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Los palistas: una tribu que juega muy en serio

Rara es la playa en que no aparezca antes o después una pareja de bañistas con dos palas y una pelota. Por eso choca a quien no conozca El Sardinero, en Santander, que allí reivindiquen las palas como deporte autóctono: no lo ven como un juego de playa. Las palas cántabras, con 90 años de historia, deciden ahora su futuro entre la innovación y la costumbre.

La tribu

La primera vez que se pasea por El Sardinero sorprende ese sonido que sube de la playa: ñec–ñec, ñoc–ñoc. Es obligado asomarse a la barandilla y descubrir en la arena seca dos hileras de palistas golpeando la pelota con furia. El juego tiene un ritmo endiablado, hipnótico. El que se asoma tarda en comprender que esconde un enigma: ¿a qué juegan?, ¿por qué le dan tan fuerte?, ¿quién gana?, ¿quién pierde?

Nadie pierde, nadie gana. A eso se reduce. Pegan a la bola con toda el alma, pero anteponiendo el control, la precisión, a la fuerza, la velocidad. Cada golpe busca colocársela al de enfrente donde le resulte más cómodo pegarle, más placentero. A partir de ahí, el disfrute de armar el brazo, pegar un bolazo, facturarlo de vuelta. Es un juego de generosidad egoísta: el placer propio depende del goce del contrario. Tiene más que ver con el baile o con el sexo que con cualquier deporte de competición.

–Todo el que pasa nos pregunta quién va ganando y no lo entiende. Nos mira un rato y dice: ¡ah!, ¡ya!, al que se le cae la pelota pierde. Le explicamos que no, que el objetivo es divertirse. Después nos damos un baño y así somos felices.

Dice José Castillo, 61 años, jubilado de Correos. Es uno de los cerca de 300 palistas que ignora al hombre del tiempo y baja todos los días del año a la playa. Lleva así media vida. Juega a las palas en serio, como ellos dicen. Son la tribu de los palistas.

 

El juego

Juegan descalzos, con ropa de baño, tienen cualquier edad, son hombres y algunas mujeres. La partida más frecuente es de cuatro jugadores: dos de espalda a la pared, parando, y dos enfrente, a varios metros de distancia, pegando. También se juega, aunque menos, dos a uno: el impar es el que para. Se saludan, se preguntan qué tal durmieron o cómo ha ido la mañana. Empiezan a jugar: ñec–ñec, ñoc–ñoc.

Un buen tanto dura algo más de un minuto –cada jugador la habrá tocado un mínimo de 20 veces–, los extraordinarios superan los cuatro. Los que pegan, la envían cruzada. Los que paran, la devuelven paralela. De este modo nadie repite turno hasta que la bola ha pasado por toda la cuadrilla. Así se juega desde hace décadas.

«Aseguro que las palas nacieron un domingo de pleamar en la playa de la Magdalena allá por 1929, en una partida protagonizada por Mariano Pérez y sus amigos».

Escribe Manuel Ruiz en su libro Palas cántabras (Estvdio, 2015). Ruiz, profesor de Educación Física, defiende que las palas cumplen los requisitos de un deporte autóctono: lugar de nacimiento localizado, continuidad durante tres generaciones, reglamento sencillo, materia prima para fabricar los elementos del juego en el entorno. La mayor diferencia con el juego de playa que se practica en otros sitios la da el tipo de pala. En Cantabria es más grande y se fabrica en madera de haya maciza. Cuando golpea a la bola, esta sale disparada como un proyectil.

Ruiz también cuenta en su libro el origen del juego. Mariano Pérez, un loco de los deportes cuando nadie hacía deporte, empezó a jugar al tenis en la playa con una raqueta artesana, imitando a la burguesía que veraneaba en Santander en el primer tercio del siglo XX. Harto de que el salitre se comiera las cuerdas, Mariano encargó a un ebanista una raqueta de madera. Esa pala original pesaba un kilo. Se inspiró en el modelo, más pequeño, de la pelota vasca. Mariano y sus amigos jugaban con pelotas que caían desde el Real Club de Tenis. Un día, forzados por la marea alta a jugar en la arena seca, prescindieron del bote y jugaron a pasarse la bola sin que se cayera. Ahí comenzó todo. Otros dicen que el juego llegó inventado de fuera, pero Ruiz no ha encontrado a nadie que lo practicara en Santander antes que Mariano.

Las palas desaparecieron con la Guerra Civil. En los años cuarenta volvieron y terminó de darse forma al juego como se conoce hoy. A finales de los setenta, un agente comercial propuso la fabricación de palas en serie a una empresa de muebles: Azcue. La idea triunfó. Azcue produce hoy 4.000 palas al año, tres de cada cuatro se venden en Cantabria. En 40 años apenas ha habido cambios en la pala. Fabrican un modelo en forma de piruleta, para pegar, y otro en forma de pera, en tres tamaños, para parar. No cuestan ni 20 euros. Duran, si no se pierden, toda la vida. No es sensato apostar con un santanderino a que no tiene una en casa. Sienten que son las de allí, las de siempre, las suyas. La mayoría ignora que Azcue es una empresa de Zarauz (Guipúzcoa).

