Icono del sitio Yorokobu

Puppy play: jugar o tener sexo disfrazado de animal

Todos tenemos un amigo ‘oso’, ese tipo de barba y pecho peludo que usa camisas leñadoras. Lo que no es tan habitual es tener amigos ‘cachorros’, ‘peludos’ y ‘ponis’. Estos otros fetiches son más íntimos, más difíciles de descubrir. Pero sus nombres nos dejan pensando si estas elecciones sexuales serán divertidas, juguetonas o perversillas. Probablemente, un poco de las tres.

puppy play

Quizá por ese carácter juguetón, el mundo del fetiche no habla de follar sino de ‘jugar’. Y si dudamos de la ‘normalidad’ de quienes las practican, también dudamos de la nuestra por pasar noche tras noche en casa mirando series en pantuflas. Lo que curiosamente también es normal es que el cuero, el látex y las cadenas siempre nos despierten la curiosidad. En qué grado, ya es una cuestión de gustos.

puppy play

Ser cachorro o puppy consiste en jugar con el amo o el entrenador, pero es aquél quien demanda más atención y cariño. Tanto hombres como mujeres participan del puppy play, una manera divertida de demostrar afecto y ternura. Ternura que no siempre culmina en gratificación sexual. Los cachorros usan rodilleras y mitones para sentirse más cómodos. Pero el collar, la correa y el comedero siempre son un plus a la hora del amor.

puppy play

Para muchos es una manera de no repetir los roles tradicionales de amo y esclavo. «Los nuevos fetichistas prefieren un sexo menos estructurado», explica Jorge Portillo, organizador de Pound Puppy, en San Francisco. Para Tom, un técnico de sonido londinense, el sexo es lo menos importante: «Ser Puppy es disfrutar de las cosas simples y no preocuparte del dinero, la comida, la casa». Pero nada es sencillo, Tom tuvo que dejar a su prometida y hoy tiene una relación con su entrenador.

puppy play

Los peludos o furries pueden ser hombres o mujeres, heterosexuales o gays. Para unos ponerse un traje peludo es un fetiche, para otros es tan emocionante como vestir el uniforme de Star Trek. Pero lo que atrae a unos y otros es poder convertirse en un personaje de dibujo animado. De hecho, desde su juventud muchos furries han deseado poder llegar a tener forma de animal. «No es algo que le pase a muchos», se sincera Marshall Woods, un informático de Acron (Ohio, EEUU).

puppy play

«Pero ahora que soy viejo, y todos saben que soy raro, ya no me escondo más», remata Woods. Los furries que sexualmente prefieren peluches antes que a humanos se llaman plushies. Para estos, la empresa Fetish Zone fabrica perros de tamaño real, que vienen equipados de un orificio estratégico para el placer (SPH, en inglés), que se quita y se lava. Sólo cuesta 128 dólares y lo envían a domicilio.

puppy play

Los ponyboys y ponygirls suelen ser miembros de la comunidad BDSM: bondage, dominación y sadomasoquismo. En BDSM la humillación forma parte del juego erótico, y por tanto en las sesiones de ponyplay el poni debe asumir el rol pasivo. Las mujeres llevan los accesorios típicos de los deportes ecuestres: herraduras, bridas, bocado, montura y cola falsa. Y a veces hasta monturas.

puppy play

El caso de los ponyboys es parecido pero con una exigencia y riesgos mayores. Estos deberán conocer sus límites físicos; y su ama, vigilar que su poni no se deshidrate ni sufra problemas de circulación o respiratorios. En el mundo del BDSM, la lycra, el látex y la goma juegan un rol importante, y los adeptos a los ponis tienen todo tipo de productos a su alcance. Dicen que los trajes de cebra son especialmente atractivos.

puppy play

Pero no todo es juego. Hay quienes no mantienen relaciones con personas disfrazadas sino con animales de verdad. Son los zoófilos. En muchos países las leyes no estipulan que las relaciones sexuales con animales impliquen necesariamente abuso. Los zoófilos por su parte argumentan que el consentimiento no es relevante pues ni la caza, ni las pruebas de laboratorio, ni el sacrificio de animales para el consumo, toman en cuenta el consentimiento del animal.

puppy play

En Dinamarca la batalla legal y ética entre los defensores de los derechos de los animales y los zoófilos es a saco. Por lo que vale la pena ponerse las pantuflas, quitar la serie y zambullirse en el interesantísimo y perturbador reportaje sobre la pugna entre los activistas y la Zeta Organization. El informe da para pensar si lo que hacen los zoófilos es divertido, juguetón o simplemente perverso. Quizá después, que alguien se disfrace de animal peludo y ‘juegue’ con un perro de peluche parecerá hasta lógico.

puppy play

Salir de la versión móvil