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¡Mira, una bambucicleta!

Florent Galland se ganaba la vida creando productos de artesanía que vendía en mercados y festivales. Allí veía siempre inmensas carpas de acero y lonas plásticas. Pensó que el bambú, con el que trabajaba, podía servir para hacerlas más sostenible. Fue ampliando el concepto y creó Tot Bambú. Ahora fabrica muebles, casas, estructuras y hasta bicicletas.

La idea de la carpa fue de Stefan Schaefer, compañero de Galland, que durante un viaje en Indonesia mataba el tiempo de lluvia diseñando estructuras con este material. 3 meses después de volver, llegó un contenedor con los palos de bambú y montaron por primera vez la carpa. Esa fue la primera tienda que tuvieron. También estaba en venta.

Galland tardó cuatro años en volar sin Schaefer y el resto de sus amigos. «Busqué más información sobre el bambú para conocer mejor el producto con el que quería tratar». Ese fue el primer contacto con el bambú para Galland, que pensó que era una idea muy original y una alternativa a las carpas de metales y plásticos que se ven en todas las ferias. Siguió trabajando con este grupo durante cuatro años más, pero pensando siempre en su nuevo objetivo de comerciar la carpa de bambú.

Aunque no fue fácil dejarles, finalmente decidió independizarse de estos amigos y evolucionar hasta su nuevo proyecto. Buscando más información sobre el bambú para conocer mejor el producto con el que quería tratar, descubrió la gran variedad de posibilidades que ofrece esta planta. Crece en todos los continentes, tiene la particularidad de producir un 35% más de oxígeno que un árbol, evita la erosión y permite filtrar y limpiar el terreno gracias a sus raíces». Todo son ventajas.

El francés llega a la conclusión de que el material puede ser una alternativa viable a casi cualquier cosa que, hasta ahora, se hacía con acero, madera o plástico. «Llevo un año viajando por Asia y América del Sur para buscar proveedores que respeten los derechos de sus empleados y que estén interesados en el comercio justo», explica.

De esa manera acabó en Rosario donde conoció a Leonardo Pelegrín de Bambucicleta, que ya fabricaba bicicletas de bambú en Argentina. «Los primeros modelos se crearon en 1890 en Asia. Desde entonces ha ido evolucionando, y hay modelos mucho más funcionales, como el creado por el diseñador brasileño Flavio Deslandes o el californiano Craig Calfee«, señala Pelegrín.

Llevan cuatro años fabricando bicicletas aunque solo tres de manera profesionalizada. Todo comenzó por afición y ahora se ha convertido en el sustento de 4 trabajadores y dos ingenieros asesores. Además, colabora con ellos Néstor Fasola, «que diseña planeadores y repara aviones –sólo hay 2 personas que sepan hacerlo en Argentina-, pero siempre encuentra un momento para mejorar el diseño de nuestras bicicletas y proponernos cambios en el proceso de fabricación», declara Pelegrín.

Las bicis de bambú tienen cuadros más flexibles que las convencionales por lo que, según el argentino, la circulación es más suave, se amortiguan más las vibraciones. «Otra ventaja es el hecho de que nuestro producto venga de origen vegetal. El proceso de fabricación resulta mucho más ecológico, y además el cultivo de bambú puede representar un recurso natural estratégico en algunas zonas subdesarrolladas», cuenta el fabricante.

Bambucicletas y Tot Bambú conciben el proyecto con un marcado acento social. «Queremos aprovechar el bambú como material de desarrollo económico y generar trabajo en zonas tradicionalmente subdesarrolladas», explican. «Nos gustaría delegar tecnología y parte del proceso de fabricación a esas comunidades. Estamos permanentemente en contacto con la ONG Fondo Ecuatoriano de Cooperación para el Desarrollo, que fomenta el cultivo del bambú. Hoy por hoy el producto nos viene de la zona del Norte de Argentina, a través de las misiones».

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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