¿Dónde acaban las maletas perdidas que nadie reclama?

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Diez y media de la noche. Una decena de pasajeros procedentes del vuelo Madrid-Nueva York acuden a las cintas transportadoras del aeropuerto John F. Kennedy. Cansados, esperan a que su equipaje acuda a ellos. La ciudad cosmopolita por excelencia les aguarda.
Las maletas comienzan a desfilar por la cinta. En cuestión de minutos, se vacía. En la que hace apenas un momento era una de las estancias más abarrotadas del aeropuerto ya solo queda una persona, que sigue contemplando con asombro la cinta transportadora. «¿Dónde diantres está mi maleta?», se pregunta.
Buena parte de la población mundial ha pasado alguna vez por este amargo trago. Según SITA, la consultora mundial de transporte aéreo, en 2013 las compañías aéreas gestionaron mal una media de 6,96 maletas por cada 1.000 pasajeros, de las cuales un 15% acabaron en el olvido. Nadie las reclamó, pero una maleta no desaparece por arte de magia. ¿Dónde está entonces?
Entre las leyes que regulan el cielo existe una, el Convenio de Montreal, que establece el protocolo que todo viajero ha de seguir en caso de que su equipaje haya sido extraviado. Toda la responsabilidad recae en la compañía aérea con la que vuela el cliente, que debe pagarle una indemnización si, después de haber transcurrido 21 días, el viajero no ha recuperado sus pertenencias.

Normalmente, las maletas se pierden en los aeropuertos (es difícil que suceda en el aire, claro está), y hay más probabilidades de que suceda en los vuelos con escala. Durante su estancia en el aeropuerto donde se realiza el cambio de avión, las maletas permanecen en los almacenes del aeródromo junto con el equipaje del resto de compañías. Basta un simple descuido para que la maleta no llegue a subir al almacén de la nave.
Las compañías tienen 21 días para intentar localizar al dueño. Para ello, pueden y deben abrir el equipaje extraviado. Una vez transcurrido dicho tiempo, la maleta se considera perdida. Según el Convenio de Montreal, aeropuertos y compañías aéreas están obligados a subastar aquellas maletas que después de tres meses no hayan sido reclamadas por sus legítimos dueños.

Mismas maletas, distintos destinos

Al ser un tratado internacional, países y compañías deciden libremente si quieren adherirse o no a lo que estipula el ya citado Convenio de Montreal. Actualmente, lo hacen la Unión Europea y 110 de los Estados miembro de la Organización Internacional de la Aviación Civil (ICAO por sus siglas en inglés), lo que en la práctica se traduce como «casi todo el mundo».
Pero no en todas partes se trata igual a las maletas perdidas. En nuestro país, Iberia es la encargada de gestionarlas desde 1942, y contrata una casa de subastas para que proceda a la venta de los objetos extraviados. Camisetas, relojes, libros o souvenirs son algunos de los objetos por los que se puede apostar en esta peculiar puja.
También por el tratado de Montreal, Iberia está obligada a comunicar a través de los medios la celebración de la subasta para dar una última oportunidad a los dueños de recuperar sus pertenencias. Con los beneficios se pagan los honorarios de la casa de subastas y el coste de organizar la puja, y lo que sobra se lo queda el Ministerio de Fomento.

En Chile, por ejemplo, el proceso es muy parecido. La compañía aérea nacional, LAN Chile, vende los objetos perdidos que cogen polvo en sus almacenes y se reparte las ganancias con el ayuntamiento de Pudahuel, el municipio que acoge el principal aeropuerto del país.
Más curioso es el caso del aeropuerto de Sidney, que el año pasdo decidió cambiar la forma de colocar las pertenencias perdidas. A través de una subasta ‘online’, el aeropuerto australiano consiguió vender móviles, iPads, portátiles, bolsos de diseño, perfumes e incluso alcohol.

En Estados Unidos, por citar un caso más, existe una segunda opción. El Unclaimed Baggage Center subasta en Scottsboro (Alabama) todos los objetos encontrados en las maletas extraviadas, y después dona a organizaciones sin ánimo de lucro aquellos que no ha conseguido vender.
Una forma más de dar una segunda vida al equipaje que un día voló al destino equivocado.
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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Kenneth Lu, Alexander Else y Sheila Miguez

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