El peso de la pala

Las palas cántabras pesan cerca de 700 gramos. Un niño no puede con ellas. Los palistas habituales sufren lesiones de codo y hombro. Raro es el que no tunea la suya, para aligerarla. José Manuel Torres, exfutbolista y empresario, ha pasado los últimos 14 de sus 46 años jugando a las palas. Los últimos seis, precisa, jugando muy en serio.

–Cada vez se juega más rápido, a menos distancia y con más intensidad. Hay gente que juega muchas horas y sufre con el peso de la pala. La lijamos, le quitamos madera. Pero hay un límite, por debajo de 460 gramos no me permite hacer mi juego. Entonces surge la duda, ¿cómo le quito más peso?, ¿quién me lo hace? No sabemos bajar de ahí.

Dice Torres. No es persona de fácil conformar. En 2015 acudió a internet a ver con qué jugaban en otros países, a buscar soluciones. Escribía en Google «palas», y nada. Pero gracias a Facebook, a los vídeos jugando con su cuadrilla, conectó con palistas de 28 países. Jugaban a frescobol (Brasil), beach–racket (Grecia), matkot (Israel), paletas (Argentina)… No jugaban a lo mismo, pero jugaban igual: fuerte y colocado. Las palas cántabras seguían estando muy solas en España, pero ya no en el mundo.

–Los griegos son los más adelantados. Tienen miles de aficionados y organizan competiciones hace años. Crearon una máquina, un radar, que mide la velocidad a la que pasan las bolas, puntúa el número de golpes, los errores…

Torres encontró una coincidencia. Grecia y Cantabria son los únicos lugares donde se juega con pelota de tenis y además usan la misma marca: Tretorn, fabricada en Suecia.

–¡Cómo narices nosotros, que no sabemos nada de esta gente, estamos jugando con la misma pelota!

El resto de países juega con pelota de frontenis. Para Torres esta otra bola es más rápida, más viva, más agradable de pegar, más difícil de controlar, pero más divertida si se tiene cierto nivel. Hubo más hallazgos.

–Les encargamos palas a los griegos y mi sorpresa es que el día que cojo la pala griega ya no vuelvo a coger la mía. Es otra película, muy fácil de manejar. Puedes pegar con toda la fuerza con una pala de solo 330 gramos.

Inspirado en sus descubrimientos, Torres ha registrado ya varios modelos de pala, más ligeros. Con ellas se enseña en la Escuela de Palas Cántabra, que puso en marcha hace un año. Dice que con ellas los niños por fin pueden aprender a jugar. Dice que son mejores para el juego de intensidad que a él le gusta. Dice que es lo que se lleva en todo el mundo y que, a su entender, se acabarán imponiendo en Santander.

–Dentro de 10 años los raros van a ser los que lleven una pala de 700 gramos, igual que ahora ya no ves a nadie con una pala de un kilo. No se trata de convencer a nadie, cada uno que juegue con lo que se sienta cómodo, pero hay otras cosas en el mundo y hay que conocerlas.

No todos piensan igual.

 

La resistencia al cambio

En la cuadrilla de José Castillo hicieron una camiseta con el lema «palistas de Cantabria». Debajo, el clásico dibujo de la evolución humana: siluetas de primates que caminan irguiéndose hasta llegar al Homo Sapiens. El segundo por la izquierda agarra una pala. El remate: «Seguimos evolucionando, pero sin prisa». No es la única broma. Este verano llegaron a jugar con dos sartenes, por probar la innovación.

–Si se demuestra que la pala nueva produce menos lesiones y no cambia nuestro estilo de juego, me parece bien cambiar, lo que pasa es que tengo dudas de que no nos condicione la forma de jugar. Yo no he jugado con ella, pero me han dicho que no es igual.

Dice Castillo. El acuerdo no es fácil. La tribu de palistas tiene sus barrios. De un extremo a otro de las principales zonas de juego hay un kilómetro de distancia.

–No tiene nada que ver el estilo de juego de una playa a otra, es totalmente distinto. En la zona de Piquío juegan muy separados, para pegarle muy fuerte, en La Caracola juegan más cerca, y nosotros, en El Camello, dicen que nos comemos.

Dice Pepa Huerga. Tiene 52 años y trabaja en el sector de la limpieza. Organiza una maratón de palas que se celebra cada verano desde hace 20. Son 12 horas de juego sin pausa. Hay tortas por apuntarse. Solo caben ciento y poco palistas. No se reparten premios. Ese es para Huerga el valor sagrado de las palas. No le gustan las competiciones. Tampoco le gusta el cambio de modelo de pala que propone Torres.

