¿Por qué soy así? puede parecer una pregunta filosófica que, según a qué horas estés leyendo esto, es probable que se te haga incluso bola. Pero, además de una invitación a la reflexión personal, es también el nombre de una exposición gratuita que tendrá lugar del 11 de febrero al 11 de mayo en el Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC) de Valencia.
Organizada por el Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana y World Design Capital Valencia 2022, con la colaboración de la Diputació de València, está comisariada por Juli Capella y cuenta con 120 piezas de la colección Pérez de Albéniz-Bergasa recopiladas y dibujadas por Capella para explicar su funcionamiento. A cargo del diseño gráfico está Marta Negre y Fernando Ortuño la f@ctoria_innovació i disseny es el responsable del diseño expositivo.
120 objetos tan cotidianos como un clip, un sacacorchos, un embudo o un zapato. Porque, aunque te cueste creerlo, tienes tu casa llena de objetos de diseño. Claro que habría que empezar por preguntarte (a ti y a todos) qué entiendes por diseño.
«Cuando pregunto a alguien si en su casa tiene objetos de diseño, me suelen decir que no, que son muy caros. Y yo les digo, “¡Ah! ¿no tienes interruptores, ni grifos, ni vajilla, ni bombillas, ni puertas ni sillas?”. Todo está diseñado, absolutamente todo cuanto nos rodea que no sea naturaleza. Pero a veces, a menudo mal. Por eso esta exposición quiere romper el tópico del diseño elitista, caro, superfluo. Diseño no es estética. No solo», explica el comisario de la muestra.
«Un buen diseño es aquel que cumple lo que te promete. Si se llama sacacorchos, que los saque bien; si se llama abrefácil, que no te quedes con la anilla en el dedo; si se llama reloj, que te dé bien la hora, que no se retrase… Ahora bien, si se llama “hago bonito” que lo haga, aunque no sirva para nada útil. Honestidad proyectual —continúa Capella—. Y mi definición de diseño es breve: “Pensar antes de hacer”. Nada brota del suelo ni cae de un árbol, todo está diseñado, sea bello, inútil u horroroso».
En esta exposición no hay largas cartelas explicativas que hablen del origen de ese artilugio en cuestión y cuenten cómo funciona. Cada diseño se explica a sí mismo a través de dibujos hechos ex profeso con los que se cuenta al visitante qué intenciones tienen, con qué fin fueron creados. Y en torno a eso se distribuyen en 10 mesas temáticas: Abaratar, Innovar, Complementar, Acelerar, Multifuncional, Reducir, Facilitar, Añadir, Estilizar y Sorprender.
«La idea era que los objetos se explicasen a sí mismos, como si fuesen pequeñas criaturas vivientes que se agrupan en un museo. Entonces, cuando tú entras, te explican porque son así —aclara Juli Capella—. Y por otro lado, y que nadie se ofenda, porque la gente ya apenas lee. A veces te esfuerzas en redactar textos muy precisos y resulta que, tras leer cuatro o cinco cartelas, la gente se cansa (como, por otro lado, es lógico) y pasan de todo. De ver bocetos no».
Además, comenta el comisario de la muestra, hacer esos dibujos le ha servido a él personalmente para entender cómo son. «Por ejemplo, cuando descubrí que la típica cuchara de helado era tan gruesa porque tenía un depósito de agua caliente dentro. No hay mejor ejercicio para comprenderlos (invito a todos a probarlo). Y luego me han servido para comunicar sus virtudes al visitante».
De esta manera, descubrimos que un embudo, un zapato, un clip, una cafetera… no están hechos así porque sí, sino que responden a una misión. Todos han sido creados para cumplir una función. Y muchos de ellos son tremendamente útiles. Sin embargo, no todos tienen un manejo intuitivo para el propósito con el que fueron creados. Por ejemplo, cuando contemplamos el enhebrador de agujas, más de uno habrá tenido que acudir a un tutorial de YouTube para saber cómo se usa. Surge entonces la pregunta: ¿El diseño perfecto es el que no necesita un manual de uso?
«Uno de los retos pendientes del diseño es precisamente la intereface, es decir, cómo mejorar la interrelación entre el ser humano y el utensilio», responde Capella. «Uno de los mejores diseños intuitivos recientes fue el mouse. Lo inventó Douglas Engelbart precisamente para corregir un texto en un ordenador de forma más intuitiva y rápida; acudir al error sin tener que ir arriba y abajo y de izquierda a derecha con cursores lineales. Pero algunos objetos son especializados, como la mayoría de instrumentos, y no es fácil saber cómo funcionan».
