Y tú más: ¡Meapilas!

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Dice la sabia voz del DRAE que un meapilas es un santurrón. Pero no nos cuenta que además de eso, que dicho así, a palo seco, puede parecer hasta entrañable, tiene unas connotaciones negativas bastante más fuertes.
Porque un meapilas es una persona de esas que se pasa la vida rezando u ordenando la vida de los demás según su dignísima y perfectísima moral religiosa, pero que luego, por detrás, hace todo lo contrario de lo que predica. Es decir, un hipócrita de tomo y lomo, lo que le hace aún más asqueroso.
El término en cuestión es una palabra compuesta por el verbo mear y el sustantivo pila.
La pila de la que habla se refiere a la cubeta de agua que se coloca en la entrada de las iglesias, donde los feligreses meten los dedos en agua bendita para santiguarse cuando acceden a ellas. Aunque según otras opiniones puede ser la pila bautismal.
Y mear está usado en sentido figurado, tal y como nos explica Pancracio Celdrán en El gran libro de los insultos: «lo que mea el santurrón es agua bendita de tanto tomarla», nos dice.
Así pues, meapilas es un término hiperbólico y, si seguimos la reflexión de José Antonio Peñas en su blog Episcohagus, una blasfemia que llama la atención en un pueblo tan tradicionalmente religioso como el español.
«Su significado», comenta, «contrasta con la imagen que recoge, ya que el acto de orinar sobre el agua bendita resulta clara y agresivamente blasfemo. También resulta extraño (en apariencia) que el más católico de los pueblos haga objeto de chirigota a los que manifiestan públicamente su piedad». Y no le falta razón.
Pero, qué queréis, España es asín.
 
Foto de portada: Elzbieta Sekowska / Shutterstock.com

Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista. Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu. A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá. Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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