Día Internacional de los Museos. El ICOM (Consejo Internacional de Museos) define el museo como «una institución permanente al servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, exhibe y transmite el patrimonio material e inmaterial de la humanidad y su medio ambiente con fines educativos, de estudio y placer». Hoy, 18 de mayo, es el Día Internacional de los Museos y, para celebrarlo, visitamos un museo muy original, el Museo Erótico de Barcelona. Un maniquí, Marilyn Monroe, en la ventana, pierde su hierática mirada a lo largodel río de turistas, maletas y vendedores de flores que pueblan Las Ramblas. «¿Se puede, Marilyn?». «Adelante». Subimos unas escaleras rojas.
El falo. Un neoyorquino, de cuyo nombre no puedo acordarme, esboza una estúpida sonrisa. Ha batido el record de tener la polla más grande del mundo. Por lo menos, de todos aquellos que participaron en el concurso. De 25 centímetros en relajación a 35 dura. Como si fuera un héroe, en el control de seguridad del aeropuerto de San Francisco la policía pensó que guardaba un arma en la entrepierna, nada más lejos de la realidad, era carne. El Museo Erótico muestra en una vitrina reproducciones de falos en distintos materiales, madera, mármol, metal, y de distintas épocas históricas. Fertilidad, poderío, liderazgo, ofrendas a las divinidades. El falo, el centro.
En un televisor se exhiben en bucle capítulos de dibujos animados. El protagonista es un jeque árabe y decenas de jóvenes pasean desnudas por su casa. Le masturban, le practican felaciones, utilizan sus artículos de limpieza para excitarle. No lo consiguen, la erección no da resultado; como un plátano maduro; la edad. Un brebaje hace que, de repente, todo funcione, y todas esas chicas no son suficientes para saciarle. Cuando finaliza el capítulo, me giro y leo en un cartel: «El 70 por ciento de las mujeres prefiere el chocolate al sexo». Vaya.
Sexo, muerte y destrucción. El Museo tiene una extensa e interesante colección de unas 3.500 postales eróticas de la I Guerra Mundial. Mujeres desnudas sonríen al objetivo de la cámara. Sus contornos intentan ser apetecibles y en muchas ocasiones lo consiguen. Algunas escenas homosexuales sugieren un principio del siglo XX europeo avanzado, alocado, libertino, que chocó de bruces con el ideal fascista que destruyó el mundo. Tríos, orgías, mujeres que sacian el apetito sexual de falos de diversos colores, formas y tamaños. Un actor, un mimo, subraya la sonrisa con un copioso bigote, mientras penetra a dos piernas abiertas que nacen del fondo de una falda. Retratos enjaulados en postales de papel, que hacen imaginar historias pasadas que seguramente no ocurrieron, o sí.
En el frente, en San Quintín, Francia, es 1914. Pronto terminará la Gran Guerra. Los soldados aguardan la hora del almuerzo. La lejanía del hogar les ha robustecido la mirada. Los compañeros de filas, la verdadera familia, y los superiores, los padres. Las pérdidas de algunos de ellos agrandan las ganas de venganza. Sed de batalla. Y a veces, aparece la sed también bajo el vientre. Quizás el asalto de alguna nueva ciudad conlleve a una nueva experiencia con una mujer. Sexo, consentido o no, qué más da, es la guerra. Mujeres serán violadas próximamente, las troyanas. Pero, mientras tanto, hay que levantar la moral. Y llegan las postales.
Algunas esposas, las más osadas, se retratan desnudas para sus maridos soldados, para que no olviden de dónde vienen, hacia dónde van. Otras postales son de prostitutas. La llegada de estas misivas refresca los ánimos en el frente, esa noche se irán antes a dormir. Y al día siguiente, se compartirán las experiencias de la noche anterior, fardarán de tener la mejor mujer desnuda enjaulada en su postal. Y en la cola del desayuno, se intercambiarán los cromos como los niños en el recreo. Pero no son niños, son hombres, soldados. No es el recreo, es la guerra. Cosas de hombres.
Los Borbones en pelotas. Bajo este sugerente título, un libro que muestra a la reina Isabel II como la mayor ninfómana del país que era, según cuentan. Un libro ilustrado que muestra a la reina con sus numerosos amantes gozando en diferentes posturas controvertidas. El clero, la nobleza, la monarquía. Los altos estamentos se pierden en los laberintos de los instintos más bajos. Nada nuevo bajo el sol. ¡Ay, los Borbones! Como si Felipe VI, entonces príncipe, hubiera sido retratado copulando con Leticia para conseguir el cheque bebé impulsado por Zapatero. Como si Urdangarín y Cristina aprovecharan al máximo los vis a vis en la cárcel en la que el ex jugador de balonmano no llegó a entrar. Como si Juan Carlos se fuera a cazar elefantes a Bostwana junto a su amante secreta y se rompiera la cadera. Los Borbones en pelotas.
Muy cerca de los dibujos de la Isabel II más íntima nos encontramos con el primer director porno español: su nieto, Alfonso XIII. Las tres primeras películas porno españolas se llaman El confesor, El ministro y El consultor de señoras. Fueron rodadas en los años 20 del siglo pasado en el Barrio Chino barcelonés, muy cerca de Las Ramblas. ¿Quién mandó realizar estas películas? El rey, Alfonso XIII de Borbón. El régimen franquista intentó eliminar estas películas, pero quedan las cintas conservadas por el Museo Erótico de Barcelona. Hasta ahora solo se exhiben fragmentos de las mismas. Pronto se proyectarán al completo, informan desde el museo.
Más calor para el verano. El museo, que este año cumple 20 años, prepara diferentes actividades para el próximo verano. Entre ellas, un tour virtual con gafas óculas. En la pequeña sala negra, los espectadores podrán vivir una experiencia de realidad virtual en la que a través de una serie de vídeos y propuestas interactivas, pondrán sus sentidos al servicio del sexo. Con guantes y moldes podrán tocar e imaginar; mediante las gafas, observar… Además, para las noches estivales, ya trabajan en ciclos de teatro, jazz y poesía erótica. Pasen y vean.
Y juzguen. Porque este museo no deja indiferente a nadie. La historia erótica, con el falo en el centro. Una historia heteropatriarcal, sin lugar a dudas, en la que la mujer, salvo honrosas excepciones como las geishas, las artistas del cancán del Liceu y el Molino Rojo, Isabel II o las brujas, pasan a un pasivo y segundo plano. Un museo que el año pasado recibió 98.000 visitas, lo que le sitúa en el top 3 de los museos de titularidad privada de Barcelona. Qué casualidad que en el top 3 también se encuentra el Museo del Chocolate. Ya saben, «el 70% de las mujeres prefiere el chocolate al sexo». Dalí y Picasso también tienen un hueco reservado en este museo, y algunas obras originales de estos autores se exhiben allí. Un cartel con una frase que se atribuye a Picasso acompaña esta sala: «Para mí hay dos tipos de mujer: diosas o felpudos». Vaya tela.
Una respuesta a «Falos, desnudos y Borbones para pasar el Día Internacional de los Museos»
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