Los vuelcos obligan a la renovación de los procesos. Por eso, cuando Carolina Lindberg metió su vida en cajas y se mudó al Reino Unido, comenzó a plantear las cosas casi de cero.
El traslado supuso «el paso a un periodo de experimentación e introspección en el cual comencé a sentirme muy atraída por el estilo Art Nouveau, símbolo de la mujer y de la naturaleza», explica.
Así, elementos que no habían estado en su trabajo de manera consciente comenzaron a aflorar en las imágenes que creaba o en las tipografías display que acostumbra a diseñar.
El cambio de los telones de fondo, de luz y de horas variaron también su pulso creativo. «Algo que hago mucho por aquí es perderme en charities y tiendas de libros de segunda mano en buca de alguna buena editorial de moda de revistas antiguas, de donde recibo mucha inspiración».
De esta manera, en su caja de herramientas creativas entraron los libros antiguos y sus tipos; la clásica joyería británica de plata, tan del gusto del condado de Surrey y, desde ahí, del mundo entero, y muchas de las cosas que ponen el alma de Lindberg en efervescencia.
Entre esas cosas está la limpieza del óxido de la cadenas de las mujeres. «Me hace muy feliz que las mujeres y las minorías como el colectivo LGTB nos estemos levantando cada vez más para luchar por unos derechos que nos pertenecen. Ser una mujer independiente y emprendedora me hace sentirme muy feliz». Eso, y un día de sol en Londres, que también se agradece.
El resultado de todo el meneo es el lettering de Carolina Lindberg para Yorokobu, tan de joyero y tan callejero a la vez. Tan de campiña y tan de callejón de East London.