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Si no puedes viajar, tu peluche lo hará por ti

Si tu peluche está en casa, aburrido y acumulando polvo, Sonoe, una emprendedora japonesa, tiene la solución para que tu muñeco no sea pasto de los ácaros.
Puede parecer que en Japón todo es posible. Es cierto. Desde encontrar habitaciones de hotel para llorar hasta cafeterías con peluches de compañía. Todo. Por eso no resulta tan disparatada la idea de crear una agencia de viajes para peluches si hablamos de un país en el que estos seres peludos tienen casi vida propia y en el que tantas personas se evaden de la soledad compartiendo su tiempo con muñecos.

«Hice una anguila -unagi- de peluche y le abrí un blog. Gradualmente, mis amigos empezaron a viajar por el mundo con ella. De hecho, ahora mismo estoy en Tokio y mi anguila está de viaje. Así descubro el mundo a través de ella», explica Sonoe a Yorokobu, recordando el origen de Unagi. «Si yo disfruto con esto, me dije, la gente que no puede viajar físicamente, que tiene demasiadas ocupaciones, sufre alguna discapacidad física, gente enferma, lo disfrutaría todavía más».
Lamentablemente en los tours que ofrece, el dueño no viaja con el peluche y tendrá que seguir sus aventuras desde casa, donde se le irá manteniendo al día a través de redes sociales. Las guías de viaje, Unana y Unasha, visten uniforme y tampoco son humanas.
El peluche probará la gastronomía japonesa, aprenderá japonés básico para desenvolverse y los fines de semana se irá de cervezas con los amigos que conocerá en diversas actividades lúdicas. Por menos de 50 euros, el peluche pasará unas vacaciones inolvidables de tres semanas. Basta enviar el muñeco a Tokio, informando de los cuidados específicos y necesidades que requiera tu mascota.
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En 2011, Daniel Bacho, de origen checo, también comenzó a ofertar excursiones para peluches en Barcelona, inspirado por la agencia de viajes para peluches Toy travelling, que surgió de un programa de la televisión checa en el que se premia la idea empresarial más original. Su página de Facebook permanece inactiva desde 2012 y su web ha desaparecido. Pero durante al menos un año, Emic, el peluche guía de Barcelona Toy Travel, también paseó a japoneses y británicos por la ciudad condal. El dueño no solo seguía las andanzas de su muñeco a través de la página de Facebook de la agencia, sino que su mascota disponía de perfil personal en la red social en la que compartía sus paseos por el Barrio Gótico, las Ramblas y hasta sus días de playa.
El caso de Sonoe va más allá, y lejos de parecer una broma, su proyecto tiene un origen conmovedor. Aunque se le ocurrió convertir su afición por fotografiar a su anguila de peluche en un negocio, está consiguiendo hacer felices a personas que a causa de enfermedad, discapacidad o falta de tiempo no pueden salir a recorrer mundo y lo hacen a través de sus peluches. Su proyecto triunfa tanto que, dice Sonoe, «los dueños de los peluches a veces acaban viajando a Japón, atraídos por la experiencia previa de sus muñecos». Más de seiscientos peluches han viajado a través de la agencia de Sonoe y algunos, asegura, incluso repiten.
 

Muñecos viajeros de compañía

Los muñecos viajeros comenzaron a proliferar en 2001. El gnomo de Amélie, que salió de su jardín a ver mundo, fue el pionero de estos peculiares exploradores. Desde entonces, son muchos los que viajan con peluches en busca de la postal perfecta. Siete años después de que se estrenara la película, un chico secuestró al gnomo de jardín de una anciana británica y lo devolvió a los siete meses, con sus fotos por el mundo y textos en los que narraba sus paseos por doce países y conclusiones sobre el sentido de la vida.
Oprah es un osito con vida propia. Cuando conocí a su dueña en Gales, no lograba comprender el extremo cuidado con el que Chiao Ling, que había viajado desde Taiwan, arropaba a Oprah. «He crecido con él desde los cuatro años. Ahora es mi mejor amigo y un miembro de mi familia. Viajo con él porque quiero compartir los buenos recuerdos que vendrán. También porque me siento insegura cuando viajo o cuando me separo de mi familia», cuenta Chiao Ling, ahora desde Taiwan. «Los lazos familiares son tan fuertes para nosotros que nos cuesta más afrontar la soledad. Cómo estar solo es una de las grandes lecciones en los centros públicos de terapia en Taiwan», dice.

