeres del papel subordinado al que la sociedad las relegaba (negándoles una serie de libertades que siempre se habían concedido a los hombres).
A esto hay que añadir el aumento de los medios de transporte y de los viajes, así como la difusión de la higiene —debido a la mayor facilidad para disponer de agua corriente incluso en el hogar— y del deporte (equitación, natación, ciclismo, tenis): se vuelven, por lo tanto, necesarias prendas que permitan una mayor libertad de movimientos.
Comienza a imponerse un nuevo estilo que rompe con las modas anteriores. Y nombres como el de mademoiselle Chanel, emancipada y decidida hasta el punto de crear el primer pantalón para mujeres, empezaron a dejar su huella, acortando las faldas con implacables golpes de tijera en nombre de la libertad. Pero quien liberó definitivamente el cuerpo de las mujeres, empezando por la esclavitud del busto, fue Madeleine de Vionnet («Le corset, c’est une chose orthopédique») con sus creaciones fluidas, de estilo griego y sobre todo con el uso frecuente y magistral del corte al bies.
AUDAZ, EMPRENDEDORA Y EMANCIPADA
Madeleine Vionnet nace en un pequeño pueblo de la región del Loira en 1876 y a los dos años es abandonada por su madre, que decide cumplir su sueño de independencia y abrir Le petit casino, uno de los cafés-concierto más famosos de París. Este acontecimiento probablemente empieza a forjar en su mente el ideal de una mujer emancipada, dispuesta a sacrificarlo todo por sus propios proyectos personales.
A los cinco años se traslada con el padre a Aubervilliers, en las afueras de París, y a los doce años aprende a coser. A los dieciocho años se casa, tiene un hijo, que muere pocos meses después, y abandona Francia y a su marido para irse a Londres. Un torbellino de acontecimientos que la llevan a emprender su camino de emancipación y éxito profesional.
EL CUERPO LIBERADO, EL DRAPEADO Y EL CORTE AL BIES
En Londres, Madeleine Vionnet conoce a Isadora Duncan, excéntrica y fascinante bailarina que, a principios del siglo XX, revoluciona el arte de la danza abandonando el tutú de tul y los zapatos de punta rígida, y bailando descalza con túnicas sueltas y fluidas, reflejando en su baile la emancipación y el deseo de independencia que anima a las mujeres de la época.
Es un encuentro deslumbrante, que lleva a Vionnet a estudiar y perfeccionar el drapeado, técnica que define durante su colaboración con la Maison Doucet, cuando decide eliminar definitivamente el busto en todas sus creaciones.
Empieza a crear vestidos vaporosos y escotados, totalmente libres, que provocan un gran escándalo, y decide abrir su propio atelier en la rue de Rivoli de París, con un objetivo preciso: liberar a las mujeres de las prendas diseñadas por los hombres, pensadas y confeccionadas pensando solo en adornar su posición social.
[pullquote]La originalidad de Vionnet va aún más allá con el corte al bies. Vestidos sencillos solo en apariencia, creaciones arquitectónicas que son el resultado de un largo y complejo trabajo de corte y drapeado[/pullquote]
La originalidad de Vionnet va aún más allá con el corte al bies, técnica que consiste en utilizar el tejido en sentido diagonal, un ángulo de 45° entre la urdimbre y la trama que hace que el tejido gane elasticidad, se adhiera a las curvas naturales del cuerpo femenino y permita crear prendas sensuales, fluidas y cómodas. Vestidos sencillos solo en apariencia, confeccionados con tejidos maleables como la gasa, el crepe de chine, el satén (que eran novedad absoluta en aquellos años), creaciones arquitectónicas que son el resultado de un largo y complejo trabajo de corte y drapeado.
