Paz, increíbles paisajes, inspiración y naturaleza en la forma más cruda y virgen que se puede encontrar [en Europa]. Buscando eso viajeros de todo el mundo vienen a esta no tan perdida isla del atlántico norte. La cuestión es: ¿Sigue siendo Islandia así de virgen?
Ísland, en su idioma, es un país relativamente nuevo pero con una muy intensa y dura historia. Ha sufrido enfermedades como la muerte negra, que asoló el país entre 1402 y 1404. Ha conocido el hambre, especialmente la derivada del monopolio comercial impuesto por Dinamarca durante los siglos XVII y XVIII. Ha sufrido desastres naturales como Laki, la erupción de un volcán más mortífera de la historia, responsable de seis millones de muertes en todo el mundo debido a la nube de gases tóxica que generó.
Y ha vivido problemas políticos, como las Guerras del bacalao (cod war) contra Gran Bretaña, y económicos, como la crisis que llevó a la quiebra del país en 2008.
Todos esos fatídicos períodos que los islandeses tuvieron que afrontar para evitar ser extinguidos del mapa muestran a los visitantes el espíritu de supervivencia que caracteriza a los habitantes de Islandia.
Quienes han viajado hasta allí comparten la descripción de la singularidad de su naturaleza y la amabilidad de sus habitantes. Se podría pensar en los islandeses como personas con el corazón grande y cálido; o mostrar la isla con fotos de sus asombrosos paisajes o contar las historias de hadas y elfos. Probablemente la suma de factores es la razón por la cual Islandia se está convirtiendo en un destino mundialmente conocido cuando se trata de turismo.
Dos factores la hicieron más conocida: la erupción del volcán Eyjafjallajökull, que provocó el mayor cierre del tráfico aéreo desde la Segunda Guerra Mundial, y de la crisis financiera del 2008, que hizo que el país se sumergiera en el colapso bancario más grande jamás experimentado en la historia económica.
La erupción del 2010 despertó la curiosidad y el entusiasmo y el interés hacia Islandia por parte de aquellos viajeros más aventureros. Este aumento del turismo fortaleció la recuperación económica, lo que permitió invertir más y más en publicidad alrededor del turismo.
En 2015, Islandia alcanzó la segunda posición entre los países más desarrollados en el Índice de Desarrollo del Turismo de Aventura, entre los países desarrollados, en el «Índice de Desarrollo del Turismo de Aventura», diseñado para promover e informar el desarrollo sostenible de este tipo de turismo.
Todo en la historia de Islandia parece estar escrito en letras mayúsculas, y el boom del turismo está demostrando no ser diferente. Según el informe de la Junta de Turismo de Islandia, publicado en mayo de 2016, el turismo ha crecido un 31% en 2015, frente a un crecimiento del 18,8% en 2010. Y hoy es una de las principales fuentes de ingresos del país junto con la pesca y la fundición de aluminio.
Este impresionante aumento generó, entre 2010 y 2014, un incremento de 37,6% de puestos de trabajo en las industrias relacionadas con el turismo. Solo a nivel nacional se calculó un incremento de más del 6%.
A primera vista parece un dato muy bueno para un país que está tratando de recuperarse de un desastre financiero. Pero la mayor parte de su turismo está relacionado con el entorno natural. Parece obvio el peligro que ello entraña si este recurso natural acaba sobreexplotado.
No resulta extraño leer en los periódicos titulares como «Los turistas hacen caca en la área de pícnic cerca del aeropuerto» o «La policía está investigando el caso de un turista extranjero a quien se cobra 800 € (100.000 ISK o coronas islandesas) por ignorar las señales de cierre de la carretera», casos que ejemplifican lo peligroso que puede ser el turismo masificado.
Pero ¿cómo estimular el turismo, como una de las principales fuentes de ingresos, sin dañar la mina de oro que representa el medio ambiente islandés?
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Cuando se viaja por Islandia es fácil comprobar lo importante que es la naturaleza para sus habitantes y la preocupación que sienten por cuidar su entorno. Carteles advirtiendo de que no se debe abandonar las carreteras para evitar dañar la flora local, la instalación de baños públicos en los lugares turísticos más concurridos, las advertencias públicas sobre la fauna local que cruza las carreteras, etc.
Sin embargo nadie es tan ingenuo como para pensar que este tipo de señales publicitarias son suficientes para resolver lo que podría llegar a convertirse en
uno de los principales problemas del país. Después de todo, el Gobierno juega un papel importante no solo creando conciencia, sino también proporcionando una infraestructura decente capaz de absorber el crecimiento rápido de la afluencia turística.
Mucho está cambiando Islandia debido al turismo, incluyendo algunas de sus tradiciones centenarias.
Tras los desastrosos siglos XVII y XVIII y del acuerdo alcanzado al finalizar la llamada Guerra del bacalao (que se extendió hasta finales del siglo XX), pescar se convirtió no solo en una forma de acabar con el hambre, sino también en el renacimiento económico y desarrollo de la sociedad islandesa.
Topamos así con el polémico tema de la captura de ballenas. Hasta el siglo XVIII la práctica de la caza de ballenas (whaling), que consiste en forzarlas a llegar hasta la costa para matarlas, era una práctica común.
A finales del siglo XIX se inventaron los arpones explosivos, permitiendo la caza de otras especies (principalmente ballenas azules). Hoy en día, la opinión de los islandeses está dividida.
