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Javier Valverde: «No es que ahora la adolescencia llegue antes, es la sociedad de consumo la que la anticipa»

Cambios de humor, introversión, adicción a las pantallas… Cuando la adolescencia llega a una casa se nota. El advenimiento de esta etapa suele pillar a los padres a contrapié. Su hija o hijo está cambiando e intentar remontarse a sus años mozos para tratar de comprender a sus vástagos no vale. Los adolescentes de ahora no tienen nada que ver con los de hace unas décadas. La coyuntura es completamente distinta y no valen las mismas recetas.

Javier Valverde lleva años encontrándose con padres en esta situación durante su larga etapa como docente y orientador en diversos centros pedagógicos. Él mismo también se ha visto en alguna en su propia casa. Por eso ha recopilado 40 de esos marrones en un libro que ha titulado precisamente así, 40 marrones con hijos adolescentes. Y cómo afrontarlos con cariño, para demostrar a los padres que de la adolescencia también se sale.

Lo hace con humor, sin dramatizar y con guiños a padres que como él, en algún momento, han llegado a pensar que todo estaba perdido.

¿Por qué ese temor de los padres a la adolescencia? 

Porque recibimos una imagen distorsionada de su realidad, centrada en estereotipos que enfatizan los aspectos más negativos y frecuentemente más exagerados. Hace falta una mirada tranquila y serena para entenderla.

¿Es la etapa con más marrones o, como dices en el libro, es más bien un problema de tamaño («hijos mayores, problemas mayores») ? 

A veces, la forma que tenemos de ver el problema forma parte del problema. Hay padres que se preocupan en exceso respecto de la imagen que da su adolescente en el proceso de búsqueda de su identidad y ven un marrón, cuando en rigor no lo es. Por ejemplo, cuando su hijo quiere hacerse un piercing.

En cambio, no parece preocuparles tanto, por no decir nada, el proceso de orientación escolar que esté siguiendo su chica o chico con 13 o 14 años. Este sí es un marrón de verdad que muchos padres ni ven. Su forma de ver el problema es el problema. La infancia y la adolescencia son etapas de asentamiento de muchas características del adulto. Poca broma.

¿Es cierto eso de que cada vez la adolescencia llega antes («yo a su edad estaba aún jugando con muñecas…»)? 

Desde los años 60 del siglo pasado, la adolescencia se ha convertido en un mercado y la presión de este es brutal. No es la adolescencia la que llega antes, es la sociedad de consumo la que la anticipa.

Querer probar y mostrar que ya no se es niña o niño es propio del adolescente. Ahora bien, las multinacionales, conocedoras de esta realidad, la explotan, la anticipan, la segmentan, se especializan en generar y potenciar estas realidades conviertiéndolas en necesidades.

¿Hasta qué punto es contraproducente que en esta etapa el adolescente no muestre la rebeldía, los cambios de humor y demás  rasgos típicos de esta etapa?

En casa y en la escuela deberíamos enseñar a identificar las emociones como primer paso para saber gestionarlas. Esto y un correcto uso del diálogo interior ayudan mantener una relación más satisfactoria. En psicología cognitiva se dice que la realidad no es lo que te pasa, sino lo que haces con lo que te pasa. Un marrón también es una oportunidad.

La escucha y la empatía son dos de las armas que más se mencionan en el libro a la hora de tratar de hacer frente a los marrones, pero ¿cómo empatizar con unos adolescentes cuyas circunstancias y entorno son tan distintos a los de sus padres cuando tenían su edad?

No podemos comparar su realidad y la nuestra. En todo caso podemos aprovechar este periodo por el que ellos y nosotros pasamos para hacer un peeling mental y ponernos al día.

Se considera que los padres empáticos son los que dan ejemplo de comprensión hacia los sentimientos de los demás y hacen a sus hijos conscientes de las reacciones de esa actitud. Los padres que se toman un tiempo para hablar sobre las emociones y los sentimientos relacionados con situaciones o problemas dados.  Los que entienden, miran y leen al adolescente en clave emocional. Los padres que educan la empatía.

Javier Valverde

Mencionas que el libro va dirigido a los padres y madres involucrados («padres coraje»). ¿Qué ocurre con los que no lo son? 

Los no implicados se arriesgan a perder el control. Esto también ocurre con los hiperimplicados. En ambos casos, el adolescente no se sentirá reconocido ni validado en sus necesidades y buscará fortalecer su autoestima por vías insospechadas.

¿Cómo afecta a sus hijos ese pasotismo de los no implicados?  

Ese pasotismo no siempre significa desentenderse. El problema real es cuando no existe entendimiento entre los padres y el entorno escolar, social o sanitario en el que vive el adolescente. Padres que no atienden las orientaciones o indicaciones que le suministra el contexto a esos niveles. Padres que desatienden a los hijos pensando en que «yo sé cómo tratar esto». Este es el peor pasota porque impone un mal criterio.

¿Y los que pertenecemos a generaciones anteriores en las que los padres no solían implicarse tanto como los padres de ahora? ¿Cómo nos ha podido afectar como adultos?

Peor lo tuvieron nuestros padres respecto a la generación de sus padres. Los que nacimos en los años 60 y 70 fuimos educados de forma disciplinaria, premio, castigo y aburrimiento. Los movimientos de renovación pedagógica de aquellos años ayudaron a entender la realidad del niño y del adolescente de forma diferente, no disciplinaria y más centrada en el desarrollo de la autonomía de trabajo y el aprendizaje basado en centros de interés.

