El ordenador Apple II ha tomado voz humana y cuenta la historia y las hazañas de su inventor, Steve Jobs, en un libro ilustrado para niños y adolescentes. Esta computadora personal que revolucionó la informática explica, en lenguaje escolar, que cuando la creó «el señor del bigote que os mira fijamente, los pocos ordenadores que había en el mundo eran armatostes que ocupaban una habitación entera. Así que imaginaos el impacto que causé».
A esta edad, entre los 8 y los 11 años, aprender y entender lo que hizo Jobs es más fácil de digerir con dibujos, un lenguaje cercano y algunas frases en bloques pequeños, destacados, al margen de una página muy blanca. Así es más sencillo enseñar los valores que encarna el cofundador de Apple: esfuerzo, persistencia, innovación.
Eso es lo que se propone Steve Jobs, inventor del mañana, un libro escrito por Julio Fajardo Herrero e ilustrado por Miguel Pang, dentro de la serie de biografías de científicos e inventores ‘Genios de la ciencia’, de Vegueta Ediciones. Una obra con la que quieren realizar su «particular aportación al proyecto universal más apasionante que existe, el de la educación infantil y juvenil». Porque, «como una varita mágica», dicen, «la educación tiene el poder de iluminar sombras y hacer prevalecer la razón, los principios y la solidaridad, impulsando la prosperidad».
Este cuento, basado en la realidad, habla del esfuerzo: «Para comer, recogía botellas de Coca-Cola y las iba reciclando, pues en las tiendas le pagaban cinco céntimos por cada envase vacío».
Muestra la importancia del interés: «Ya no tenía clases obligatorias, pero aun así decidió asistir a un curso de caligrafía que tenía fama de ser el mejor país». Y ahí descubrió la belleza de las tipografías y del diseño que trasladaría a sus productos el resto de su vida.
Resalta lo fascinante que es inventar: «Como Steve y Woz (Steve Wozniak) necesitaban dinero, se les ocurrió inventar unos curiosos aparatitos para conseguir que las llamadas telefónicas a larga distancia, que por aquel entonces eran muy caras, salieran gratis. ¡Las llamaron cajas azules y vendieron muchísimas!».
Y menciona unas travesuras, el gancho que más puede atraer a un niño de esta edad: «Con las cajas azules, Steve y Woz descubrieron que podían crear productos por su propia cuenta. Como eran muy traviesos, incluso las usaron un día para llamar al papa de Roma haciéndose pasar por un político estadounidense muy importante, pero les entró al risa y tuvieron que colgar».
En Steve Jobs, inventor del mañana, aparece también, al margen de los textos, la voz del protagonista. Estas citas son consejos sencillos, impactantes, que pretenden ser como un fogonazo en el lector: «Se trata de intentar empaparte de los mejores logros de la humanidad y después tratar de incorporarlos a lo que haces».
El libro dedica unas hojas finales a explicar «Cómo funciona un ordenador» y a «Otros hitos y genios de la historia». Ente ellos, Ada Lovelace y Charles Baggage, los inventores de la máquina analítica; Konrad Zuse, el creador de la primera máquina programable, o Mark Zuckerberg, el dueño de Facebook. Ahí están algunos más. Para despertar la curiosidad de los niños por otros grandes genios y, como dice la editorial, les vuelva a picar «el chinche prodigioso de la lectura».
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