Si tu cuenta está más seca que un brazo de Franco (¡ay, perdón, no mentemos a la bicha!) y tu coche necesita un tuneo que no te puedes permitir, Peggy Noland podría echarte una manita muy económica y resultona. Garantizamos que tu coche no pasará desapercibido y que no lo reconocerá ni el mecánico que lo parió. También que te aguantará unos cinco añitos (si no te cansas antes de verlo), lo justo para que ahorres y puedas pillarte otro nuevo (y más vulgar). Eso sí, antes tendrás que convertirte en su amigo, porque este tipo de favores no se los hace a cualquiera.
Noland es una artista estadounidense de Kansas City afincada en Los Ángeles que empezó su carrera en la moda. Abrió su propia tienda y entre modelo y modelo, empezó a diseñar espacios. Su estilo mezcla el Pop Art y el humor con las extravagancias japonesas, las marcas y logos comerciales y unos colores tan brillantes que no hace falta consumir LSD para saber lo que se siente con un subidón cósmico y lisérgico.
Como ella misma afirma en su web, absorbe el mundo a su alrededor y lo refleja de nuevo a través de un espejo distorsionado, como los de los parques de atracciones. Muy loco todo y tan hipnótico que no sabes si echar a correr o quedarte pasmado esperando a ver qué otra locura se le ocurre.
En su Instagram muestra algunas de sus grandes pasiones. Entre ellas, los coches. Pero no los coches nuevos ni lujosos. Prefiere los de trapillo, esos que podrían perfectamente jubilarse con honores, pero que aún pueden funcionar unos añitos más. Total, un lavadito de cara y a seguir contaminando.
El tunning le pareció una manera divertida de desarrollar su creatividad y se lanzó a ello con la decisión propia de una insensata, que es la que mejor resultados da. Se informó, consultó varios tutoriales en YouTube sobre cómo forrar de vinilo un coche y no morir en el intento, y respondió a la llamada de auxilio Tashee Condolee, cantante, humorista a la par que amiga.
Condolee había visto algunos de los vídeos que Noland subía a YouTube en un proyecto que bautizó como Peggy’s Cartoon Up! Para ello, la artista usaba materiales muy baratos pero resultones. Hablamos de unos pocos cientos de dólares frente a los miles que supone un trabajo serio y profesional. Y no todos ellos entran en la ortodoxia del tuneo.
Su coche, un Honda del 2008, necesitaba una manita de chapa y pintura y recurrió a su amiga y vecina para dejarlo listo. Eso sí, la advirtió, sin pasarse con la originalidad, que luego la gente la señalaría por la calle y esa no era la fama que buscaba. Noland lo forró de vinilo iridiscente, bastante discreto si tenemos en cuenta otros diseños en los que se le dio carta blanca para hacer y deshacer a su antojo.
No sirvió para reparar los abollones, pero sí para disimularlos. «El parachoques está desplazado, y en el lado la pintura ya estaba un poco deformada antes de poner el vinilo, así que hay un pequeño punto ondulado, pero no me importa», comentó Condelee en una entrevista para el New York Times. «Los adolescentes piensan que es genial».
El de Condolee no ha sido el único coche tuneado por Peggy Noland. Ella pone su estilo y su imaginación, pero para crear el diseño, piensa antes en el dueño del vehículo, en sus gustos y en su carácter. Y a partir de ahí, ancha es América. Aunque usa el vinilo en la mayoría de los casos, también recurre a la pintura y a las telas de peluche para cambiar el aspecto de los vehículos. Así lo hizo, por ejemplo, con el de Mikki Yamashiro, una luchadora profesional conocida como Candy Pain. El resultado, júzgalo tú mismo.
Lo cierto es que no cualquier persona, por original, vanguardista y rompedora que se crea, es capaz de circular por el mundo con estas obras de arte extravagantes y fascinantes al mismo tiempo. Quizá en quienes sí lo hacen esté la auténtica definición de valiente.