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Y se rompió el amor…

¡No te aguanto más! ¡No te soportoooooo!, gritó Ella y salió dando un portazo. Él quedó allí de pie, mudo, sin saber qué decir, mirando la puerta por la que había salido su compañera de toda la vida. Y lloró. Lloró por todos aquellos años en los que habían permanecido unidos, tan juntitos, tan pegaditos el uno a la otra que despertaban la envidia de todos cuando los veían aparecer. ¡Qué buena pareja hacen!, murmuraban cuando les miraban caminar de la mano.


Sin embargo, las apariencias engañaban. Se quisieron mucho pero los años acabaron desgastando aquella relación. Se les rompió el amor de tanto usarlo, que cantaba la Jurado.

Cuando Ella abandonó el hogar que les había cobijado todo aquel tiempo se sintió liberada, feliz… y sola. Quería ser libre pero no sabía serlo sin Él. Así que pasadas unas horas de deambular pensando en todo lo ocurrido, decidió volver a casa para hablarlo. ¿Arreglar las cosas? No sabía, no estaba segura. Quizá sí, quizá no…

Él abrió la puerta y la encontró allí. No te hagas ilusiones, le espetó ella a la cara. Esto no es una reconciliación. Solo he venido a darte una explicación. No es justo que me vaya así.

Y hablaron. Hablaron largo y tendido durante días y días. Se querían pero no se aguantaban. Necesitaban su espacio. Por otro lado, estaba el dichoso problema económico. Tenían una hipoteca que pagar y no estaba el bolsillo para divorcios. Y el disgusto que se llevaría Mamá si se enterara de su separación. Podría provocarle un infarto y la pobre ya estaba demasiado mayor para malos tragos como este. Así que, después de mucho darle vueltas, encontraron una solución. Se mantendrían unidos delante de Mamá. Buscarían un asesor matrimonial que le ayudara a Él a aceptar la ruptura sin traumas.Y si mientras tanto se cruzaba por el camino algún moreno golosón con el que divertirse un rato, Ella desaparecería de escena y Él llamaría a sus amigos más leales para llorar con ellos las penas del amor. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Bien, descifremos el relato. Y sustituyamos ‘Ella’ por ‘T’ y ‘Él’ por ‘Pos’.

Hasta ahora, escribíamos siempre ‘post’ pero las tornas han cambiado y la RAE nos dice que es preferible usar ‘pos’. Ojo, que no dice que sea incorrecto, no. Que es PREFERIBLE. O sea, que hagáis lo que queráis pero si vais de modernos, de ir siempre a la última, deberíais escribirlo sin ‘t’. A veces, seguir las normas es lo más rompedor.

Aunque, cuidadín, que no todo el monte es orégano y hay una excepción: seguiremos escribiendo ‘post’ si la palabra a la que se une empieza por ‘s’ para evitar que vayan dos seguidas. De esta manera, escribiremos: posguerra, posdata, posparto pero: postsocialismo o postsindical. O sea, si Mamá está delante fingirán ser el matrimonio ideal.

Si la palabra a la que precede el prefijo que nos ocupa es compuesta, lo escribiremos separado y sin ‘t’: pos Edad Media, pos guerra civil. O lo que viene a ser lo mismo, los amigos leales de Pos le ayudarán a superar la ausencia de su amada.

Y si la palabra siguiente es un nombre propio, una sigla o una cifra, llegará el asesor matrimonial en forma de guion y los separará para siempre. O, dicho de otra manera más llana, lo escribiremos así: pos-Picasso, pos-Renacimiento.

¡Y ahora, todos juntos!: “Se nos rompió el amor de tanto usaaaaaarlo…”

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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