Más que un novio y menos que un marido. Más porque implica vivir juntos; menos porque no hay casorio. Del lío entre estas dos palabras surgió el marinovio y, después, la marinovia. Ocurrió en el Caribe, allá por los años 70.
Así empezaron a llamar al «medio marido y medio novio» (1) y a designar la «relación de concubinato de una pareja» (2). Cada vez había más marinovios en Cuba, República Dominicana, Venezuela… hasta que en la década de los 90 eran una multitud. «Cuando Matilde me ayudaba a regar las matas de noche me hablaba de Joaquín, ese marinovio que no la quiere, que lleva espuelas en las palabras y llanto en el alma», decían en la novela puertorriqueña Semillas de fuego (1998).
La Real Academia Española reconoció al marinovio en 2001. Lo incluyó en su saber como «persona con quien se mantiene una relación amorosa y sexual estable sin casarse». Hace casi un siglo abrieron sin remilgos las puertas del diccionario a las palabras americanas. El periodista Manuel Chaves Nogales lo contó en un artículo que escribió en 1924 en el Heraldo de Madrid: «El temor a que la irrupción de estos vocablos convirtiese el acrisolado castellano en un lenguaje bárbaro de puerto océano se ha salvado así, aceptando la indubitable realidad, que no hace otra cosa que enriquecer el viejo caudal idiomático».
En el Caribe (y también en España, aunque aquí, lo habitual es decir pareja), se ha hecho indispensable un vocablo que designe el amor bajo un mismo techo sin bendición ni contratos, pues, como canta Miguel Durán:
«A las muchachas de ahora no les gusta el matrimonio.
Andan poniendo una moda,
la moda del marinovio».
https://youtu.be/9mYsiPUXDKQ
O como toca la banda Los divertido de la cumbia:
«El marinovio se hace el loco
y no se quiere casar.
Y para ver si son compatibles
quiere esperar un año más.
El marinovio se hace el loco
y no quiere ir al altar.
El marinovio se hace el loco
y quiere así continuar».
(1) En el libro Dominicanos (1974), publicado en la República Dominicana.
(2) En el libro Festschrift, de la Universidad de California (1981).
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«Hace casi un siglo abrieron sin remilgos las puertas del diccionario a las palabras americanas. » Debe decir «con (muchísimos) remilgos». El DRAE sigue siendo un diccionario del dialecto de prestigio de España escrito por y para españoles con graciosas concesiones a los dialectos americanos y a los dialectos poco prestigiosos de España. Un ejemplo que daba entre risa y rabia: la edición 23 de 2014 es la primera que recoge «ustedes», porque en los 3 siglos precedentes solo se pensó en esa palabra como un plural de «Usted». Otra: «frijol» sigue remitiendo a «judía» y «judía» no lleva un aviso de que es un término propio de España. Y así con todo. Saludos.