El conserje del hotel en el que se dejó la vida afirmaba que no, que en su opinión Janis Joplin no era una persona feliz. La propia Joplin afirmó que cuando salía a la escenario hacía el amor a 25.000 personas pero que, cuando todo acababa, volvía sola a casa.
La cantante tejana murió con solo 27 años, pero arrastraba un halo de tristeza y pesimismo que venía desde muy atrás. Nunca lo tuvo fácil y, como muestra de ello, los miembros de una fraternidad de su universidad, la Universidad de Texas, la nombraron Hombre Más Feo del Campus 1963.
Tras esa hiel y ese rechazo, se echó a la carretera y llegó a la bahía de San Francisco haciendo autostop. En aquella ciudad, una banda que poco antes había triunfado en el festival de Monterrey, Big Brother and the Holding Company, andaba a la búsqueda de cantante. Janis Joplin consiguió el empleo y con él, su pasaporte efímero para vencer a la tristeza.
Cuando Pearl subía al escenario, se transformaba en un vórtice generador de energía y sensaciones totalmente imparable. Su carrera duró solo nueve años. Le sobró tiempo para convertirse en la voz más peculiar de la historia del rock.
Aunque solo uno de ellos, en 1992, se catalogó como Janis, todos los huracanes deberían bautizarse con su nombre. Porque, además, tras ellos aparece de nuevo la vida y la luz.
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Rock ‘n’ Draw es una sección que cuenta cada dos semanas historias del pop y el rock de los últimos 80 años que merecen ser contadas. Os proponemos textos breves y las emocionales ilustraciones de Óscar Giménez, especialmente creadas para contar cada historia de un vistazo.
Si quieres ver entregas anteriores, acerca de Eagles of Death Metal y la sala Bataclan, de la muerte del Lemmy Kilmister, la obsesión de David Bowie por el cosmos o el tiempo que PJ Harvey pasó encerrada en una caja acristalada, las tienes a un clic.