–Eso no es innovación, es dejar de lado lo de aquí para traer lo de fuera, es copiar, cambiar. Yo juego con la pala de siempre, con la pelota de siempre y como he jugado toda la vida, como me enseñaron a jugar.

Dice Huerga. Juega en la misma zona que José Manuel Torres desde hace años, pero no recuerda haber jugado nunca con él.

 

El torneo

Torres puede presumir de haber puesto a jugar juntos a palistas de 50 países. Es uno de los tres récords que estableció el primer fin de semana de septiembre. Organizó en Santander el primer torneo internacional de palas. Las pelotas sonaron 58 horas seguidas. Mil palistas jugaron a la vez durante 15 minutos. Y 30 parejas de 16 países compitieron en un torneo –los griegos se trajeron el radar–. Cada jugador usó la pala que quiso. Se compitió con pelotas de frontenis. Ganó una de las parejas griegas. La primera pareja cántabra quedó en sexto lugar.

–Muchos se han dado cuenta del nivel que hay fuera. Podemos aprender de ellos o quedarnos donde estamos. No hay que tener miedo, pero tampoco cerrar los ojos.

Dice Torres. Este invierno pidió tiempo prestado a su familia y a su negocio para organizar el torneo, un paso importante en su ambicioso proyecto:

–Quiero que Santander sea la capital mundial de las palas, un lugar al que venga a jugar gente de todas partes, y que desde aquí se dé a conocer el juego en toda España.

El sueño de Torres recuerda a lo que hizo en 1965 otro santanderino, Jesús Fiochi, pionero del surf en España. El surf se practica hoy en cualquier playa española donde haya olas y cuenta con unos 25.000 deportistas federados. El principal deporte autóctono cántabro, el bolo palma, supera las 2.000 licencias en la región y es irrelevante en otros territorios.

 

(Las imágenes son cortesía de Mela Revuelta y Manuel Ruiz)

18 respuestas a «Los palistas: una tribu que juega muy en serio»

Todo un deporte en el que lo único y grande que se gana es un buen rato, como bien dices. Me encanta que se de a conocer como una tradición en Cantabria. Buen artículos.

Excelente reportaje sobre las palas. Enhorabuena. Su autor ha sabido recoger la esencia de este juego tan singular.

Desde luego que no conozco mejor deporte o pasatiempo en el que poder descargar adrenalina y desconectar de todo al mismo tiempo… El juego de las palas debería no solo ser reconocido como un deporte autóctono, que va, las palas cántabras deberían ser obligatorias por prescripción facultativa; sin duda el mejor remedio para liberar tensiones, olvidarse de preocupaciones, reducir el estrés diario, divertirse, una excusa para hacer amigos y estar en contacto con la naturaleza, bajo el sol o la lluvia, pero al aire libre al fin y al cabo… El que no lo haya probado aun, tiene que ir a Santander y probar suerte, pero cuidado, es adictivo, tan adictivo como observar a los palistas profesionales… así que mucho cuidado, no vaya a ser que entre la belleza de las playas norteñas y el efecto terapéutico de las palas cántabras no vayas a querer volver de donde hayas venido…

Me ha encantado el artículo y me ha traído gratos recuerdos. Gracias Juan!

Muy interesante! Desconocia que hubiese tanta afición. He descubierto una bonita tradición deportiva y un poco más de história de nuestro pais!!

Algún que otro verano disfruté de Santander, y desde el principio me sorprendió el tamaño de las palas, en ninguna otra playa de España las he visto parecidas. Conservar y reconocer esta identidad es un acierto. Ojalá toda tradición fuera tan respetable.
Adelante!

Para un amante a las palas, este es el proyecto deportivo más bonito que se puede echar a las espaldas.
Gracias a la escuela de palas, el futuro que le espera a este deporte, es muy prometedor.
Y desde aquí animamos a todos a practicar este deporte y conocerle más en profundidad.
Os encantará.

Facebook. Escueladepalas.com

También se juega así en Asturias. Yo, incluso tengo mis palas en Marbella pero no las uso, aquí utilizan la pelotita esa de plástico, pero es otro juego, nada que ver. Como anécdota ví en Puerto Rico hace años una modalidad de competición con red y una lona al fondo que definía por donde debe ir la pelota,¡muy interesante!

hola soy de PERU y aquí lo llamamos paleta playa. a mi y a las personas con las que juego nos gusta pegarle fuerte es mas divertido, pues la unica regla es pegarle al otro jugador con la pelota(quemarlo) y por supuesto no dejar caer la pelota. yo juego con pelota de tenis(wilson, pen) aun estoy buscando nuevas opciones y mas contrincantes.

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