Paul Ekman, un psicólogo que ha sido un pionero en el estudio de las emociones y sus relaciones con la expresión facial, identificó 18 tipos diferentes de sonrisa basados en distintas combinaciones de los 15 músculos faciales implicados. Para sonreír usamos 17 músculos, pero para fruncir el ceño empleamos 43, por eso, quizá, la sonrisa nos parece algo más agradable a la vista y es nuestra carta de presentación en las interacciones sociales. Y en las fotografías.
Sin embargo, no siempre hemos reído en las fotografías. De hecho, sonreír en las fotografías es una costumbre relativamente reciente.
Estudio matemático
Gracias a un estudio matemático de fotografías de anuarios de escuelas de Estados Unidos, se descubrió que los rostros, a medida que pasaban las décadas, sonreían más. ¿Los estudiantes eran cada vez más felices y radiantes? No, detrás de este progresivo y sutil cambio hay otra cosa en la que contribuyó con una campaña la empresa Kodak.
Este estudio fue posible debido a los avances de la era digital, tal y como explica Seth Stephens-Davidowitz en su libro Todo el mundo miente:
Muchas escuelas secundarias han escaneado los anuarios que tenían archivados y los han colgado en sus sitios web. A lo largo y ancho de internet, los investigadores encontraron 949 anuarios escaneados por escuelas secundarias estadounidenses, que abarcaban los años comprendidos entre 1905 y 2013.
Mediante un programa informático, se pudo concebir un rostro promedio a partir de todas las caras, década por década. Es decir, un rostro que recogía la media en la ubicación y configuración de la nariz, los ojos, los labios y el pelo de los últimos 10 años.
Si echamos un vistazo a las caras promedio, empezando desde 1905 hasta 2013, el rasgo que más cambió frente a todos los demás es la boca: si el primer rostro promedio es una boca seria, de dos labios cerrados, exhibiendo una línea recta, esa misma boca empieza a curvarse progresivamente en cada extremo, década tras década, formando una sonrisa cada vez más amplia. Y, a partir de la década de 1970, y sobre todo de 1980, esa sonrisa empieza a mostrar los dientes.
Esta cara promedio corresponde a los chicos. En el caso de las chicas, la sonrisa parece aflorar un poco antes (si en los chicos fue en 1940, en las chicas fue en 1930). Y también los dientes se muestran antes: en las chicas aparecen ya en 1960.
En otras palabras, la mayoría de los alumnos que se fotografiaban para el anuario de su escuela estaban rígidos, poco naturales, si bien empiezan a relajarse a partir de los años 30 y 40. Las sonrisas típicas actuales no aparecen, sin embargo, hasta los 60 y 70.
Pintura y fotografía
Cuando se inventó la fotografía, la gente continuaba relacionándola con la pintura. Como si imaginaran la cámara de fotografías tal y como lo hace Terry Pratchett en su saga de Mundodisco: en el interior del aparato hay un pequeño personaje que, provisto de un lienzo, unos pinceles y una paleta muy surtida, pinta lo que se enfoca.
Cuando la gente posaba para un cuadro, adoptaban una expresión seria básicamente porque pintar un cuadro era un proceso largo y mantener una sonrisa todo ese tiempo suponía un esfuerzo mayúsculo. Eso sin contar que solicitar ser pintado por alguien era un deseo relativamente reciente en la historia.
La sensación de ser alguien, de tener un Yo, de ser un individuo tan respetable como cualquier otro (y ya no digamos padecer de narcisismo) era algo prácticamente inédito en tiempos pretéritos. De hecho, se considera que fue Rembrandt, quien en el siglo XVIII, empezó a pintar retratos de personas anónimas, gente común, individuos que no habían tenido ninguna trascendencia en la historia, como un fabricante de muebles y su esposa, Herman Doomer y Baertjen, un astillero llamado Jan Rijksen o un fabricante de cerveza y su esposa, Dirck Janszoon Pesser y Haesje.
Durante el siglo XIX, a la gente ya no le dolían prendas a la hora de situarse como protagonista de un retrato, que el individuo despuntara sobre la masa, que uno no se plegara al destino, sustentado en la máxima de Descartes cogito ergo sum (pienso luego existo). El Yo moderno en todo su esplendor filosófico. En otras palabras: la gente hacía muy poco tiempo que se dejaba retratar.
Cuando llegó la fotografía, sencillamente, esta costumbre de no sonreír porque resultaba cansado hacerlo durante tanto tiempo se perpetuó durante algunos años más. El punto de inflexión, sin embargo, lo marcó Eastman Kodak Company a mediados del siglo XX creando una estrategia para que la gente se animara a hacer más fotografías:
Las campañas de Kodak empezaron a asociar las fotos con la felicidad. El objetivo era que la gente se habituara a hacer fotos para mostrar a los demás lo bien que lo pasaba.
Y lo consiguieron. Bajo el lema «Usted apriete el botón, nosotros hacemos el resto», la Eastman Kodak Company cumplió su objetivo: hacer la fotografía accesible a las masas, lo que le permitió apoderarse de casi 90% del mercado internacional en la década de los 90. Como explica Derek Thomson en su libro Creadores de Hits:
En 1999, el mundo hizo 1.000 millones de fotos y compró 70 millones de cámaras, según el informe anual de Kodak para el año 2000.
A pesar de que Kodak no supo adaptarse al cambio de paradigma que supuso que la gente usara teléfonos, tabletas y ordenadores para tirar fotos y compartirlas por redes sociales, multiplicando por diez y por cien el número de fotos de 1999, la tendencia a la sonrisa inspirada por ellos se mantuvo y se perpetuó, adquiriendo incluso nuevas modalidades, desde la trollface hasta los morritos de pato, pasando por el siempre eficaz selfi (aunque Frida Kalho también fuera una adicta al selfi más lento de la historia: el autorretrato).
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