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Los aliens y los derechos… ¿humanos?

Imagina que andas tranquilamente por la calle cuando un pequeño extraterrestre te pone ojitos mientras te pide el teléfono para volver a casa. ¿Tenemos alguna obligación ética de ayudarlo? ¿Podemos maltratarlo? ¿Gozaría de derechos similares a los que tenemos los humanos? ¿Cambia la respuesta si somos nosotros los que viajamos a Pandora?
La NASA afirma que en 10 años podría encontrar vida extraterrestre, así que mientras esperamos el glorioso acontecimiento, podemos dejar nuestro terracentrismo a un lado y plantearnos esas trascendentales cuestiones. El derecho todavía no se ha pronunciado sobre ellas: los cinco tratados internacionales de Derecho Espacial no indican cómo debemos tratar a los alienígenas.
El primer tratado estableció ya en 1967 que el espacio ultraterrestre no podrá ser objeto de apropiación nacional o que la Luna y los demás cuerpos celestes se utilizarán exclusivamente con fines pacíficos. ¿Podemos deducir por tanto que no podemos tomar como prisioneros a nuestros vecinos interplanetarios?
«Si fuera posible llegar a un planeta X, no podríamos comenzar una guerra, porque incumpliríamos esos tratados internacionales» explica a Yorokobu María del Carmen Muñoz, profesora de Derecho Internacional de la Universidad de Jaén y experta en derecho del espacio ultraterrestre. Pese a que no haya leyes que regulen el contacto con los aliens, parece lógico que sus derechos cambiarán radicalmente si hallamos diminutos organismos o si nos encontramos con el peludo y entrañable Alf.

Por el momento, sabemos que en Marte se dieron las condiciones para que hubiera vida, concretamente microbios, así que Chris McKay, investigador del Instituto de Astrobiología del Centro de Investigación Ames de la NASA, cree que los terrícolas podríamos terraformar el planeta rojo y volver a posibilitar su existencia.
«Podemos ayudaros. Traeremos de nuevo el agua, la calentaremos y vosotros floreceréis», es el mensaje de salvación que podríamos trasladar a los marcianos según McKay, que considera que su planeta les pertenecería. Obviamente, los microorganismos no tendrían derechos como los humanos, pero Muñoz defiende que podríamos mostrar nuestra más sincera preocupación ambiental por no perturbar su inexplorado medio.
Pese a que en los últimos meses estamos asistiendo a casos tan sorprendentes como el de Sandra, una orangutana de Buenos Aires a la que un tribunal ha liberado del zoo en virtud de su dignidad como «persona no humana privada de libertad de forma ilegal», en nuestro planeta todavía no reconocemos muchos derechos de los animales. Dado que aún no tenemos claro qué hacer con las especies terrícolas, ¿cómo evaluaremos el nivel de inteligencia de los seres que nos encontremos por el espacio para determinar la protección que deberíamos garantizarles?
«Dependería de un montón de cosas, desde la fisiología a la conciencia de los aliens en cuestión, y también de si las personas están dispuestas a concederles esos derechos», detalla Elspeth Wilson, doctoranda en Teoría Política y Americana de la Universidad de Pennsilvania.

Especializada en temas de bioética o filosofía de la ciencia, esta investigadora ya especuló en un reciente seminario de astrobiología, organizado por la NASA y la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, sobre cuál podría ser el estatus moral de los organismos no humanos. Asegura que es un dilema real que se planteará inmediatamente después de hallar vida extraterrestre, así que comenzar a reflexionar sobre el posible contexto legal no es ningún disparate.
La inteligencia o la racionalidad, la capacidad de sentir placer y dolor o su comportamiento social avanzado son algunos de los factores que podríamos tener en cuenta, según nuestra filosofía occidental, para etiquetar a esos desconocidos seres y diferenciar nuestro trato hacia ellos.
Adoptemos un criterio u otro, lo cierto es que nuestra forma de pensar sobre nuestras relaciones morales con los demás está intrínsecamente ligada a nuestras limitaciones como homo sapiens. «Podemos imaginar una especie tan diferente a nosotros que fuera difícil incluso reconocerla como inteligente o podemos reconocer a una especie como inteligente pero no tratarla ateniéndonos a la ley», señala Wilson.
María del Carmen Muñoz también cree que debemos abandonar nuestros tradicionales puntos de vista cuando pensamos en los posibles escenarios futuros. «De broma,  les digo a mis alumnos que este es el derecho desde el punto de vista terrestre, pero si existe otra civilización, otra cultura u otros seres racionales, y tienen su derecho,  habrá que ver qué ocurre », señala esta profesora.

En el caso de que estuvieran dispuestos a negociar con nosotros, se debería abrir un debate internacional sobre cómo actuar moralmente, en el que intentásemos determinar si nuestros derechos inalienables también pueden incluir a los alienígenas.
«Deberíamos tratar de exportar lo mejor de nuestro modelo, y uno de los pocos y grandes logros que la humanidad  ha creado es la concepción de los derechos humanos. Por ser personas, gozamos de una dignidad que no puede ser atacada», destaca Muñoz.
Suponiendo que encontramos una inteligencia similar a la nuestra, sería contradictorio que no actuáramos con los demás como actuamos con nosotros mismos. «Si somos capaces de comunicarnos y negociar con una especie no agresiva, entonces quizá las naciones o el derecho internacional le otorgarían un tipo de estatus más robusto y similar a nuestros derechos», refrenda Wilson.
Los humanos pensamos que el espacio es libre, pero ¿y si los seres de otros planetas piensan que pueden apropiarse de él? Sería otro de los temas que tendríamos que discutir con ellos. Imaginando que pudiéramos hablar con esos extraterrestres y no se limitaran a emitir guturales sonidos como Chewbacca, deberíamos establecer relaciones diplomáticas rezando porque la bienvenida acabara mejor que la de Mars attacks! y los alienígenas no declararan venir en son de paz para después aniquilarnos.

El presidente de un país puede no ser el representante idóneo para recibir a semejante comitiva y llegar a un acuerdo justo para ambas partes. «Puestos a imaginar, debería ser un portavoz de la sociedad internacional, y ahora mismo la única organización internacional que representa a todos los estados es Naciones Unidas», afirma Muñoz. ¿Veremos en pocos años al próximo secretario general de la ONU estrechando la mano a un extraño ser ultramundano?
Aunque sin duda sería un gran paso para la humanidad, también hay que contemplar el último escenario posible: la destrucción. Si vienen a atacarnos y asistimos a una auténtica guerra de los mundos, esta experta en derecho espacial nos explica que tendríamos derecho a la legítima defensa. Sin embargo, nuestros intentos de protegernos podrían no servir para mucho habida cuenta de su superioridad tecnológica: habrían conseguido llegar hasta nosotros antes que nosotros a ellos.
«La ética nos da una base teórica útil para confrontar una amplia gama de dilemas de una forma más juiciosa, desde ayudarnos a sopesar nuestros potenciales deberes morales con los alienígenas menos avanzados hasta evaluar si es aceptable la autodefensa contra una especie agresiva», concluye Wilson.
Ha llegado el momento de expandir nuestra limitada mente y reflexionar sobre si nuestra moral terrestre se impondrá cuando un platillo volante descienda por nuestro contaminado cielo o cuando la NASA nos anuncie que no estamos solos en el universo.
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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Beckie, JD Hancock, Pascal y  Luz Adriana Villa

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