Sin embargo, cree que quien no conozca cómo funciona un enhebrador es quizá porque es muy joven y no está familiarizado con la costura («El enhebrador es para iniciados», bromea) o porque no ha cosido nunca. «Yo descubrí este artefacto ayudando a mi madre a zurcirme los calcetines el siglo pasado. También me interesaba en esta exposición poner algún objeto raro, que despertase la curiosidad».
«Lo que me parece increíble, en este sentido intuitivo, es lo mal diseñados que están los autotest de covid», contrapone como ejemplo. «Aquí los diseñadores (o ingenieros) de producto han fallado garrafalmente. Cero intuición. Y para acabar de pifiarla, los diseñadores gráficos, casi delincuentes, han perpetrado manuales de instrucciones desastrosos ilegibles. Es raro que alguien normal los entienda».
Entre las piezas que se exhiben en ¿Por qué soy así? se encuentran objetos con reputados diseñadores detrás. Gente como Dieter Rams, Philipe Starck, Achille Castiglioni, Alessandro Mendini, Ettore Sottsass, André Ricard, Rafael Marquina, Daniel Gil, Tibor Kalman o Matteo Thun, y los valencianos Daniel Nebot, Lavernia & Cienfuegos, Culdesac, Inma Bermúdez, Alberto Arza y Joan Rojeski.
Aunque la mayoría, con toda la intención, son piezas sin autor ni empresa conocida porque lo que se pretende con la muestra es diluir la frontera entre el diseño culto y el que nos ayuda cada día de forma más servicial y discreta: una percha, una huevera, una escobilla del váter, un cenicero…
Muchos de esos objetos apenas han variado su diseño desde que se crearon. ¿Significa eso que son perfectos?
«Se presupone que cuando un objeto no ha cambiado de forma en más un siglo es que es insuperable», responde Juli Capella sin dudarlo. «Por ejemplo, un embudo o el clip. Y ya no digamos un anzuelo, que lleva milenios sin cambiar de forma. La boca de los peces, que yo sepa, no ha cambiado en todo este tiempo. Aunque, por otro lado, he aprendido que todo, por muy perfecto que parezca, puede siempre sufrir una mejora, a veces casi imperceptible, como por ejemplo un granulado en el clip que lo hace más adherente por fricción, o la llegada de un nuevo material; por ejemplo, del hueso al metal para un anzuelo más resistente».
En cualquier caso, pasear entre los objetos de esta exposición, además de un viaje por la historia del diseño, es una manera de contemplar cuánto hemos cambiado como sociedad, cómo somos y qué dicen esos objetos de nuestra forma de vivir.
Lo que nos cuentan, especifica el comisario de la muestra, es «que sin ellos la vida sería mucho más aburrida, peligrosa, incómoda, dura, lenta… Sería volver a las cavernas. Ahora bien, ojo, que también hay diseños nocivos, malignos y crueles, como las armas. En resumen, el diseño de cada época explica de forma diáfana cómo es cada sociedad. Son un espejo de cada época. Por fortuna, creo que se avecina un diseño más social, afable y afectivo. O al menos esa es mi fe».
Faltaría por sacar la bola de adivinos y tratar de averiguar hacia dónde se dirige el diseño en un mundo tan digital como el actual. ¿Qué necesidades tenemos ahora mismo en ese ámbito que necesiten una solución por parte del diseño y que aún no haya llegado?
«Mi esperanza es que el diseño llegue casi a desparecer. Es decir, que solo se diseñe aquello realmente imprescindible y que el diseño tienda a la inmaterialidad», aventura Capella. «Es importante hacer notar que, como seres humanos, no necesitamos coches, sino desplazarnos; no necesitamos sillas, sino sentarnos. Si los servicios que nos da el mobiliario, el menaje, los electrodomésticos se pudiesen resolver sin materia, o la menor posible, sería estupendo. Más ecológico, más sencillo».
«Imaginemos que, en vez de sillas, flotamos en un campo gravitatorio, que además es capaz de desplazarnos. Adiós coches. Y que apago o enciendo la luz sin cables ni interruptores. Es importante no confundir el servicio con el servidor. Este último puede minimizarse o incluso desaparecer, mientras siga resolviendo su objetivo. Sé que es muy utópico, pero es el objetivo: menos dando más. Pero ¿el qué? Ni idea aún, soy fatal en predicciones. En 1984 predije que en breve no habría llaves, de origen medieval, por ejemplo, y tengo el llavero a tope».
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