Javier Martín lleva veinticinco años patinando y ha tocado en siete grupos. Era cuestión de tiempo que empleara su creatividad en algo que relacionara el skate con la música. Convencido de que «el skate tiene un sonido especial», el fundador de Marthink quiso atrapar esos matices en un instrumento.
Hacer una guitarra no es como hacer una mesa, y por eso, cuando hace cuatro años se le ocurrió la idea de convertir en guitarras tablas de skate usadas o con defectos de fabricación, lo primero que hizo fue contactar con un lutier que le asegurara que aquello iba a sonar bien. Iñaki Perman se enamoró del proyecto, y los dos se pusieron manos a la obra.
Gastaron todas las tablas viejas que tenía Javier, «unas cien o doscientas», en hacer pruebas. «Te equivocas, no te sale lo que querías… El primer prototipo tenía muchas carencias. Una tabla tiene muchos cóncavos, y eso no es bueno en un instrumento». Ambos tenían claro que no querían un objeto de decoración, sino «una guitarra que sonara bien».
[pullquote]Gastaron todas las tablas viejas que tenía Javier, «unas cien o doscientas», en hacer pruebas.[/pullquote]
Cuando se quedó sin materia prima, agarró una guitarra a modo de muestra y se montó en el coche con dirección a Irún. Allí, a solo una hora de su campamento base en Pamplona, se encuentra una de las principales multinacionales de fabricación de tablas de skate, HLC Distribution. La empresa acogió el proyecto con los brazos abiertos porque tenía unas 10.000 tablas en stock que no podía vender debido a algún defecto. En lugar de acabar convertidas en serrín, esas tablas podrían vivir una nueva vida como instrumentos musicales.
Así estuvieron un año y medio el skater y el lutier. El uno se aprovisionaba de tablas y creaba diseños, el otro los plasmaba. «Lo más complicado es hacer el mástil», recuerda Martín. «Casi tiramos la toalla como cinco veces, me desesperaba». Ellos tenían claro que querían hacerla cien por cien de skate. «Hay gente que hace guitarras de determinado material y les pone un mástil de guitarra normal», explica. Pero ellos utilizaron como única materia prima dos tablas de skate para cada guitarra.
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Por fin consiguieron ese sonido que perseguían. «Los músicos están alucinando», asegura Martín. La madera que usan es el arce canadiense, también llamado «maple». El 40% de esta madera se utiliza en la fabricación de tablas de skate, y Martín pensó que tendría mucho sentido reciclarlas. «Es brutal cómo suena», dice el diseñador. Él mismo decora las guitarras una vez terminadas, moviendo el dibujo original de la tabla de skate a la situación idónea para el nuevo objeto. «Al final, haces piezas que tienen un sonido característico: garage, metal… como el skate cuando anda».
Martín no cree que sea una guitarra de las que esperan guardadas en su funda, sino una para tener a la vista. «Cuando patentas una guitarra, esta debe tener unas ventajas que das a la humanidad». Las características distintivas de la suya fueron un peso menor (tres o cuatro kilos menos que una guitarra normal), un tamaño pequeño y el hecho de que pueda desmontarse para ser transportada fácilmente.
Javier Martín, que viene del mundo del marketing, cree que sus guitarras también pueden tener salida en el ámbito publicitario. Ya le están pidiendo guitarras con el logo de una marca para eventos o para regentar un escaparate.
El proyecto está suscitando interés. Las treinta guitarras que tenían en stock se vendieron en distintos países de Europa. Ellos no se duermen en los laureles y acaban de terminar el prototipo del bajo. Lo presentarán en la ISPO de Munich, una feria de deportes extremos, el próximo año. Lo siguiente será una batería: «la idea es hacer una banda completa de skate».
En 2016 sacarán unas guitarras más profesionales, hechas de ocho tablas de skate en lugar de dos. Estas ya no mostrarán los dibujos originales de las tablas, pero en su borde se podrán apreciar sus láminas características. Su precio será mayor (las actuales pueden conseguirse desde 750€) y, por su calidad, esperan competir en las tiendas de música con los instrumentos de las principales marcas.
Una de las cosas más bonitas que le están pasando a Javier a raíz de este proyecto es que a algunas personas le gusten tanto sus guitarras que se planteen aprender a tocarlas. «Eso a mí me llena como artista. Que la gente vea tu producto y empiece a tocar música por tu culpa».
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