En los primeros noventa el feminismo había perdido un poco de atractivo para la gente más joven. Se seguía luchando por la representación femenina en las empresas, en los gobiernos…. pero eso a las adolescentes norteamericanas de la época, por muy importante que fuera, les pillaba un poco lejos.
Ellas vivían problemas más cercanos: había frustración, falta de referentes, mucha violencia sexual, poca seguridad en sí mismas y amenaza de retrocesos en el derecho al aborto. En ese clima, y como reacción a las actitudes sexistas que se estaban imponiendo en la escena punk americana, surgió el movimiento riot grrrl.
[pullquote]La banda surgió con la intención de fomentar la participación femenina y cimentar una comunidad feminista a través de la escena punk[/pullquote]
Las riot grrrls fueron unas chicas que dijeron basta. Que pidieron a las mujeres que pasaran a la primera fila. De los conciertos y de la vida. Que dejaran de ser meras espectadoras o personajes secundarios y se hicieran con el protagonismo de sus proyectos. Propusieron que cogieran instrumentos, escribieran, crearan, hicieran fanzines, se movilizaran políticamente, se quisieran… No importaba el amateurismo porque lo relevante era lo que tenían que decir.
Y en este movimiento, Bikini Kill fueron una de las puntas de lanza. Originarias de Olympia, ciudad universitaria muy cerca de Seattle, se formaron al comenzar los 90. La banda surgió con la intención de fomentar la participación femenina y cimentar una comunidad feminista a través de la escena punk.
Tres mujeres y un hombre consagrados a una misma misión: que se construyeran redes de chicas que tocaban, montaban conciertos, se expresaban artísticamente o hacían fanzines.
Las mujeres en la música como resistencia cultural. O Revolution Girl Style Now, como lo llamó su batería Tobi Vail. Su cantante Kathleen Hanna, además de muchas otras cosas, fue la responsable involuntaria del título de la canción con la que irrumpió Nirvana.
En esa época Tobi y ella salían con Kurt Cobain y Dave Grohl, que entonces vivían en Olympia. Una noche volvían de hacer carteles pro derecho al aborto y pasaron por su casa, con un espray en la mano y unas cuantas cervezas en el cuerpo. Y a Hanna se le ocurrió pintar en la pared de la habitación de Cobain una chorrada: «Kurt smells like Teen Spirit».
Si en su faceta más descerebrada era capaz de bautizar a la canción que nos taladraría la cabeza poco después en las radios de medio planeta, en su faceta más revolucionaria Hanna sabía perfectamente de lo que hablaba en las letras combativas de Bikini Kill. Trabajaba ayudando a mujeres víctimas de abusos sexuales y violencia doméstica, y su día a día era escuchar historias reales de maltrato y agresión sexual.
Bikini Kill asumieron como suyo el chillido que más de una década antes había servido de intro a una canción de los británicos X-Ray Spex: «Algunos piensan que las chicas jóvenes debemos ser vistas pero no escuchadas, pero yo digo: ¡que le den a la opresión!». Y durante sus siete años de vida, fueron la parte más visible del movimiento riot grrrl.
Con unas letras altamente reivindicativas y unos conciertos que no evitaban la confrontación, llevaron su mensaje a todos los rincones de Estados Unidos y a unos cuantos del extranjero. Siempre en un circuito minoritario, pero dejando huella. Y conviviendo con la polémica.
[pullquote]Ahora es una celebración del feminismo. Y un grito de guerra para las niñas que quieren hacerse dueñas de sus vidas y encontrar su lugar en la música[/pullquote]
Porque estábamos casi en el siglo XXI y Bikini Kill tocaban en lugares en los que la igualdad de las mujeres estaba garantizada por ley, pero sus mensajes no eran siempre bien recibidos. Las acusaron de odiar a los hombres, había amenazas de bomba en los locales donde tocaban, les lanzaban objetos y los insultos estaban a la orden del día.
En más de una ocasión tuvieron miedo a subir al escenario. Y la vez más extrema, mientras oían perfectamente a una horda de garrulos fuera de la sala gritando exabruptos cargados de violencia, solo consiguieron sacar fuerzas para salir a tocar cuando las chicas del público empezaron a corear Rebel girl.
«When she talks I hear the revolution
In her hips there’s revolution
When she walks the revolution’s coming
In her kiss I taste the revolution»
Rebel girl llegó en 1992 y pronto se convirtió en el himno de las riot grrrls. Las relaciones personales dentro de Bikini Kill no estaban en su mejor momento. Tenían tiranteces. Se habían trasladado a la otra punta del país, a Washington D.C., y el cambio no había sido fácil. No era todo de color de rosa dentro del grupo. Pero consiguieron enfocar su energía creativa y parir una canción que destilaba a la vez furia, sonoridad y cierta candidez adolescente.
Una canción de la que se grabaron tres versiones en apenas tres años. Cruda y áspera al principio, Rebel girl se poperizó al llegar a las manos de Joan Jett. La californiana produjo su versión más melódica, aunque el tema no perdió un ápice de su poderío.
Nunca fue un éxito comercial, pero desde el principio fue un himno. Han pasado treinta años desde su publicación y Rebel Girl no hace más que crecer. Ahora es una celebración del feminismo. Y un grito de guerra para las niñas que quieren hacerse dueñas de sus vidas y encontrar su lugar en la música.
Se incluye en muchos programas de educación musical y sigue sonando en los Rock n Roll Camps for Girls, esos campamentos mayoritariamente femeninos en los que, a través de la música y con Rebel girl como banda sonora, se sientan las bases para luchar contra el sexismo, el racismo y la discriminación en la vida adulta.
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