Esto me llegó a mí cuando yo ya era adolescente. De aquellos años disciplinarios me quedo con el aburrimiento como gran generador de imaginación. Vivíamos en un sociedad en la que estábamos obligados a cultivar la espera y la paciencia, el aplazamiento de la recompensa.

Para los de nuestra generación, creo que el efecto colateral positivo de todo aquello ha sido el cultivo de la espera. Hoy vivimos en un mundo en el que todo puede ser a cualquier hora y en cualquier momento con un solo clic; hoy ya no hay que esperar a que abran la tienda para tener el producto en casa. Esto, por definición, no es ni bueno ni malo, es la sociedad en la que nos ha tocado vivir y que podemos compartir o no. Lo cierto es que vivimos en un mundo que quiere erradicar el aburrimiento y la espera, ambas fuertemente educativas.

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Entre las las lecturas recomendadas en el libro se encuentra un texto de Cicerón sobre la amistad. ¿Al final este concepto no ha cambiado tanto en 2.000 años?

En última instancia, no. Cicerón dice: «La única amistad posible es entre iguales». En la adolescencia hay tres elementos que forman el pilar en la relación: la confianza, la sinceridad y la lealtad. Tres dimensiones de las relaciones humanas que se remontan más allá de Cicerón y entroncan en nuestra propia evolución como especie. Somos seres sociales aunque muchas veces no lo parezca.

En el libro también se alude a lo conveniente que puede llegar a ser que el adolescente se mueva en ambientes diversos para que el grupo no le absorba. ¿Pueden hacer algo los padres en ese aspecto?

A la adolescencia se llega con una mochila formada por experiencias vitales y un conjunto de recursos personales que el niño/a ha ido acumulando. La adolescencia no aparece de forma súbita. Esa mochila le permitirá afrontar con mayor o menor éxito lo que llamamos presión a la conformidad que ejerce el grupo de iguales.

Aquí su autoestima y su capacidad para mantener filtros para poder elegir son decisivos. Una baja autoestima podría comprometer su autonomía a la hora de tomar decisiones y dejarse absorber por la presión del grupo. Carecer de filtros para poder elegir puede comprometer su salud y su seguridad. Hemos de acompañar y facilitar que pueda tener diferentes grupos de pertenencia y referencia. La diversidad siempre enriquece.

A medida que la identidad se fortalece, la confianza en sí mismos también lo hace y las presiones del grupo van perdiendo la fuerza que tenía a los 12. La mayoría de los adolescentes superan los periodos de inestabilidad con el tiempo y, sobre todo, con el apoyo de sus padres y adultos referentes. Dedicarles tiempo y atención, hablar, dialogar tranquilamente, con una perspectiva amplia y acompañarlos a conocer nuevas y diferentes realidades puede ser una fórmula para encontrar diversidad de intereses.

También los padres deben estar dispuestos a asumir que los intereses de sus hijos sean diferentes y estar dispuestos a afrontar lo que eso signifique. En todo caso, buen humor con tacto y buen ánimo para salir de la confortable infancia. Ánimo.

¿Qué conclusión sacarías del hecho de que sean adolescentes quienes están abanderando causas como el derecho de educación de las niñas (Malala), la lucha contra el cambio climático (Greta Thunberg), el control de armas (Emma González)…? 

La conclusión que sacaría es que los adolescentes son usuarios de sistemas de comunicación complejos y no conocidos hasta ahora. El liderazgo en la adolescencia es un fenómeno que hoy no se restringe a los modelos clásicos del grupo de amigos. Existe una realidad digital, virtual, viral, real, multidimensional que facilita este tipo de fenómenos.

Los adolescentes tienen mucho que aportar y es necesario saberlos escuchar. Lo que importa es el contenido del mensaje y lo que nos quieren decir, y en los casos de Malala, Greta o Emma son, a mi modo de ver, contenidos y causas justas y necesarias. ¿Quién puede no defender a niñas indefensas, ecosistemas arrasados o víctimas de una guerra? No es buenismo, no es demagogia, es emergencia humana, de vida y de paz.

¿El acceso a más información ha conseguido que los adolescentes hoy sean más conscientes y estén más implicados en los problemas de la sociedad de lo que éramos antes? 

Por supuesto. La potencia para acceder a información hoy está a solo un clic de un pequeño aparato que llevan en el bolsillo. Esto nos obliga a educar una actitud crítica ante el volumen de información al que pueden acceder. La clave y la discusión está en saber distinguir el grano de la paja.

Hoy están igualmente implicados de lo que pudimos estar nosotros, pero con una diferencia fundamental: disponen de multitud de herramientas y razones para dedicar su tiempo para provecho de todos y/o para sus intereses más personales e individuales. Nosotros utilizábamos el ciclostil o la fotocopiadora para poner nuestra voz en el mundo. Hoy hablar de esto es hablar de la prehistoria tecnológica.

Ellas y ellos están en una dimensión diferente a la que tuvimos nosotros como adolescentes y diferente también a la que nos enfrentamos hoy como padres.

Tenemos que reducir la distancia semántica en nuestra relación con ellas y ellos, entendernos en definitiva, y si nos encontramos con un marrón, cariño y cercanía. Solo así el marrón se convertirá en una oportunidad. Ánimo, existen muchas maneras de hacerlo.

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