Cuerpos estilizados sumergiéndose en el agua, sensación de bochorno, tiempo pausado, pieles bronceadas y modelos que reflejan las últimas tendencias en moda de baño. Mientras, una melodía mece las imágenes como si fuera una ola. Habla del estío, de la vida sin complicaciones, de los peces saltando… ¿Quién iba a pensar que la canción del anuncio de bañadores de unos grandes almacenes tenía, en realidad, casi un siglo?
Summertime era originalmente una nana. Una canción de cuna que aparecía en la ópera de 1935 Porgy and Bess y que se interpretaba varias veces en la obra con distintas intenciones. Compuesta por George e Ira Gershwin, la ópera estaba basada, a su vez, en la novela Porgy, publicada por DuBose Heyward una década antes.
Tras su lanzamiento se alabó que un escritor blanco hablara sin condescendencia sobre gente de color. Pero, con el paso de los años, llegó la polémica. Tanto la novela como la ópera han sido acusadas de apropiación cultural: son blancos contando historias de negros y, encima, con personajes que perpetúan estereotipos. Pero claro, eso ha sido mucho tiempo después de que se estrenara, primero como obra de teatro, después como ópera y finalmente como película. Porque durante décadas fue una historia vitoreada.
De Summertime hay miles de versiones ya que pronto se convirtió en un estándar del jazz. Pero probablemente quien más hizo por inmortalizar la canción fue Ella Fitzgerald, acompañada de Louis Armstrong, en 1959. Su afinidad con Armstrong, con quien grabó en varias ocasiones a lo largo de su carrera, iba más allá de lo explicable con palabras. Había una conexión entre ellos que impregnaba la música incluso si las condiciones no eran propicias. Como en esta grabación, que se tuvo que hacer a toda prisa porque él tenía un concierto.
Coincidiendo con el año en que se estrenó la película, el dúo publicó Porgy & Bess, el tercer y último álbum conjunto que lanzaron en el sello Verve. Fitzgerald ya había grabado a Gershwin en su etapa en Decca, pero fue en Verve donde realmente disfrutó de sus composiciones. Era la época en la que Ella era una figura indiscutible tanto del jazz como de la música popular. Llenaba cualquier recinto, gozaba del apoyo de la crítica y del público por igual y era enormemente respetada por los músicos. Pero no siempre había sido así.
Su biografía está trufada de mitos generados por su agencia de prensa. Porque Fitzgerald era enormemente reservada con su vida privada y odiaba hablar de su pasado. Aun así, parece demostrado que Ella nació en Virginia en 1917 en la más absoluta pobreza. Su padre desapareció del mapa cuando tenía tres años y su madre pronto tuvo una nueva pareja. Desde muy pequeña mostró interés por la música, pero para bailarla. Y aunque imitaba con facilidad a los cantantes que oía por la radio, veía su futuro en la danza.
Practicaba pasos en la calle y bailaba para todo el que quisiera pararse a mirar a esa niña sonriente con zapatos rotos. Y, con 15 años, se escapaba del barrio con un amigo para bailar en pequeños clubes. Les pagaban unas perras por entretener al personal. Y Ella, que era tímida pero muy ambiciosa, decía a sus vecinos: «Algún día me veréis en los titulares, voy a ser famosa».
Su madre murió cuando Ella era adolescente, y algo después su padrastro. Con él había tenido algún problema gordo que hizo que, de un día para otro, se fuera a vivir con su tía materna. Fueron años difíciles. Ella empezó a faltar a clase y se metió en complicaciones legales por mezclarse con la lotería que manejaba la mafia. Acabó en un orfanato. Se escapó, pero no podía volver a casa de su tía porque allí las autoridades la localizarían. Y se quedó viviendo donde podía, con las monedas que le daban por actuar en la calle. Esa falta de estabilidad no le facilitó el acceso a un trabajo de verdad.
En los teatros de Harlem se habían puesto de moda los concursos de talentos, y Fitzgerald decidió presentarse al del Apollo como bailarina. Solo después de ver que, el mismo día que participaba ella, había unas bailarinas semiprofesionales a las que admiraba, decidió cambiar su disciplina por la canción. Ese cambio de última hora consiguió que ganara.
[pullquote]Gente como Billie Holiday pensaba en esos comienzos que era una desgracia que una gran banda tuviera esa cantante[/pullquote]
El premio implicaba poder actuar la semana siguiente entera, pero no se lo permitieron. Iba mal vestida y desaseada, porque no tenía un sitio donde vivir. Y no dejaron que tuviera su semana de gloria. También la recomendaron músicos que habían visto su interpretación, para que formara parte de alguna banda. Pero el resultado fue el mismo. Nada más entrar por la puerta, era rechazada, sin llegar a cantar. Y aunque, cuando ganó el concurso del Harlem Opera House sí pudo actuar durante una semana, seguía siendo una joven poco agraciada y maloliente.
De hecho, en la banda de Chick Webb, con la que se hizo famosa, estuvo a punto de no entrar. Con ese aspecto, Webb no estaba dispuesto ni a permitirle una audición. Fue solo la cabezonería de Charles Linton, también cantante del combo, la que consiguió que la escucharan. Con sobrepeso y con ausencia de habilidades sociales, fue solo su excepcional voz y esa dicción impecable la que consiguió hacerle un hueco.
Tenía solo 18 años y respondió rápido a los que la apoyaron. Webb enseguida se dio cuenta de que era un diamante sin pulir, pero no todos intuyeron su potencial tan pronto. Gente como Billie Holiday pensaba en esos comienzos que era una desgracia que una gran banda tuviera esa cantante. Y a pesar de que pronto se demostró que no era así, la inseguridad de Ella siguió con ella toda su vida. Al igual que su éxito.
Durante varias décadas tuvo la aprobación unánime del público y la crítica, algo que no ha conseguido ningún otro artista de jazz. Será porque, como dijo el propio Ira Gershwin, no sabía lo buenas que eran las canciones que componía junto a su hermano hasta que escuchó a Ella Fitzgerald cantándolas.
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