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Relacionas libidinosas

Se habían conocido en un chat en internet hacía unos meses y como parecía que la atracción era mutua habían concertado una cita para conocerse en persona aquel sábado. Ella había llegado primero. Mientras esperaba imaginaba cómo sería él. Cómo serían sus ojos. Sus manos. Su boca. Mmmm, la boca… El calor iba en aumento.
Si todo iba como esperaba, aquella primera cita sería el preludio de una intensa, loca y subida de tono noche de amor. Pasaban cinco minutos de la hora. Ella miraba impaciente por la cristalera buscando al que podría ser su gran amor. ¿Será ese? ¿Aquel? No, ninguno llevaba un libro en la mano, tal y como habían acordado para reconocerse. Hasta que por fin le vio entrar. Alto, guapísimo, pelo negro y algo rizado, ojos enormes y oscuros, sonrisa abierta y unos labios carnosos y sensuales. La estampa superaba con creces lo que había imaginado. Él la miró desde la puerta. Ella le confirmó con los ojos que sí, que era ella. Le veía acercarse. Notaba cómo le ardía la cara delatando así toda la atracción sexual que le provocaba. ¡Ya estaba allí! ¡Por fin!
“Hola, perdona, llego tarde. Pero más vale tarde si la dicha es buena, ¿no?”, dijo él a modo de saludo. Ella ya no le escuchaba. El calor desapareció y el color sonrosado de sus mejillas tornó a un blanco pálido, mortecino, cuando de aquella boca carnosa y sensual salió el hedor más horroroso que jamás había sentido.
¡Vaya bajón!, ¿eh? Soy mala, lo sé. Pero, venga, remojaos la cara con un poco de agua fría que ahora viene lo bueno.
Esta vez no vamos a centrarnos en el cómo se escribe, sino en el cómo se pronuncia. Un poquito de atención que quiero que quede claro, clarito, claro. Lo que siente la chica de la historia es una intensa atracción sexual. Y eso, queridos y queridas, se llama LIBIDO. Pero pronunciado así: li-BÍÍÍÍ-do. Es decir, palabra llana y femenina —otra cosita a remarcar y a recordar— que lleva el acento en la segunda sílaba (BI). Y LÍVIDO es como se queda un catedrático de la RAE (y yo misma) cuando lo escuchamos mal pronunciado. O sea, palabra esdrújula que lleva el acento en la primera sílaba (LÍ) y que significa ‘amoratado’ o ‘pálido’, como es el caso.
Sí, lo sé: libido suena feo. Y puede que su sonido nos excite menos que ver un documental de anguilas. Pero también los feos y las feas tienen derecho a existir y a ser respetados en toda su pronunciación. Digo yo, ¿no? Así que, por favor, no me hagáis palidecer más, que se acerca el veranito y quiero presumir de buen color.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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