Desde niños, el mundo salvaje nos fascina y nos da miedo a partes iguales. Hemos crecido rodeados de historias de infancias en la selva, en las cuevas o en las montañas; pequeños humanos cuidados por lobos, por monos, gallinas, gacelas o panteras.
Desde la leyenda de Rómulo y Remo, los hermanos fundadores de la ciudad de Roma que sobrevivieron amamantados por una loba, la lista de personajes reales y ficticios que sobrevivieron gracias al cuidado de los animales ha empapado nuestra literatura y nuestro cine. Crecimos con Mogli, del Libro de la Selva de Kipling. Gritamos con el Tarzán de Edgar Rice Burroughs. Nos emocionamos con Enfant Sauvage de Truffaut. Nos acercamos a El enigma de Kaspar Hauser con Herzog y conocimos a Nell, de la mano de Michael Apted.
Pero, frente al bucolismo de esta convivencia entre especies, ¿somos capaces de imaginarnos el terror de un niño abandonado?
En su último proyecto, la fotógrafa alemana Julia Fullerton-Batten ha querido plasmar fotográficamente su idea sobre el absoluto aislamiento social al que muchos niños han sido obligados a vivir a lo largo de la historia. Feral Children (Niños Salvajes) reproduce quince casos de infancias que crecieron con la única compañía de animales salvajes o domésticos.
Para Fullerton-Batten, la idea detrás del conjunto de fotografías no era replicar escenas exactas, sino interpretar y duplicar los sentimientos y las acciones de cada uno de estos niños viviendo su propia experiencia. Para lograr encontrar a los niños que hicieron como modelos, a los animales, para recrear los escenarios y los decorados, la fotógrafa necesitó más de 18 meses.
«Con el proyecto quería llamar la atención sobre una realidad, la de los niños abandonados, que sigue sucediendo hoy en distintas partes del mundo y que exige nuestro máximo esfuerzo para tratar de frenarla, especialmente en el caso de aquellos niños que además de sufrir el abandono son víctimas de la violencia y el abuso», explica a Yorokobu a través de correo electrónico.
Con Feral Children, Fullerton-Batten se aproxima una vez más a una temática que ha impregnado todo su trabajo: la relación de las niñas y los jóvenes con el mundo. «Mis proyectos anteriores centrados en las niñas adolescentes y su transición al mundo de la mujer adulta, o sobre su relación con el sexo opuesto y con sus madres, eran casi autobiográficos. Se inspiraban en mi propia experiencia personal. En este proyecto me involucro ya como madre de dos niños y ha sido, de lejos, mi trabajo más intenso. Me ha enseñado mucho sobre la crueldad de los adultos, de muchos padres y madres, pero también sobre la increíble resiliencia de los niños para superar situaciones de extrema adversidad», explica.
Feral Children comenzó después de que la fotógrafa leyese la biografía de Marina Chapman. La niña que aparece en la foto de arriba fue secuestrada en 1954 cuando tenía cinco años y abandonada en la jungla. Hasta los 10, vivió con un grupo de monos capuchinos, con los que aprendió a alimentarse en la naturaleza y a trepar por los árboles. Marina dormía en las cuevas. Cuando fue rescatada por unos cazadores que la encontraron no sabía hablar y la vendieron a un burdel, donde fue forzada a la esclavitud sexual.
Un día, un vecino la rescató, se la llevó a Bogotá y la adoptó junto a sus otros cinco hijos naturales. En 1977 la familia se mudo a Reino Unido, donde aún viven. Allí se casó y tuvo hijos. Una de ellas, Vanessa James, le ayudó a escribir el libro de su biografía.
Sujit (el niño de la foto) fue encontrado en Fiji en 1978. Cuando era muy pequeño sufría comportamiento disfuncional y sus padres le encerraron en un corral de gallinas. Después de que su madre se suicidase y su padre fuera asesinado, su abuelo decidió dejarlo encerrado. Tenía ocho años cuando le encontraron en la carretera, cacareando e imitando a los pollos. Le trasladaron a un asilo de ancianos, pero era muy agresivo y estuvo 20 años atado a la cama. Elizabeth Clayton le rescató y hoy sigue cuidándolo.
Cuando era solo un bebé, el padre de Genie (en la foto de arriba) decidió que tenía un retraso y la encerró en un pequeño cuarto de su casa en Arcadia, California, atada a una silla con orinal. Así vivió durante 10 años. En 1970, a los 13 años un trabajador social descubrió su estado. Apenas podía moverse ni hablar, y escupía permanentemente. Poco a poco aprendió algunas palabras, a leer y hasta desarrolló alguna forma de comportamiento social. Tras varias adopciones donde sufrió abusos y amenazas, volvió al hospital infantil, donde dejó de hablar de nuevo. Los fondos para tratar e investigar el caso de Genie se acabaron en 1974 y no se supo qué fue de ella, hasta que un investigador privado la encontró en una instalación para adultos con problemas mentales.
Iván Mishukov (en la foto de arriba) sufrió abusos por parte de su familia y huyó de su casa en Reutov, Rusia, a los cuatro años. Vivía en la calle mendigando y se hizo amigo de unos perros salvajes, con quienes compartía comida. Al final acabó convirtiéndose en una especie de líder de la manada. Así vivió durante dos años, hasta que le llevaron a un hogar infantil. Gracias a que tenía que comunicarse para mendigar, cuando le encontraron en 1998 sabía hablar. Aquello fue clave en su recuperación y hoy vive una vida normal.
