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Toma tu San Valentín, maldita cucaracha

A estas alturas del cuento a nadie se le escapa que San Valentín es un invento de las grandes cadenas comerciales para que nos gastemos los billetes en nuestros respectivos el día que ellas digan. Según los dueños del mercado, la métrica sería algo así como: más bonito el regalo, más le quieres, obviamente. El zoológico de San Francisco (Estados Unidos), aprovechándose de la misma tontería, ha decidido invertir la ecuación para dar una salida solidaria a la conservación de unos animales por los que nunca nadie ponía un céntimo.
La idea de la institución californiana no ha sido otra que incluir en su lista de adopciones cucarachas y escorpiones que, a cambio de un precio establecido, amablemente ellos mismos bautizan con el nombre de la expareja del que paga.
La idea de la adopción simbólica de bichos no es nueva en el centro. Desde hace años su programa Adopta un Animal se encarga de recopilar donaciones para ayudar a la conservación de distintos tipos de animales salvajes, algo que según la página del zoológico, ayudaba «a conectar al público con que el interés por la fauna silvestre».
Sin embargo, siempre tuvieron problemas para conseguir que el público se decidiese a poner sus carteras en pro de la salvaguarda de sus especies más feas. Para este San Valentín pensaron: ¿si para tu novia o novio consigues el regalo más bonito en estas fechas, qué sería lo que querrías regalarle a tu ex?
Ellos creen que una Cucaracha Gigante de Madagastar, una de las clases de cucaracha más grandes del mundo, es sin duda el detalle idóneo para esa pareja de recuerdo negro. «Sabe silbar, trepa, y es capaz de alcanzar los lugares más recónditos e insospechados para cagar en ellos», ayuda la plataforma en la búsqueda de similitudes. Por 25 dólares le ponen de nombre Maripili, Venancio o como quiera que fuese el homenajeado/a.
Para la ex venenosa, nada más sutil que un Escorpión Peludo Gigante, una especie que el centro describe como «agresivo, activo y nocturno». Debe ser por esas afiladas cualidades que como mínimo cuesta el doble que la cucaracha y el precio aumenta según el tamaño de la criatura.
Sea cual sea la adopción del desenamorado adoptante, el zoológico se encarga de poner en su casa o en casa del ex aludido la bestia en cuestión. En realidad, solo un peluche y no el animal real, porque la cosa es ayudar a la conservación de estas especies y no que cualquier desencantado se vengue a pisotones con la reencarnación de aquel amante. El zoo de San Francisco utilizará el dinero para la verdadera conservación de estas especies.
Entre tanta tontería sanvalentinera ya se sabe que los insectos acaban sacando tajada.

Por Jaled Abdelrahim

Jaled Abdelrahim es periodista de ruta. Acaba de recorrer Latinoamérica en un VW del 2003. Se mueve solo para buscar buenas historias. De vez en cuando, hasta las encuentra.

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