En un piso del barrio de Vila Isabel, en la zona norte Río de Janeiro, se esconde un tesoro musical tan preciado como desconocido: alrededor de 10.000 vinilos en perfecto estado y cuidadosamente conservados por manos hábiles y atentas. Es un buen pedazo de la historia musical de Brasil desde los albores de la discografía.
Hay ejemplares de la primera década del siglo pasado, los primeros vinilos de la Bossa Nova o los discos más representativo del Tropicalismo. Sandor Buys es un coleccionista discreto y obcecado. Ha dedicado gran parte de su vida a conseguir esos discos raros y hoy valiosísimos. «Siempre quise hacer un acervo extenso sobre la música brasileña y dejarlo en algún lugar, para las generaciones futuras», explica.
Durante años ha ido recorriendo los rastrillos de Río de Janeiro, en los que, además de los discos, ha adquirido conocimientos inéditos, fruto de la cultura oral de tradición africana que se conserva a día de hoy en Brasil. «Había unos viejecitos de 70, 80 y 90 años que se reunían en la Plaza XV, en el centro de Río, para hablar de música y vender discos. Ellos me enseñaron muchísimo », cuenta Sandor, que también es compositor y toca la guitarra. «Pasaba horas conversando con ellos. Me contaban dónde habían conseguido tal disco, lo que representaba en la historia de la música… Hoy ya no queda nada de eso. La mayoría de ellos ya han muerto», añade.
Este biólogo reconvertido a musicólogo reconoce que vivió el final de una época, cuando los vendedores acudían a los mercadillos en busca de clientes. «Ahora todo se compra y se vende por Internet. Esto ha cambiado completamente el panorama. Hoy sería imposible una convivencia con aquellos abuelitos llenos de sabiduría», señala Buys.
Una gran parte de su colección está formada por discos mecánicos, es decir, discos grabados antes de la invención de los micrófonos electrónicos. «Poseo más de 1.500 ejemplares de la fase inicial de la discografía brasileña, desde 1902 hasta la década de los años 40, que es una época muy importante y muy olvidada. Es más o menos el 25% de lo que fue grabado en ese período», asegura Sandor.
Es una cantidad realmente asombrosa, si tenemos en cuenta que por aquel entonces se producían muy pocos discos. El Museo de la Imagen y el Sonido de Río de Janeiro, por ejemplo, sólo posee 267 ejemplares. «Una de las razones que me motiva es que no existe una colección pública de esta etapa de la música brasileña. La tradición popular y folclórica de Brasil se está perdiendo y sentí la necesidad de rescatarla», aclara Sandor, que está escribiendo un ensayo sobre discos mecánicos de Brasil. «Mi objetivo es recuperar la memoria histórica a través de este enorme patrimonio», agrega.
Entre sus joyas está uno de las pocos ejemplares de Pelo Telefone, el primer samba grabado en 1916. «Este disco es muy importante porque se trata de la primera canción considerada oficialmente como samba, a pesar de que en realidad es otro ritmo, es un maxixe. Pero es fundamental para el comienzo de la discografía brasileña », explica Buys en el año en que se celebra el centenario de la samba.
Este género nació en los inicios de la industria fonográfica. Los discos mecánicos que Sandor reúne cuidadosamente en su casa reflejan el inicio de un estilo musical que se convertiría en el pasaporte cultural de Brasil, también gracias a la estrategia populista del entonces presidente Getúlio Vargas. «En estos discos está grabado el registro sonoro de toda una época. Es muy importante porque por las partituras no se pueden conocer los acentos y las formas de tocar o cantar de un momento concreto», cuenta este coleccionista.
Las grabaciones mecánicas eran realizadas de una forma bastante rudimentaria. Los estudios estaban ubicados en pequeños pisos del centro de Río, que todavía era la capital de Brasil. «Se usaban micrófonos mecánicos, hechos con un corneta de gramófono y con una aguja al final, que grababa el sonido en una superficie de cera», revela Sandor. «Nadie sabía exactamente lo que era un disco en aquellos años. De hecho, los discos eran vendidos junto a los artículos de magia y de cine. Era una gran novedad y, por supuesto, no era barata», añade.
La cera se prensaba en Río de Janeiro y se enviaba en barco a Europa, sobre todo a Alemania, para la fabricación final del disco. «Era una cera muy suave. Tardaba mucho tiempo en llegar al otro lado del océano. Hay documentos que muestran que los profesionales de esta incipiente industria se interesaron por estas grabaciones brasileñas, porque quedaban mejor que las hechas en Europa. La razón está en nuestro clima tropical, que conseguía derretir mejor la cera», narra Buys.
La naciente industria fonográfica acabó mudando y estandarizando la música brasileña. «Los primeros sambas tenían mucha improvisación. Sin embargo, los tiempos de grabación eran de tres minutos máximo. Los músicos tuvieron que adaptarse y las casas discográficas acabaron determinando la estructura de esta música. Podemos decir que los nuevos ritmos brasileños caminaron paralelamente a la discografía», recuerda este coleccionista.
Con la introducción de la grabación eléctrica, la música brasileña conoció su época de oro. «Este avance tecnológico cambió incluso la forma de cantar de los artistas. Con el micrófono mecánico se necesitaba un vozarrón muy potente, casi operístico. Con la llegada del micrófono eléctrico, alrededor de 1927, aparecieron en la escena musical intérpretes con voces más delicadas, como Noel Rosa o Mário Reis», cuenta Buys. Los solos de guitarra también se impusieron estilísticamente gracias a esta nueva tecnología.
Todos los ritmos del siglo pasado, desde el baião al chorinho, fueron grabados por las nuevas empresas discográficas brasileñas. En 1963 nació la casa discográfica Elenco Records, que en cuatro años lanzó 60 discos de un nuevo género que acabó conquistando todo el mundo: la Bossa Nova. Autores tan importantes como Tom Jobim, Vinicius de Moraes o Baden Powell quedaron inmortalizados en los surcos de estos discos. Sandor posee varios vinilos de este periodo, como Chega de Saudade, de João Gilberto, considerado un disco fundamental de la Bossa Nova, u Os Afro-samba, de Vinicius de Moraes y Baden Powell.
La colección de Sandor comenzó por los libros, volúmenes antiguos sobre la historia de la música y el folclore de Brasil. Hoy Sandor también posee centenares de libros y de revistas especializadas. Su sueño es convertir este patrimonio en una exposición abierta al público. Está intentando establecer una colaboración con el Instituto Moreira Salles, dueño de uno de los mayores archivos fotográficos de Brasil. «Dejar todo esto en una institución pública es arriesgado, porque en Brasil no hay un buena tradición de conservación», reconoce Sandor, que nunca pensó en vender su colección.
Mientras, ese guardián atento, jardinero fiel de millones de notas, sigue velando su tesoro musical en su piso de Vila Isabel, el barrio del famoso compositor Noel Rosa. Es su forma poética de retener el tiempo que pasa.
(Fotos: Valeria Saccone)
3 respuestas a «Sandor Buys, el coleccionista de 10.000 vinilos que vela por la historia de la música brasileña»
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Buen artículo. Esta colección es muy conocida en Brasil pero no tanto por aquí, donde también hay varios miles de aficionados a la música brasileña. La selección de las fotos con discos nada peculiares de artistas bastante conocidos puede ser un guiño al lego en la materia, pero no refleja el valor de la colección. Por último, no se hace mención a ninguna medida de preservación del material.
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