Cuando una firma de ropa prepara la línea con la que quiere hacer ruido la próxima temporada piensa en cosas como si está destinada a un lugar donde hace frío o calor. También tiene en cuenta los rasgos culturales del destino en cuestión y detalles como si el material con el que pretende elaborar las prendas es claro, oscuro o se ajusta a los gustos de la tradición local donde se acabará vendiendo. La firma Miguel Caballero también tiene en cuenta eso, pero a su trabajo hay que añadirle un esfuerzo más: ¿te lo vas a poner en Guatemala o en Colombia?, ¿en Europa o en el norte de México? «Puede que un traje nuestro te sirva perfectamente en Bogotá y que sea inútil en Centroamérica, que tengamos que darte un traje distinto, porque allí utilizan balas de Rusia, y esa es munición perforante», explica David Murcia, responsable de comunicación de la empresa. La moda antibala es un trabajo de corte e investigación.
Cuando el colombiano Miguel Caballero decidió sacar al mercado su línea de ropa, hace ahora más de dos décadas, su país vivía sumido en un torbellino de muerte. Pablo Escobar pasaba sus últimos días gobernando Antioquia desde la sombra, en un Medellín que se cobraba más de 7.000 vidas al año; la guerrilla de las FARC sembraba las calles capitalinas de explosivos y el ejército y los paramilitares se tomaban la justicia por su mano sumando más sufrimiento al dolor ciudadano generalizado.
Caballero iba a la facultad con la hija de un político de primera línea (cuyo nombre no revela el portavoz de la firma). Ella siempre se quejaba de tener que portar un chaleco antibalas. «Decía que no era discreto, que se veía mucho, que pesaba mucho y que solo de llevarlo aumentaba el peligro, por estar señalada vistiendo ese atuendo», explica Murcia. Eso dio la idea a Caballero para hacer su proyecto de grado, que más tarde convertiría en una firma con pedidos desde todos los rincones del mundo.
Esta casa de moda tiene como peculiaridad el hecho de tener que fijarse en las estadísticas de mortalidad violenta de los países en los que abren tienda antes que en el color de la telas (algo que también hacen). Así pues, su recorrido de la moda no aspira a Milán, París o Londres. Han abierto tienda en México (2006) y ahora también en Guatemala.
«Gracias al proceso de paz colombiano la violencia aquí está descendiendo», cuenta Murcia. «Sin embargo en otros países como México o Guatemala va en aumento, es por eso que ponemos el ojo en esos mercados, pero sin abandonar este. Diferenciamos entre dos tipos de líneas: la preventiva, como la que llevamos ahora en Colombia; y la reactiva, la que seguimos en México o Guatemala», añade como quien hablase de llevar mangas o no.
Miguel Caballero pasó de ser la idea de un joven universitario a la marca que viste a 13 jefes de estado en Latinoamérica -cuya identidad no pueden revelar por política de empresa-. Por un lado, funcionan vistiendo a las fuerzas públicas colombianas para el trabajo diario, por otro, son especialistas en elaborar las prendas blindadas que muchos detestaban por aparatosas. Por poner alguna referencia, un chaleco de su marca, en función de su nivel de personalización, puede valer de 300 a 1.500 dólares estadounidenses.
«Trajes, camisetas, chamarras, camisas, chalecos de reportero, chalecos normales», enumera Murcia. «Nuestro equipo de investigación, sumado a nuestro equipo tecnológico y el de diseño, pueden sacar alrededor de diez prendas nuevas al mes. Muchas de ellas totalmente personalizadas. Hay que saber si el cliente se lo va a poner en un lugar caluroso, qué tipo de movilidad necesita, si puede ser pesado o tiene que ser ligero, a qué tipo de entorno se enfrenta… Y quién pude dispararle, por supuesto».
Para hacer ropa antibalas no pueden salir unidades con tara. Cada detalle es imprescindible. Esta firma, por ejemplo, solo puede garantizar la efectividad de sus prendas durante cinco años. «No es que luego no sirvan», especifica el portavoz, «es que nosotros hacemos investigaciones para saber cosas como qué tipo de municiones y de armamento se está utilizando en el lugar concreto donde vendemos el producto, y en cinco años, ese armamento y esas municiones han podido cambiar, por eso ya no podemos garantizar que nuestra prenda será igual de efectiva pasado ese tiempo, es necesario hacer un nuevo estudio y una nueva prenda«. «Son muy distintas las balas que disparan ahora en Centroamérica que las que te caen en Sudamérica, por ejemplo. En Centroamérica han conseguido municiones rusas perforantes, y eso es un dato a tener muy en cuenta para nosotros».
En más de 20 años de trabajo aseguran no haber tenido que lamentar una prenda defectuosa. Por el contrario, poseen un club de sobrevivientes en el que ingresan todos aquellos que le deben la vida a una camisa o chaleco con su etiqueta. «Cuando alguien sufre un ataque y se salva por nuestra ropa, acude aquí, cuenta su historia, y en consideración a su suerte le regalamos una prenda nueva», dice el vocero.
Culmina Murcia diciendo que como firma seria de moda, y dentro de la especialidad de su sector, trabajan siguiendo cuatro principios o parámetros básicos: «calidad certificada por una entidad internacional; un diseño que garantice la ergonomía y utilidad de nuestras prendas personalizadas para nuestros clientes; desarrollo de nuestra tecnología y una gran apuesta por la innovación», enumera. «De las grandes marcas textiles solo nos diferencia una cosa: nuestras prendas no pueden quedar mal, porque sería una catástrofe».
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