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Así era el primer libro ilustrado para niños

Dibujos detallados en blanco y negro, onomatopeyas casi perfectas, breves explicaciones de cada pequeña característica y la sensación final de remontarse al origen de los tiempos para aquellos que creen en un ser superior. Es una forma nueva de explicar la vida y lo que hay en ella. Casi como una guía de todos los componentes del universo que cualquier pupilo debe conocer. Así es el Orbis Sensualium Pictus, considerado el primer libro ilustrado para niños, y la obra más semejante a un libro infantil en la actualidad.

Su autor de origen checo, Jan Amós Komensky – más conocido como John Comenius -, dio a luz a la obra allá por 1658. Su intención no era otra que fijar en la mente del pequeño lector el conocimiento teológico de los principios del universo, la verdad de la existencia de Dios y la necesidad de prepararse para el último día. Todo ello desde el buen sabor de boca que deja la oportunidad de haber vivido y de haberlo hecho en la fe. Eso sin olvidarse de cosas más mundanas como la explicación de cómo se elabora la cerveza, cómo se cuida un jardín o cómo se sacrifica un animal que luego será degustado.
Comenius lo definía como una herramienta donde consultar cualquier duda tanto del mundo visible como del invisible, «del mundo de las cosas obvias», como lo llamaba. Un universo recreado con la ayuda de 150 fotografías que sigue una escala divina a semejanza del Génesis: todo comienza cuando Dios crea la Tierra, la naturaleza, los animales y los cuatro elementos.


Más allá de la religión, y aunque resulte extraño para un lector de estos tiempos, el Orbis era muy popular en su época según la revista Open Culture y supuso una gran innovación para la literatura del momento y un gran avance para la educación de los jóvenes con la ayuda de lo visual. Se convirtió en un manifiesto que pedía la igualdad de oportunidades educativas para niños, niñas, ricos y pobres. Además fue publicado en alemán, inglés y latín. Volver a la lengua vernácula era una forma de retomar el origen de la religión. Por todo ello se convirtió en el libro más utilizado en Europa para la educación primaria, y fue traducido en la mayor parte de los países europeos y orientales.
Su primer capítulo describe perfectamente la relación entre maestro y alumnos de la época. La idea era ofrecer un nuevo camino para educar. Al aire libre, desde la sabiduría que aporta la experiencia y desde la inocencia de quien quiere obtener el saber. «Ven, niño, y aprende a ser sabio» es la primera frase que el maestro le dice al pequeño. «¿Qué significa ser sabio?», cuestiona el niño. «Entender con razón, hacer con razón y hablar con razón de todo lo que sea necesario», responde el profesor.

Y hacer las cosas con razón implica entenderlas y tratarlas con naturaleza. Para entender cómo es un reptil primero hay que visualizarlo y después aprender el sonido que ese animal emite. Así todo se asimilará a la perfección. Hay quien relaciona estos sonidos onomatopéyicos con los que actualmente utilizan los juguetes de los más pequeños. Pero antes de comenzar con los animales, la primera parte del libro:
«Gen. 2. 19,20. Jehová Dios los trajo a Adán para ver qué nombre los ponía, y todo lo que Adán llamó a los animales, ese fue su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos, y a todo animal de campo».
Comenius quiere dejar claro en todo momento que la más mínima enseñanza procede en primera estancia de Dios – lo hace, eso sí, desde el Génesis aceptado en la versión King James, una biblia utilizada sobre todo por los protestantes anglosajones. A la deidad le dedica el segundo capítulo. La define como «la luz inaccesible» que, sin embargo, «está en todas partes».

En los siguientes explicará  qué es la tierra y el cielo, y lo que en ellos hay – estrellas, nubes, llanuras, montes. También qué es el fuego, el aire, el agua, las frutas, los árboles, las piedras o las flores. Asimismo explica las aves, a quienes dedica hasta seis capítulos. Todo ello haciendo un análisis riguroso de cada especie.
El hombre – de la mano de Adán y Eva – no aparece en escena hasta treinta y cinco capítulos después. Y lo hace para explicar la anatomía del cuerpo humano – con un razonable estilo científico – utilizando un amplio abanico de vocabulario. Pero también hay cabida para hablar de la abstracción del ser humano y de su alma. Siempre haciendo una distinción entre el alma «racional» del hombre, el alma «vegetativa» de las plantas y el alma «sensible» de los animales.


Una vez que el estudiante conoce cómo surgió el mundo en el que vive y cuáles son las cualidades de todo lo que en él habita, y al mismo tiempo conoce las abstracciones y todo lo que supuestamente existe y no puede ver, es tiempo de disfrutar de la música, de la astronomía, de la pintura, la escritura y hasta de la filosofía. También debe tener tiempo libre para hacer deporte, como la natación, la esgrima o competiciones solo pensadas para hombres.

El libro no podía cerrar de otra forma que con la enseñanza del juicio final, después de haber descrito el cristianismo, judaísmo e Islam de forma breve. Al igual que el estudiante aprende cómo Dios creó el mundo, debe aprender ahora cómo le pondrá fin.

Comenius recomendaba a sus estudiantes hacer uso de otras enciclopedias para comparar información a la hora de estudiar, pero fue astuto y supo comunicar de forma efectiva dirigiéndose de forma directa a los niños. Además, sabía que entre la música y la teología, cualquier menor elegiría la primera distracción. De ahí su afán por mezclar todos los ámbitos posibles en un solo libro amparado en el nombre de Dios.
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Con información de aprendeenlinea.udea.edu.comPublicdomainreview.orgOpenculture.com y de la propia obraTodas las imágenes que aparecen en este artículo son propiedad de archive.org.

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