Categorías
Entretenimiento Ideas

El origen de los dichos: Tener su aquel

Cómo nos gusta el misterio, reconozcámoslo. Porque mira que podíamos esforzarnos un poco más y deleitarnos en la descripción del que tenemos enfrente, ese que no nos parece guapo a rabiar, pero que tiene un puntito, un algo, un no sé qué que nos gusta. Pero no. En su lugar, y para no desecharlo del todo y condenarlo a la lista del olvido, decimos eso de «tiene su aquel». Si es que, en el fondo, somos muy considerados. (Foto: Sergio Patric lic. CC)

Este es uno de esos dichos sutiles que me gusta mucho. Tan sutil, que llega a convertirse en un comodín para describir lo que no tiene descripción. La RAE, por ejemplo, lo define como una locución verbal que, dicho de una persona, significa que tiene cierto interés o atractivo indefinible. Cierto. Quizá no sea pereza el no querer dar más detalles de eso que hace tan interesante a alguien, como exponía arriba. Sino, más bien, cierta imposibilidad de poder concretar, de decir exactamente qué es lo que vemos de especial en esa persona.
¿Pero de dónde viene ese «aquel»? Seguro que estaréis pensando que es un pronombre demostrativo. Pues no, no van por ahí los tiros.
Adolfo de Castro fue un erudito español del siglo XIX, gaditano para más señas, que afirmaba que «Tener mucho aquel es tener mucho entendimiento o mucha inteligencia». No parece tener nada que ver con la gracia, con la belleza, con eso que nos atrae. Claro, que estamos hablando de lo que significaba en 1879, que es cuando escribió Estudios prácticos de buen decir y de arcanidades de la lengua española, y de donde está sacada la cita. Lo que explica después es que «aquel» procede del término árabe aquel y no del pronombre.
Luis Montoto especifica aún más esa expresión. No solo es tener inteligencia, sino tener inteligencia perspicaz. «Equivale a gracia en la persona, y en el decir, y en el hacer, y… mucho más todavía». ¿En quién estaría pensando el buen Montoto? Ni idea, pero debía ser alguien increíble.
Hoy en día, ese significado de inteligencia está prácticamente perdido. Quizá lo roce de refilón el otro sentido de la expresión, que lo aplicamos –según la RAE- cuando un asunto tiene cierta complejidad no evidente. Y nos da un ejemplo: «Parecía resuelto, pero el asunto tiene su aquel». Y digo lo roza por relacionar de alguna manera la inteligencia con la complejidad de algo, por muy sutil que parezca.
Sea como sea, está claro que cuando hablamos hoy de que alguien tiene su aquel estamos pensando más en ese puntito de belleza física que no alcanzamos a describir, pero que nos gusta, qué demonios. Si es inteligente o no, importa poco.
 

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

Salir de la versión móvil