Varios amigos taiwaneses de Chiao Ling  también viajan con sus peluches, aunque, lamenta, «se deshacen de ellos cuando duermen». Por eso, ahora que ha descubierto que existen agencias de viajes para peluches, está convencida de que si un proyecto similar al de Somoe «encuentra una oportunidad comercial en Taiwan, saldrá perfectamente adelante».
Oprah lleva veinte años recorriendo países como Estados Unidos, Singapur, Japón, Reino Unido, Corea y Australia. Su dueña, en realidad, teme llegar a los aeropuertos con él. «Siempre que viajo me aterra la idea de que la policía me pare, creyendo que escondo droga en el peluche».
Chiao Ling se graduó recientemente y cambió su foto de perfil en Facebook. Se trataba de un retrato de Oprah, con birrete y diploma. Fuera de la mochila de Chiao Ling, Oprah viaja con el cinturón de seguridad más que atado y hasta cocina calcetines. Ella se encarga de ponerle en situación, saca la cámara, e incluso prueba con varios disparos, por si el osito no ha salido favorecido.
Hace unos meses, Lucía viajó a Croacia con dos amigas. Pero, a juzgar por las fotos que compartían en redes sociales, era difícil saber si eran ellas quienes estaban viajando. «Entramos en una oficina postal para comprar unas postales y allí encontramos unas muñecas. Estuvimos bromeando porque se parecían a nosotras y decidimos que serían nuestros dobles en el viaje», cuenta Lucía. Compraron tres muñecas que aparecían siempre juntas en las fotos, sin sus dueñas, y en actitud de estar posando.

Las muñecas descubrieron el país tan a fondo que incluso las vimos ligando con chicos croatas en discotecas. «Se nos ocurrió que también deberían ligar. Así que nos pusimos el reto de conseguir una foto con unos chicos. A unos les dijimos que estábamos haciendo un juego, una crítica satírica a las fotos que todo el mundo se hace. Así que sujetaron nuestras muñecas y se hicieron la foto con ellas».
 

Coachsurfing para peluches

Toyvoyagers.com es la web de un proyecto que pretende incitarte a viajar con el peluche de otro. Neil Collins quería comprobar qué hace la gente cuando encuentra algo en la calle y hace diez años dejó varios peluches en zonas públicas de Warwick (Inglaterra).
Cada uno viene con una clave que permite a quien lo encuentre acceder a un espacio personalizado de la web en la que puede compartir las aventuras del muñeco. La idea es que el peluche pase por diferentes manos, así que, una vez finalizado el viaje, el usuario tiene que volver a dejarlo en un lugar público hasta que otra persona lo encuentre.

«Dimos la posibilidad de que la gente creara su propio código en la web e hiciese lo mismo con sus muñecos y el proyecto empezó a crecer», explica Neil Collins a Yorokobu. «Abrimos un foro y descubrimos que miembros de todo el mundo habían empezado a ofrecer alojamiento a los otros y visitas guiadas en sus ciudades», dice asombrado.
Ahora la web funciona en dos sentidos: lo que él llama dispersión salvaje y alojamiento. La segunda, viene a ser algo así como coachsurfing, y los usuarios envían peluches a otros miembros para que los alojen y los saquen a pasear. Neil ya no reparte peluches en su ciudad. «Aunque ahora la web sobrevive gracias a los miembros, nos sigue pareciendo impresionante ver qué está pasando», nos cuenta.
Puede parecer disparatado, pero gracias a las agencias de viajes para peluches, los niños enfermos pueden ser un poco más felices. Esos seres peludos que surgieron cuando Roosvelt no se atrevió a disparar a un oso decrépito, cuya caricatura en los periódicos inspiró al primer fabricante de peluches, cada vez ayudan a más adultos a afrontar la soledad, llevar una vida más fácil y divertirse.

Por Virginia Mendoza

Periodista y antropóloga. Autora del libro 'Heridas del viento. Crónicas armenias con manchas de jugo de granada'. Empecé a escribir en los márgenes de los prospectos. Ahora en Yorokobu.

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