Se apoyan de forma natural sobre el cuerpo, siguiendo una serie de gestos precisos, sin recurrir a ningún tipo de estratagema, y a menudo se crean a partir de figuras geométricas como triángulos, círculos o cuadrados, hábilmente ensamblados jugando con la elasticidad de los tejidos (cada tejido tiene una forma diferente de caer y envolver el cuerpo). Y mientras Chanel lanza una moda práctica que borra las líneas del cuerpo, las prendas de Vionnet resaltan la silueta y devuelven al cuerpo femenino toda su naturalidad y soltura.
LOGOTIPOS, PRINCIPIOS SOCIALISTAS Y DERECHOS DE AUTOR: LA INNOVACIÓN NO ESTÁ SOLO EN EL VESTIDO
Después de la Primera Guerra Mundial nace el logotipo de la Maison Vionnet, gracias a la colaboración con Ernesto Michahelles, artista ecléctico e innovador conocido como Thayat: una figura con una túnica griega insertada en un círculo colocado sobre una columna dórica, una síntesis de clasicismo y modernidad, que también se refleja en la sede de avenue Montaigne de la Maison.
Un ambiente funcional y aireado, inundado de luz. «Me acordé de las horribles condiciones de trabajo cuando era niña, y quise que aquí todo fuera diferente, solo así se consigue lo mejor», dijo durante su última entrevista con Bruce Chatwin.
[pullquote]Vionnet, inspirada en los nacientes principios socialistas, es la representación de una mujer moderna y emancipada. Una verdadera empresaria[/pullquote]
Un lugar de trabajo construido para las mujeres que trabajan para ella, con sillas cómodas para trabajar —no esos incómodos taburetes que se rumorea tenían que usar las mujeres que trabajaban para Chanel—, que dispone de guardería y comedor, con acceso a médico y dentista, permiso de maternidad y vacaciones pagadas (ventajas que entonces todavía no eran un derecho).
En definitiva, Vionnet, inspirada en los nacientes principios socialistas, es la representación de una mujer moderna y emancipada. Una verdadera empresaria.
La diseñadora es una mujer orgullosa de su creatividad no tanto por razones económicas, sino porque considera la producción en serie una traición a su arte. Es celosa de sus prendas exclusivas y las defiende de todo intento de falsificación lanzando un desafío a quienes intentan imitarla: cataloga cada modelo con tres fotografías (tomando la parte delantera, la trasera y el perfil, una precaución desconocida hasta entonces) y añade una etiqueta a cada prenda con su logotipo y su huella digital. Una actitud que dista mucho de la visión de mademoiselle Chanel, que pensaba que los intentos de imitarla contribuían a su fama.
En 1939, en la cúspide de su éxito, Madeleine Vionnet se retira definitivamente de la moda, dona parte de su archivo a la Union Française des Arts du Costume (futuro Musée de la Mode et du Textile), y se dedica a la jardinería, pero su carácter innovador y su creatividad siguen siendo hoy símbolos de una verdadera revolución.
Sus creaciones han vestido a grandes estrellas de Hollywood como Marlene Dietrich, Katharine Hepburn, Joan Crawford y Greta Garbo, pero Madeleine Vionnet tenía un carácter tímido y evitaba los acontecimientos mundanos, lo que sin duda no ha contribuido a que su nombre se mencione y recuerde constantemente (a diferencia de Coco Chanel, que no perdía la oportunidad de aparecer en público en compañía de personas destacadas, construyendo un mito en torno a su persona).
LA FILOSOFÍA DE VIONNET Y LA MODA CONTEMPORÁNEA
Madeleine Vionnet, artesana, artista y «la mejor costurera del mundo», como le gustaba llamarse a sí misma, defensora de los derechos de autor y de las trabajadoras, liberó el cuerpo de las mujeres, abandonando los corsés y los rellenos, e inició un proceso de liberación que más tarde llevaría a cabo Chanel.
Influyó en generaciones de estilistas, revolucionando la técnica de la sastrería hasta tal punto que se la comparó en la alta costura con los protagonistas de la vanguardia pictórica del siglo XX —en 1973 el Metropolitan Museum de Nueva York le dedicó una gran retrospectiva cuando aún vivía—, y moldeó y dio forma a la moda contemporánea.