A Oxana Malaya la encontraron en Ucrania viviendo con los perros en 1991. Tenía ocho años y llevaba seis, viviendo con ellos. Sus padres alcohólicos la dejaron fuera una noche y Oxana fue con los perros para tener más calor, un gesto que probablemente salvó su vida. Cuando la encontraron, se comportaba como un perro, caminaba a cuatro patas y apenas podía comunicarse. Gracias a una terapia intensiva, Oxana aprendió a hablar y a comportarse como una niña de cinco años. Ahora, con 30 años, vive en una clínica de Odesa y trabaja con animales bajo su supervisión.
Cuando en 2007 la encontraron robando comida en una aldea de Camboya, Rochom ya era una mujer. Un policía de un pueblo cercano declaró que era su hija, desaparecida cuando tenía ocho años junto a su hermana de seis cuando iban a recoger agua. La reconoció por una enorme cicatriz en su espalada. Llevaba 19 años desaparecida. A su hermana nunca la encontraron. Rochom nunca pudo regresar completamente a la civilización, apenas podía comunicarse, caminaba con todas las extremidades y a menudo se negaba a comer. En 2010 volvió a desaparecer cuando iba a darse un baño en un pozo detrás de su casa. Su cuerpo apareció meses más tarde.
Huyó de casa en una aldea de Uganda a los tres años en 1988 al ver a su padre asesinar a su madre. Acabó en la jungla donde vivió con monos hasta 1991, cuando fue capturado y trasladado a un orfanato. Tenía pelo por todo el cuerpo y parásitos intestinales. Finalmente aprendió a hablar, a andar erguido y a comportarse como un ser humano de nuevo. Descubrieron que tenía una gran voz y ahora forma parte del coro infantil Pearl of Africa, con lo que realiza giras mundiales.
Kamala, de 8 años, y Amala, de 12, fueron encontradas por un clérigo en 1920 en Medinapur, India, en la cueva de unos lobos. Las chicas no parecían humanas y andaban a cuatro patas. Al principio dormían juntas acurrucadas, gruñían y comían carne cruda. Estaban físicamente deformadas y no tenían interés en los humanos, pero su vista, oído y olfato eran excepcionales. Amala murió al año siguiente de su captura, y Kamala aprendió a decir algunas palabras y a caminar de pie, pero murió en 1929 de un fallo en el riñón, con 17 años.
Victor fue visto a finales del siglo XVIII en los bosques del sur de Francia, pero escapó. En 1800, cuando tenía 12 años, fue capturado por un grupo de cazadores. Era incapaz de hablar y estaba lleno de cicatrices. No sentía el frío en absoluto y apenas respondía a sonidos muy fuertes. Intentaron enseñarle a hablar y comportarse, pero fue imposible. Al final fue llevado a una institución en París y murió a los 40 años. Truffaut se basó en su historia para la película L’Enfant Sauvage.
Desde los nueve años, Marie caminó sola miles de kilómetros en los bosques de Francia. Armada con un palo, luchaba contra animales salvajes y comía pájaros y ranas. Fue capturada a los 19 años, ya no sabía leer y sus manos se habían deformado por utilizarlas para escarbar en la tierra. En 1737 la reina de Polonia se la llevó de caza de conejos, ya que corría tan rápido que podía atraparlos. Ayudada por varios patrones ricos, aprendió a leer, escribir y hablar francés. En 1755 se publicó su biografía y en 1775 murió en París, a los 63 años y siendo rica.
Madina vivió con los perros desde que nació hasta los tres años. La encontraron unos trabajadores sociales en 2013 en Ufa, Rusia, desnuda, andando como un animal y gruñendo. Su padre la abandonó y su madre se volvió alcohólica. Los otros niños no jugaban con ella porque se comportaba como los perros. Los médicos dicen que Madina está fisica y mentalmente sana a pesar de su comportamiento. Probablemente lleve una vida normal cuando aprenda a hablar.
Prava tenía siete año cuando le encontraron en 2008, también en Rusia, encerrado en un cuarto lleno de jaulas con pájaros y rodeado de excrementos. Su madre vivía en el mismo apartamento y trataba al niño como a una mascota. Nunca le pegó ni le dejó sin comer, pero jamás le habló. Él solo se comunicaba con los pájaros y para comunicarse, agitaba sus brazos como las alas de las aves. Fue llevado a un centro de atención psicológica donde los médicos intentan rehabilitarle.
En 1845 descubrieron en México a una niña que corría a cuatro patas junto a una manada de lobos, atacando y devorando después a un grupo de cabras. Fue capturada pero escapó. En 1852 la vieron con dos lobeznos pero corrió a la espesura y nadie la volvió a ver.
Shamdeo tenía cuatro años cuando le encontraron, en 1972, en un bosque en India cuando jugaba con los lobos. Su piel era muy oscura, sus dientes afilados y sus uñas muy largas. Tenía mucho pelo por todas partes. Le gustaba cazar gallinas y buscaba comida entre la tierra. Aunque nunca pudo hablar, si que aprendió una forma de lengua de signos. En 1978 le ingresaron en un Hogar de la Madre Teresa donde cambiaron su nombre por el de Pascal. Allí murió en 19985.