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Móviles vintage y la mítica serpiente de Nokia para combatir la obsolescencia programada

Ay, amigo, qué fácil es criticar… Todos nos hemos quejado alguna vez de lo poco que nos dura el móvil, lo rápido que se estropea la batería y lo indignante que es la relación calidad-precio de los productos que nos venden las multinacionales tecnológicas. Tenemos suficientes elementos de juicio, eminentemente empíricos, para afirmar que los fabrican con la idea de que duren, a lo sumo, un par de años.
Desde el punto de vista empresarial tiene todo el sentido. Establezco un ciclo de renovación bienal y me aseguro de que mis clientes se van a dividir en dos grupos: los que compran el Fulanito 5 y los que compran el Fulanito 5bis. Básicamente, lanzo el mismo móvil con unas pocas modificaciones dos años consecutivos, consciente de que los compradores se han distribuido en dos tandas. Cada uno que le ponga a la empresa el nombre que prefiera (al fin y al cabo lo hacen casi todas…)
Pero, lo dicho, criticar es sencillo. Lo complicado es encontrar la forma de cambiar las cosas, de denunciar determinadas prácticas con las que uno no comulga y, de paso, arremangarse para predicar con el ejemplo y hacerlo como Dios manda. Por eso es tan singular la historia de Lekki, una tecnológica francesa que podemos definir con tres palabras: nostalgia, belleza y sostenibilidad.
Nostalgia porque estos visionarios del pasado tienen por bandera el ‘back to basis’. Volver a los orígenes de la telefonía móvil con un mensaje claro: «Demasiadas redes sociales y un exceso de correos electrónicos y aplicaciones nos han hecho esclavos de la tecnología». Lo suyo es cantar las alabanzas de lo simple, del teléfono que sirve para llamar y poco más. Un llamamiento a los que ya están hartos de llevar un ordenador conectado a internet en sus bolsillos.
Por eso en su catálogo podemos encontrar todos los grandes éxitos de los 90: el Motorola StarTAC, que fue el primer teléfono ‘clamshell’ – con forma de concha – de la historia; el mítico V50 con su ‘pegata’ antideslizante, insuficiente para un terminal que vibraba como un condenado; y, por supuesto, los omnipresentes Nokia y su adictivo Snake, el dichoso juego de la serpiente que cercenó la productividad de miles de trabajadores. Qué tiempos aquellos…

En las paredes de Lekki hay pósters de mujeres en cueros, como en todo buen taller…

Lekki recicla estas piezas de museo y las rejuvenece. Se las compra a particulares, les da una nueva capa de pintura, con colores llamativos y brillantes, y las vuelve a poner en el mercado. Más caras que un móvil chino, eso sí. De hecho tienen ese sobrecoste típico de lo vintage, con precios que van de los 80 euros de un Nokia 8210 a los 399 euros del StarTAC más representativo.
Un golpe de efecto con impronta hipster que dispara a la línea de flotación de los gigantes, esos que viven de convencer al personal de que «mejor» es sinónimo de «último» para que nos rasquemos el bolsillo una y mil veces. La guerra de especificaciones, la carrera por las apps, los megapíxeles… No son más que fruslerías. Dame un Symbian y una Game Boy con Super Mario y cambiaré el mundo.
Y en ello andan, combatiendo al menos en dos frentes: el ya citado de la obsolescencia programada y el medioambiental, que también es preocupante. «Aunque la vida útil media de un terminal móvil son 18 meses, pasan entre cinco y siete años hasta que se neutralizan las emisiones de CO2 que se producen desde su extracción hasta el reciclado», aseguran.
«Así, para reducir la huella de carbono de un teléfono móvil, es necesario prolongar su tiempo de uso». Y qué mejor manera que traer de vuelta aquellos terminales irrompibles, que no tenían pantalla táctil que rajar, complejos circuitos con tendencia a la avería o programas predestinados a ‘colgarse’.
Si estás de acuerdo, tienes dos opciones: pasar por caja en la tienda virtual de Lekki – que te mandará un ‘dumphone customizado’, con su caja y su cargador – o rescatar del cajón de tu escritorio aquel ladrillo ‘tontofónico’ que no usas ya ni de pisapapeles.

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