Bill Miller compró su Polaroid SX-70 en un mercadillo el pasado verano por lo que su adquisición fue, digamos, irreversible. No contaba con un ticket ni con una garantía que le permitiera devolverla tras comprobar que la cámara no funcionaba del todo bien. “Cuando empecé a utilizarla, me di cuenta de que estaba estropeada. A veces, al disparar, salían dos fotos a la vez. En otras ocasiones —añade Miller— la película se quedaba atascada en los engranajes de la cámara por lo que acababa destrozando la imagen de forma impredecible”.
Pero el fotógrafo no se arrepintió por la compra. Más bien, lo contrario. “Siempre he estado enamorado de la Polaroid por sus raras, misteriosas y encantadoras cualidades. La concibo como un complicado conjunto de engranajes e interruptores con cientos de piezas móviles envasados y apretados en una especie de pistola de cromo y cuero”. Su nueva ‘vieja’ Polaroid superaría todas sus expectativas.
A medida que Miller seguía disparando su cámara, más le gustaban los resultados. Cuanto más ‘estropeada’ salía la foto, mejor. Tan satisfecho estaba con su serie de imágenes que decidió bautizarla. El nombre elegido sería Ruined Polaroids.
Aunque no eran las primeras ruined polaroids de Miller. Antes había tenido otras cámaras con las que había realizado más de una fotografía defectuosa. “De mi experiencia con Polaroid calculo que, aproximadamente, el 5% de la fotos salen mal por alguna u otra razón”. Con la SX-70 del mercadillo esa estadística alcanzó el 100%. “Me dí cuenta de que, por casualidad, la cámara captaba imágenes extraordinariamente bellas”. La serendipia se había aliado con Miller.
Años después de usar Polaroid, el fotógrafo había descubierto, fortuitamente, una nueva faceta de estas cámaras. Para crear Ruined Polaroid, Miller apuntaba al cielo, al suelo, a objetos y sombras con la idea de conseguir “figuras abstractas que quedaran enmarcadas en el formato cuadrado de las fotos”. Porque a Miller esta forma tan característica de las Polaroid siempre le ha parecido “de una sencillez visual irresistible”. Por eso desde siempre (antes, incluso, de encontrar la SX-70 defectuosa) ha recurrido a la Polaroid como escape de su día a día como fotógrafo profesional. Aunque no es el único motivo: “Estas fotos me evocan momentos de mi infancia”.
Miller sabe que no es el único al que le invaden los recuerdos cada vez que mira una imagen de este tipo: “Es la nostalgia la que ha propiciado el resurgimiento de la Polaroid y el éxito de formatos digitales como Instagram”.