La superación es un negocio boyante que juega con emociones muy primarias. Vaya como ejemplo el malogrado corredor Óscar Pistorius. Si Pistorius no hubiera tenido piernas de titanio, no nos habríamos enterado de que un atleta sudafricano había acribillado a su novia a tiros. Y John Carlin no habría escrito un libro superventas acerca de él. Hay gente sin duda maravillosa que ha ignorado sus limitaciones para precisamente no tenerlas.
Y con esta frase estoy parafraseando a Richard Bach, auténtico precursor de esta corriente. Inspirador de la New Age californiana, Bach escribió en 1970 un librito titulado Juan Salvador Gaviota, cuya versión musical firmó Neil Diamond en probablemente, el mejor trabajo de toda su vida. Bach, arrollado por el éxito de su fórmula, y presionado por sus editores, publicó en 1977 otro bestseller de la superación titulado Ilusiones. En la portada aparece una pluma azul flotando en el cosmos preñado de estrellas, seguro que lo han visto en alguna tienda de libros de segunda mano.
En la misma tendencia espiritual e igualmente mareantes cifras de ventas encontramos estos otros cinco títulos:
El monje que vendió su Ferrari (Robin S.Sharma)
Las gafas de la felicidad (Rafael Santandreu)
Cambia tus palabras, cambia tu vida (Joyce Meyer)
¿Dónde está el límite? (Josef Ajram)
Y este, al que le tengo especial manía, porque me lo regaló una exnovia, ella sabrá por qué:
El caballero de la armadura oxidada (Robert Fisher)
No sabemos en qué momento de la industria editorial (porque de ahí vienen todos los males), los libros de apoyo a la autoestima y a la superación se convirtieron en manuales para pequeños tiburones financieros, cuyos valores éticos son semejantes a los que tiene Donald Trump. Suponemos que fue una decisión contable, porque la gente los compra, es así de sencillo. No es difícil encontrar en las librerías secciones enteras dedicadas a esta nueva gallina de los huevos de oro, con títulos como los mencionados que exhiben con orgullo la correspondiente faja «8º Edición, 250.000 ejemplares vendidos» (es un decir).
La verdadera senda hacia el conocimiento no es ir a más, sino ir a menos, y por supuesto no nos referimos a nada material. Esto suena como una herejía para los miles de consumidores de guías de autoayuda para forrarse con títulos tan sugestivos como estos que que he seleccionado para ustedes:
Piense y hágase rico (Napoleón Hill)
La ciencia de hacerse rico (Wallace Wattles)
O el espabilado de Robert T.Kiyosaki, que se ha marcado estos tres bestsellers que venden más copias al año que Lope de Vega, Calderón y Javier Marías juntos. ¿El truco? Poner la palabra rico en el título, como hicieron sus antecesores.
Padre rico, padre pobre
Retírate joven y rico
Niño rico, niño listo
Aquí habría que incluir a Arguiñano y su ‘rico, rico y con fundamento’, aunque no tenga nada que ver. Pero el librito que se lleva la palma en concisión acerca de sus principios es este que seguro es lo único que ha leído el mencionado Trump en su vida:
Yo soy feliz, yo soy rico (Andrew Corentt)
Dicho esto, la mejor y más rápida manera de hacerse rico es escribir un libro acerca de cómo hacerse rico, e incluir la palabra «rico» en el título.
Se venden a una media de 15 euros en todas las librerías de nuestro país, cuando es muy difícil encontrar textos de Cavafis, de Blas de Otero incluso ¡algunas obras de Kafka hay que pedirlas por encargo! Ninguno de los tres fue feliz, por supuesto, pues un escritor dichoso solo escribe naderías. Las listas de los libros más vendidos están encabezadas siempre por libros de cocina, lo crean o no, seguidos muy de cerca por los textos de autoayuda, que solo «ayudan» a sus autores y editores, dicho sea de paso, pero rara vez al lector que ha desembolsado los 15 pavos.
Muy pocos libros de autoayuda tienen más de 250 páginas, porque están dirigidos a personas que casi nunca leen, aunque a menudo tengan estudios universitarios. Algunos tomos del tunante millonario Paulo Coelho o de Osho sí son más gruesos, pero suele ser para justificar un precio superior a los veinte euros. Y además suelen editarse con tapa dura, lo que repercute en las cuentas corrientes de estos tipos, sus editores y sus agentes.
Recuerde: hay mucha más gente que se ha hecho rica vendiendo libros acerca de cómo hacerse rico que gente que se haya hecho rica siguiendo los consejos de esos libros.
Yo me he comprado varios, y no hay manera: sigo siendo pobre.