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¿Podemos vivir del aire?

Los veganos se alimentan exclusivamente de vegetales. Los crudívoros no comen nada cocinado. Unos y otros son poco menos que unos glotones para los respiracionistas que, como su propio nombre indica, sólo se “alimentan” del aire o, más exactamente del “prana”, la “energía vital” que, según el hinduismo, nos rodea, nos impregna y, eventualmente, nos alimenta.

El documento fundacional del respiracionismo en occidente es el libro ‘Viviendo de Luz’ (‘Living on Light’), escrito por la australiana Jasmuheen (nacida Ellen Greve) en los años 90. En él se detalla un programa de 21 días para convertirse al respiracionismo, y subsistir a partir de entonces sin tomar nada más que una taza de té de tarde en tarde. El libro y su autora se hicieron tristemente famosos después de que varias personas murieran de inanición al llevar a cabo el programa descrito en él.

Mucha más repercusión (y ningún fallecido, que se sepa) ha tenido el documental ‘Vivir de la luz’, que ha circulado ampliamente entre adeptos a la Nueva Era y místicos de toda índole gracias a la magia de Internet. Por sus fotogramas desfila el who is who del movimiento de los deglutidores de prana, incluyendo el indio Prahlad Jani, que asegura llevar 74 de sus 82 años sin comer ni beber ningún tipo de líquido ni, por cierto, defecar ni orinar.

El argentino Víctor Truviano no aparece en el documental, pero es uno de los respiracionistas más afamados del mundo. O más exactamente, “pranista”, en tanto asegura llevar 6 años sin ingerir sólidos y 5 sin tomar ni una gota de líquido, incluyendo agua. En el momento de escribir este artículo, imparte en España su curso “Mente pránica, cuerpo pránico”, un proceso de 11 días cuya finalidad “no es dejar de comer, aunque es algo que ocurre con frecuencia”. 19 personas iniciaron este mes de septiembre el curso en una casa rural de la sierra de Gredos, a razón de 900 euros por cabeza (no incluye comidas).

Contacto por teléfono con Víctor el segundo día del curso. Su voz es dulce y transmite esa paz que, asegura, se alcanza tras la dura dieta: “Mi intención con el curso no es poner foco en dejar de comer, sino entrar en un estado de conciencia que trascienda la necesidad de ingerir alimentos externamente, algo que en muchas ocasiones nos sirve para tapar emociones. En mi caso, renunciar a los alimentos es algo natural desde que era niño”.

¿Se puede vivir realmente todo ese tiempo sin comer ni beber, como aseguran hacer Truviano o Jani? Solicito la opinión de un médico, Jesús Becerril, pediatra y moderadamente entregado a los menesteres espirituales: “En la literatura médica se registran casos de personas que han aguantado más de 200 días sin comer nada sólido, no sin beber, pero se trataba de gente de gran obesidad, sometidos a un severísimo régimen”. “En caso de privación de alimentos, el cuerpo consume el azúcar, a continuación las grasas, luego el músculo y, finalmente, mueres de inanición”.

Vuelvo a Gredos, para plantear a Víctor Truviano la objeción más habitual que surge a cualquiera cuando oye hablar del respiracionismo: si fuera posible “vivir del aire”, nadie tendría por qué morir de hambre. Sin embargo… “En principio no puedo entender que alguien muera de hambre –responde Truviano-. Quizá no saben que pueden vivir sin comer y podría tratarse de una creencia. Al fin y al cabo, somos animales de costumbres”.

Se trata, por tanto, de una cuestión de actitud. La respuesta del pranista entronca con una creencia muy extendida en círculos esotéricos: que nuestra mente crea la realidad y, por tanto, cambiar de creencias supone “transformar” la realidad. En el caso que nos ocupa, el niño que muere de inanición en Darfur es cautivo de una cosmovisión que le obliga a comer todos los días para sobrevivir.

Recurro de nuevo al doctor Becerril para resolver esta duda: ¿puede la “intención” con la que ayunemos influir fisiológicamente? “No –responde-. Desde el punto de vista puramente físico, la intención no influye. Lo que sí afirma la Teoría de la Relatividad de Einstein es que la energía puede convertirse en materia, así que en teoría debería ser posible efectuar la transformación. Otra cuestión es conseguir que esa energía [el prana] pueda transformarse en algo tan complejo como las vitaminas o las proteínas que las células necesitan para alimentarse y renovarse. Para mí es el equivalente a decir que a partir de la meditación puedes crear un iPad. Tendría que verlo para creérmelo”.

En el documental citado anteriormente, ‘Vivir de la luz’, aparecen varios médicos que, como Jesús Becerril, se declaran escépticos sobre la posibilidad de vivir sin comer pero no pueden por menos que reconocer la anomalía que representan casos como los allí reflejados. Incluso uno de los entrevistados, el doctor Jakob Boech, asegura haberse convertido al respiracionismo, renunciado a ingerir alimentos hace años.

¿Puede que Truviano, Boech, Jani o Jasmuheen sean anomalías médicas o incluso puntales de una evolución de la especie en una nueva relación con el entorno, una suerte de mutantes? “Esa posibilidad existe, pero es muy remota”, opina el doctor Becerril. “En el caso del santón indio me parece más factible otra posibilidad que es la llamada “mentira sagrada”, gente que trata de convertirse en un ejemplo, llevado al límite, para cambiar la actitud de los demás”.

Esta actitud a la que se refiere el galeno el despilfarro de alimentos y la sobrealimentación en los países más ricos y en las clases más opulentas del mundo: “Es un hecho que el consumo excesivo de alimentos, de proteínas, deteriora nuestro cuerpo; el hígado, el riñón se oxidan mucho más rápido. Podemos vivir con mucha menos cantidad de alimentos, como sabe cualquiera que haya viajado a África o la India”, recuerda Becerril. “Pero los ayunos no son positivos desde el  punto de vista médico. En biología nada radical suele ser bueno, aunque reducir la ingestión calórica sí me parece positivo”.

Entre tanto, en una remota casa rural de la provincia de Ávila 19 personas llevan siete días sin probar bocado. Seguiremos informando.

Foto: NASA, Ilustración: Juan Díaz Faes

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