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Síndrome del atardecer: el ‘sundowning’ español para hablar de este tipo de ansiedad

Un alemán de las cercanías de Hamburgo fue operado en un hospital de una palabra de trece sílabas. «Ustedes tomarán el asunto a broma; pero si algún día se ven obligados a estudiar alemán, ya llegarán a saber lo que es eso de tener dentro una palabra de trece sílabas y no lograr expulsarla», advirtió atribulado Julio Camba cuando, en 1913, vivía en Berlín.

El periodista no dijo ninguna tontería. Hay vocablos muy molestos para la garganta. Muchos de ellos, relacionados precisamente con los hospitales y la enfermedad: espondilitis anquilosante, fenilcetonuria, reflujo gastroesofágico… Cualquiera de estas voces pueden retorcer la lengua e incluso raspar un poquito las cuerdas vocales. Más bello es hablar del molusco contagioso, la fiebre de Oropouche, el mal de montaña, el síndrome de piernas inquietas o de los juanetes.

El progreso de la medicina ha salvado millones de vidas pero se ha llevado la poesía. En las consultas de los doctores hoy se anuncia amenorrea, bruxismo, litiasis biliar… pero hace un siglo era más común sufrir mal de espanto, un cólico miserere, una alferecía o el baile de San Vito.

Esta pugna entre la ciencia y la poesía ocurre ahora con un trastorno que sufren algunas personas al atardecer. Los anglosajones le han dado un nombre porque parece que hasta que un mal no es definido y etiquetado no existe. Han llamado sundowning a la inquietud, la agitación e incluso los pensamientos paranoicos que aparecen en algunos individuos cuando desaparece el sol. Y en España, tan dada a tragarse cualquier prescripción escrita en inglés, la palabra ha empezado a rondar en la prensa.

La Fundación del Español Urgente, en su cometido de médico de guardia, ha extendido su receta al momento. ¡Alto! ¿Por qué decir un anglicismo cuando, aquí, la Real Academia Nacional de Medicina propone utilizar otras expresiones más nuestras y mucho más sugerentes como síndrome del atardecer, síndrome del ocaso o síndrome de la puesta de sol?

Por Mar Abad

Periodista. ✎ Cofundadora de la revista Yorokobu y de la empresa de contenidos Brands and Roses (ahí hasta julio de 2020).

Libros.  Autora de Antiguas pero modernas (Libros del K.O., 2019). «No es una serie de biografías de mujeres; es una visión más vívida, más locuaz y más bastarda de la historia de España». Lo comentamos en El Milenarismo.

Autora de El folletín ilustrado junto a Buba Viedma. Lo presentan en Mundo Babel (Radio3) y en Las piernas no son del cuerpo, con Juan Luis Cano (Onda Melodía).

Autora de De estraperlo a #postureo (editorial Larousse, 2017). Un libro sobre palabras que definen a cada generación y una mirada a la historia reciente desde el lenguaje. Hablamos de él en Hoy empieza todo (Radio3), XTRA!, La aventura del Saber (La2).

Autora junto a Mario Tascón del libro Twittergrafíael arte de la nueva escritura (Catarata, 2011).

Laureles. ♧ Premio Don Quijote de Periodismo 2020. Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes 2019, Premio Internacional de Periodismo Colombine 2018, Premio de Periodismo Accenture 2017, en la categoría de innovación.

2 respuestas a «Síndrome del atardecer: el ‘sundowning’ español para hablar de este tipo de ansiedad»

A Propósito de la Amenorrea.
Hace años, demasiados diría yo, me recetaron un medicamento para dormir y, supongo que quitarme el agobio después de un accidente cuyo prospecto restablecía más que los componentes del mismo. Había algo poético, curativo, real y asustadizo. Rezaba así: La medicina moderna ha creado para el hombre moderno de hoy este medicamento que funde el cortejo angustia-ansiedad desde la primera toma liberando al individuo de las noxas internas y externas ¡de puta madre! ¡c’est fini!
Contraindicaciones: galactorrea, amenorrea, ginecomastia y/o impotencia.
Nunca tomé ninguna gragea porque descubrí a través del vademécum de una vecina, qué era la galactorrea, la ginecomastia y/o la impotencia, esta última ya la conocía yo y no de oídas; me acojoné vivito. Pero juro que leía el prospecto cada noche cual Adventista del Séptimo Día el Antiguo Testamento y, testimonio que dormía como un Lirón. Ahora no leo los prospectos de medicamentos son como el laberinto de la novela de Umberto Eco El nombre de la Rosa y además son tan largos y estrechos que se leen como si de un libelo se tratara.

Me gustaría contar algo bonito, pero este ¿artículo? o como se llame, me parece una tomadura de pelo. Cúrratelo un poco más chica, no?

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