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Películas llenas de gente que corre

La butaca de un cine o el sofá se convierten en ocasiones en pistas de atletismo y rutas en las que los espectadores compartimos las ilusiones y la fatiga de quienes corren por ambición deportiva o por un deseo de superación personal. El listado de películas que nos pueden hacer sudar por su vinculación con el hecho de correr es interminable.

Aunque existían algunos precedentesespecialmente en forma de documental, con el genial Olympia (Leni Riefenstahl, 1938) como referente la adaptación cinematográfica de la novela de Allan Sillitoe La soledad del corredor de fondo (Tony Richardson, 1962) está considerada la primera película que utiliza el atletismo como hilo argumental. En este filme vemos cómo un joven británico de clase obrera, sin apenas recursos y recluido en un correccional por robar, encuentra sentido a su vida gracias a sus notables aptitudes para las carreras de larga distancia. En La prueba del valor (Michael Winner, 1970) se cuenta la historia de cuatro maratonianos (un inglés, un americano, un checoslovaco y un aborigen australiano) que preparan, cada uno a su manera y con diferentes motivaciones, su participación en los Juegos Olímpicos de Roma 1960.

Dustin Hoffman ya llevaba prácticamente una década entre las estrellas más cotizadas de Hollywood cuando protagonizó Marathon Man (John Schlesinger, 1976), aclamado thriller en el que el actor da vida a universitario que se ve involucrado en oscuras tramas mientras entrena duramente para correr su primer maratón de Nueva York.

Mucho menos reconocido, a pesar de su título, fue Running (Steven Hilliard Stern, 1979), filme protagonizado por un entonces emergente Michael Douglas, quien encarna a un hombre fracasado que afronta el reto de obtener la clasificación para los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 como única vía de salvación.

Si hay una película sobre atletismo que ningún aficionado al cine dejaría de mencionar es Carros de fuego (Hugh Hudson, 1981). Este filme ganador de cuatro premios Óscar (incluido el de mejor película) cuenta la historia de dos corredores británicos de distinta clase social que se entrenan para alcanzar su objetivo de competir en los Juegos Olímpicos de París 1924. La omnipresente banda sonora de Vangelis es tan célebre como la película o más.

La vida de Steve Roland Prefontaine, legendario fondista estadounidense que murió en un accidente de tráfico en 1975 con tan solo 24 años, dio lugar a dos películas: Prefontaine (Steve James, 1997) y Sin límites (Robert Towne, 1998). En la primera, protagonizada por un joven Jared Leto, se narra la meteórica y breve carrera de este atleta que acumuló todos los récords nacionales desde los 2.000 a los 10.000 metros desde la perspectiva de uno de sus entrenadores asistentes. En Sin límites, Billy Crudup firma una gran interpretación de Prefontaine en un filme que ahonda en la relación del atleta con su entrenador personal Bill Bowerman (interpretado por Donald Sutherland), cofundador de la firma deportiva Nike.

Como aportación más exótica al listado, incluimos la película surcoreana Marathon (Jeong Yoon-chul, 2005). Esta cinta cuenta la historia real de un chico de veinte años que, diagnosticado de autismo a los cinco, se entrena en pequeñas competiciones locales para ver cumplido su sueño de participar en una maratón.

Entre las películas más recientes encontramos 4 minute mile (Charles-Olivier Michaud, 2014), historia en la que de nuevo nos encontramos con la figura de un joven con problemas que encuentra su válvula de escape en el atletismo de la mano de un veterano entrenador. Por su parte, El héroe de Berlín (Stephen Hopkins, 2016) se centra en la vida del estadounidense Jesse Owens, legendario atleta negro que ganó cuatro medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 delante del mismísimo Adolf Hitler.

Por su parte, el cine en español también se acercó a la figura del runner en El corredor nocturno (Gerardo Herrero, 2009), producción hispanoargentina protagonizada por el gerente de una aseguradora (Leonardo Sbaraglia) que sale a correr por las noches para aliviar las tensiones laborales.

Aunque el atletismo o el running no sean parte esencial de su argumento, no podemos dejar de mencionar algunos filmes en los que los protagonistas nos han dejado escenas para el recuerdo a la carrera. Quién no recuerda a Sylvester Stallone corriendo por las calles de Philadelphia en Rocky II (Sylvester Stallone, 1979) al ritmo de la motivadora banda sonora compuesta por Bill Conti. Imposible olvidarse también del cautivador travelling que acompaña la carrera nocturna de Michael Fassbender en Shame (Steve McQueen, 2012), con la que intenta huir de los fantasmas de su adicción al sexo. Una liberación que experimentan muchos otros personajes, por ejemplo el interpretado por Whitney Houston en El Guardaespaldas (Mick Jackson, 1992): su entrenamiento era casi el único momento en el que la popular cantante se relajaba a solas, alejada de miradas ajenas e incluso de la de su fiel protector, interpretado por Kevin Costner.

Pero si hay una película que hace referencia al running de una manera memorable ésa es  Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994). La oscarizada película protagonizada por Tom Hanks alcanza uno de sus puntos álgidos cuando el entrañable Forrest se convierte, sin motivo aparente y calzando unas Nike Cortez que le ha regalado su amada Jenny, en un afamado y barbudo runner que atraviesa Estados Unidos acompañado por una legión de seguidores. La frase “corre, Forrest, corre” es historia del cine y también una de las más escuchadas por cualquier corredor en tono de broma.

2 respuestas a «Películas llenas de gente que corre»

Personalmente me marcó Gallipoli de Peter Weir. Las escenas del chico corriendo por el desierto o la carrera desesperada del final, ambas con Oxígene de Jean-Michel Jarre son extraordinarias. Si me gusta correr es porque vi cuando era bastante joven Gallipoli y Carros de Fuego.

Aunque la lista no es mala, está demasiado centrada en el cine anglosajón. Olvida una película alemana como «Corre, Lola, corre» donde cada una de las tres carreras define un posible resultado final de las vidas de los protagonistas, o el final de «Los cuatrocientos golpes», de Truffaut, con esa carrera final en la playa como símbolo de efímera libertad.

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