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Tanto va el cántaro a la fuente que al final…

Era lo que se dice un tipo cansino. Cuando algo se le metía entre ceja y ceja no paraba hasta conseguirlo. Era capaz de perseguir a su presa hasta la saciedad. La estrategia era siempre la misma: insistir, insistir e insistir sin piedad hasta que el contrario se rendía y acaba aceptando su propuesta, por absurda que fuera. Un día se le ocurrió que, como las fiestas patronales de la ciudad se celebraban en verano, lo ideal sería cambiar el traje regional tradicional por los bañadores. Era mucho más fresco y apropiado para esa época del año. Se pasó días diseñando cuál sería el modelo perfecto para representar a su pueblo. Cuando hubo acabado la línea masculina y femenina de su bañador regional, se encaminó al Ayuntamiento y asaltó el despacho del alcalde que, casualmente, se encontraba reunido con otras personalidades importantes de la ciudad. La respuesta fue un rotundo no, claro está. Pero él volvió al consistorio un día tras otro, tras otro, tras otro hasta que el alcalde, harto de él hasta llegar al borde del asesinato, aprobó su idea y dio orden de que las damas de honor y las autoridades vistieran aquellos bañadores regionales en las próximas fiestas patronales durante el pregón.

[pullquote]De esta manera, ya podemos definir a las palabras raras o mal dichas como ‘palabros'[/pullquote]

No sabemos si por insistencia de los hablantes y su manera de expresarse o porque la RAE se hace mayor y ya no tiene fuerzas para oponerse, el caso es que hay una serie de palabras de esas que antes considerábamos burradas (perdón, vulgarismos) que han conseguido hacerse un hueco en la nueva edición del Diccionario. Otras son extranjerismos que se han adaptado a nuestro idioma y que ahora pierden su traje guiri para lucir faralaes, peineta y mantilla (y ustedes me perdonarán el tópico).

De esta manera, ya podemos definir a las palabras raras o mal dichas como palabros. Por mucho que nos chirríe, existen las toballas y las almóndigas, aunque las dos están en desuso y es preferible usar toalla y albóndiga respectivamente. Lo mismo le pasa a murciégalo, que debe ceder su puesto al más correcto murciélago. Culamen, pechamen y pompis también se han incorporado al Diccionario. Pero la RAE deja claro que no le gustan porque las ha etiquetado como vulgarismos y en desuso.

[pullquote]Beberemos güisqui, nos volveremos friquis y nos arremangaremos cuando haga falta.[/pullquote]

Uebos es una de las más sorprendentes. Pero, ojo, que no se refiere a los que te comes con patatas y ponen las gallinas. Uebos viene de opus, pero se nos había olvidado y prueba de ello es que está en desuso. El Diccionario nos recuerda que su significado es «necesidad, cosa necesaria».  Así que cuando Trillo and friends decían aquello de «manda uebos», se referían en realidad a la expresión «mandat opus» (necesidad obliga). Lo que pasa es que los periodistas, que son muy malas personas y tergiversan todas las cosas, lo escribieron mal solo por fastidiar.

Asín, como te lo cuento, también encontrarás este adverbio vulgar en el Diccionario. Conceto y otubre también. Y no te extrañe ver escrito a partir de ahora cosas como cederrón (CD-ROM), jipi (hippie), jonrón (home run), órsay (offside) bluyín (blue jean) y yin (jean). Beberemos güisqui, nos volveremos friquis y nos arremangaremos cuando haga falta. Que no digan que el Diccionario no se adapta a los nuevos tiempos.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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