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No apaguen sus móviles durante la función

No hace mucho, la comunicación humana se subió al Halcón Milenario. Entró en el hiperespacio y eliminó los huecos entre la emisión del mensaje y la recepción del mismo. La información viaja en binario y de forma casi instantánea de un punto a otro del planeta. Por eso, no tenía sentido que la que ocurre entre el patio de bustacas y el escenario de un teatro siguiera siendo unidireccional.

El teatro tiene sus rituales. Los tienen los actores y el equipo técnico de la obra. Los tienen los espectadores, que cumplen con una sagrada liturgia antes de pasar más allá de la taquilla. Lo tiene el propio teatro, resucita, se ilumina y habla cada día. El mensaje que pedía que se apagasen los dispositivos móviles durante la obra murió en muchas representaciones.

En Ámsterdam, Boom Chicago tira de medios sociales para marcar los caminos por los que transcurrirán las improvisaciones. En otros experiemntos, como The Social Me, los personajes interactúan casi exclusivamente a través de sus smartphones. Lyn Gardner, la crítica de teatro de The Guardian, se cuestiona si las redes sociales cambiarán el teatro para siempre.

Por estos lares, The Hole decidió apoyarse en la tecnología para dotar a la obra de una nueva dimensión que va más allá de los aportes de los espectadores al argumento de la obra cada día. La app de The Hole 2 (el espectáculo representa ahora su segunda iteración), se añade a las webs del show y a sus redes sociales.

«La obra cambia cada día ya que se trata de un guion abierto que evoluciona en su contenido. El escenario se cambia cada cierto tiempo para la presentación del Oraquo Wall, las pantallas gigantes en las que se proyectan los tweets de los espectadores», explica Carmelo Masegosa, uno de los responsables en Prodware, el estudio autor de todo el proyecto tecnológico.

La app de The Hole 2, que cuenta con más de 3.000 descargas, ofrece descuentos, contenidos extra y avisos acerca del espectáculo. Masegosa declara que «ya estamos trabajando en que incorpore una mayor interacción, con funcionalidades como por ejemplo pedir bebidas directamente desde la aplicación».

El modelo de negocio que desarrolla la promotora de la obra se basa en gran medida en lo que dice Oraquo, una plataforma de gestión de la reputación online que permite monitorizar la obra así como su competencia. «Evaluamos todo eso para obtener conclusiones analíticas que favorecen la toma de decisiones como la inversión en publicidad, el interés para volver a verla, etc.», explica Carmelo Masegosa. «Además, nos permite saber por cada una de las obras en cartel en Madrid (The Hole, Hoy No Me Puedo Levantar, Rey León…) lo que se dice en la red, el sentimiento de esos comentarios, medir el tráfico de cada red, ver posts y autores o detectar descontentos para solucionarlos».

La obra no tiene reparos en mutar, en evolucionar dependiendo de lo que ocurra o se diga en los medios sociales. Los libretos, antes rígidos e inamovibles, quedan a expensas de lo que los espectadores tecleen en sus móviles.

 

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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