En el mundo del tebeo es habitual que personas y animales convivan con total normalidad. Carlitos y Snoopy, Tintín y Milú, Garfield y su amo Jon, Popeye y Brutus, e incluso un búho, un gato y una bruja. Lo que no es habitual es que entre ellos haya algo más que una casta y pura amistad. Mi novio caballo, de Xiomara Correa, rompe con esos prejuicios propios de la Comics Code Authority y demuestra que puede existir el amor y el sexo entre una chica y un caballo. Atento, Carlitos. Ábrete de orejas, Snoopy. Aprended de Xiomara.
En una de sus visitas a España le preguntaron a Paul Motian, baterista del trío de Bill Evans, cuál era su opinión sobre las drogas. El periodista hacía referencia a la adicción a la heroína que había mantenido el conocido pianista durante décadas. Motian afirmó que él no se sentía capacitado para juzgar si las drogas eran buenas o no para crear productos artísticos pero, lo que era indudable es que sus discos con Bill Evans, piezas claves del jazz del siglo XX, se habían grabado bajo los efectos de esas sustancias. Ahí queda eso.
Una cosa semejante sucede con Mi novio caballo, obra surgida del uso recreativo de los estupefacientes que cuenta la historia de amor entre una chica y un caballo. Un tebeo que atrapa desde sus primeras páginas por su espontaneidad, cercanía, inmediatez y el toque punk de su dibujo. Una propuesta inusual en un sector como el del cómic, muy vinculado a las Bellas Artes y con cierta querencia al academicismo.
«He recibido críticas sobre mi estilo y las sigo recibiendo», explica Xiomara, «pero suelen ser de personas que se quedan en lo superficial, en hojear, no en pararse a leer o fijarse en la expresividad de las viñetas. El estilo del dibujo de Mi novio caballo surgió de forma casualidad y con el tiempo ha ido evolucionando. En Mi Novio Caballo II se va a notar ese cambio en el trazo, como sucede en Los Simpson. En mi opinión, hay virtuosismos que son un muermo total, pero también es cierto que es mejor hacerlo bien. Eso sí, a mí no me sale».
Aquellos que han criticado esa torpeza en el trazo también han puesto en solfa la estructura narrativa de la historia porque, una vez más, han preferido quedarse en la anécdota que profundizar.
«Empecé haciendo folios sueltos pero luego, en algunos de ellos, ponía «continuará…”. De esa forma comenzaron las historias enlazadas, hasta la última parte del libro, que fue deshacer el viaje que realizan la chica y el caballo por su lado para reencontrarse de nuevo», indica.
El resultado es un álbum de más de cien páginas (los álbumes normales de cómics suelen tener 64, aprende Hergè) en el que se suceden situaciones delirantes, cómicas, cliffhangers, dramas e infidelidades. Los personajes, además del caballo y la chica, son animales de todo tipo, incluidos dinosaurios, que demuestran que el mundo animal y el de los humanos tienen mucho en común.
«Sí, claro que tenemos cosas en común. La zorra obviamente es una zorra. El cerdo, un cerdo y… Bueno, no siempre tiene que tener una explicación, también doy pié al absurdo. Utilizo animales porque las personas se pueden parecer a ellos y así hago juegos metafóricos con ello».
Hablando de animaladas, Mi novio caballo no elude las escenas sexuales, los comentarios procaces o el lenguaje explícito. Los personajes hablan como lo haría una pareja normal, aunque leer ciertas palabras en boca de una chica a algunos les pueda resultar chocante. ¿Es que las novias, las amigas o las madres no hablan de lefa, de follar, de coños o de pollas? A lo mejor emplean otros términos, pero, sí, sí que lo hacen.
«A mi eso de chicos-chicas me da igual, ni me lo planteo», cuenta Xiomara. «Me considero feminista y, por supuesto, Mi novio caballo también lo es, pero eso no quita que me guste hablar de lefa o psicología parejil. Es mimetismo con la realidad. Aunque sea una mujer, no vivo en un anuncio de compresas, ni tengo que vivirlo todo como guachi piruli. Las mujeres también nos cagamos en la puta, por mucho que esta expresión no sea muy feminista».
Con dos ediciones a sus espaldas, una en Vigo en 2011 y otra en Madrid en 2014, Mi novio caballo es otro ejemplo de los beneficios de la autoedición. Gracias al abaratamiento de los costes de impresión y las tiradas cortas, los autores han conseguido publicar sin necesidad del plácet de las editoriales.
«Para mí, editar el libro supone una inversión importante. Costeo todos los gastos. Son 108 páginas, si no recuerdo mal, y en formato A4, por lo que no sale tan barato. Luego, la inversión se recupera lentamente. Para mí lo mejor es que a la gente le guste y se conozcan la historia. En mi caso, eso ya es ganar y esa es la razón por la que decidí imprimirlo y ofrecerlo a mis fans».
Mientras esperan la publicación del segundo álbum de esta entrañable pareja, los fans de Mi novio caballo pueden seguir sus aventuras en publicaciones como el TMEO. En otros países con más tradición de tebeo, Mi novio caballo bien podría ser una tira sindicada, al estilo de Calvin y Hobbes, otros a los que también les va el bestialismo.
«Estoy abierta a que me ofrezcan millones. Sin embargo, lo de publicar en el TMEO para mí es top porque me mola desde que soy una adolescente. Sobre todo, porque me molaba Álvarez Rabo. Soy superfan. También me gustaría hacer tiras en prensa local. Ese es un punto que estudio últimamente pero, como lo hago por amor al arte, pues… lo que surja».
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