Por un lado, se ve esta caza como una forma de preservar la tradición y mantener una cadena alimentaria equilibrada en el océano (algunos afirman que hubo una reducción de la población de bacalao desde que la caza de ballenas disminuyó).
Por otro, se aboga por cambiarla por el desarrollo y explotación del avistamiento de ballenas, explica una bióloga islandesa. El hecho es que la observación de ballenas ha creado nuevos puestos de trabajo y también nuevos negocios, siendo mucho más rentables que la caza ya que el mercado de productos derivados de este animal disminuyó mucho.
Este cambio de mercado no está ocurriendo únicamente en torno a los servicios relacionados con la pesca. También afecta a la vivienda, otro importante sector que sufre igualmente el impacto del crecimiento del turismo. Según las cifras de la Junta de Turismo de Islandia a partir de mayo de 2016, las pernoctaciones de visitantes extranjeros en todos los tipos de alojamiento aumentaron un 21,3% anual desde 2010.
Airbnb, una de las webs más populares de alquiler a corto plazo, aumentó en un 124% el número de apartamentos para alquilar en Islandia solo en 2015. Algo bueno para los propietarios y terrible para los inquilinos a largo plazo, ya que hace subir las tarifas de alquiler hasta las nubes y caer el número de pisos/habitaciones disponibles casi a cero, especialmente en la capital Reykjavik.
Es por eso que el Gobierno decidió que el propietario de un apartamento solo puede alquilar a través de Airbnb con el permiso de todos los residentes en un bloque de apartamentos.
Otra legislación tiene como objetivo limitar la cantidad de tiempo que alguien puede alquilar sus propiedades a través de Airbnb a 90 días por año. El ayuntamiento de Mýrdalshreppur, al sur de Islandia, ha prohibido el alquiler a corto plazo de apartamentos en Vík í Mýrdal y sus alrededores.
Los números en el sector turístico suben no solo porque la gente siente curiosidad por conocer Islandia, sino también porque es cada vez más fácil llegar ahí. El número total de visitantes extranjeros en 2015 fue de alrededor de 1,3 millones, un 29,2% más que en 2014, donde los visitantes extranjeros llegaron a 998.000.
El programa de vuelos a este país ofrecido por algunas compañías aéreas, promueve una escala de hasta siete días sin ningún coste extra. Y cada vez hay más compañías de bajo coste que operan vuelos directos al aeropuerto de Keflavik.
Mientras que viajar a Islandia puede ser barato, o mejor dicho, más barato de lo que solía ser, viajar dentro de Islandia puede resultar muy caro. En 2015, Numbeo.com consideró a la isla como el cuarto país más caro para vivir, y viajar, por supuesto no lo es menos.
Una alternativa para abaratar ese coste es el autoestop y el camping salvaje. La cantidad de jóvenes con el dedo pulgar al aire junto a las carreteras es enorme.
La imagen apela al alma caritativa de los locales que se vuelcan en ayudar a un extraño; alguien que muchas veces ni siquiera se preocupa ni sabe cuál será su destino final.
No es de extrañar que sea bastante fácil encontrar mucha información sobre el tema buscando el término hitchhike e Iceland en Google.
Viajar sin ningún plan implica no saber dónde se va a adormir. No es difícil encontrar un lugar donde aparcar el coche o montar el campamento, ya que se permite la acampada en cualquier zona que no esté cultivada siempre que no excede de tres tiendas por noche.
Puede sonar extraño pero parece aceptable, aunque no tan común, acampar en el jardín de alguien, obviamente después de pedir permiso. Sin embargo, está estrictamente prohibido dentro de cualquiera de las reservas naturales o áreas protegidas.
Todo ello hace que en alguna ocasión se escuchen quejas entre los visitantes como: «hay muchos turistas en Islandia» o «este lugar parece Disneyland». E incluso, «yo no esperaba ver tanta gente aquí».
Los recientes debates sobre la protección y el aumento del control de los lugares populares podrían afectar al futuro del camping salvaje. La primera área bajo protección oficial fue el Parque Nacional Þingvellir de 50 km2. declarado como tal en 1930. En él se reunía el primer Parlamento islandés —y el más antiguo del mundo— desde el año 874.
En las últimas décadas, una de las principales razones del debate se centró en la propuesta de desarrollo energético, principalmente para abastecer a la industria pesada, que se ha convertido en un elemento importante en la diversificación de la economía islandesa.
Ha habido una serie de casos que han causado un gran debate social y conflictos. El efecto acumulativo de estos casos contribuyó a una llamada generalizada para mejorar la toma de decisiones sobre el desarrollo energético y una mayor integración con la conservación de la naturaleza.
La disminución de la cultura de pastoreo junto con el éxodo rural abrió espacio para estrategias alternativas de uso de la tierra y la oportunidad de grandes programas de restauración ecológica.
Pero el reciente y sorprendente número de turistas, donde un 80% reclaman la naturaleza como la razón principal de su visita, puso en evidencia tanto el impacto como la protección del recurso más valioso del país. Es bastante obvio lo que puede suceder si la razón más importante por la que la gente visita Islandia se echa a perder.
Según la Hoja de ruta para el turismo en Islandia, publicada en octubre de 2015 por el Ministerio de Industria e Innovación en colaboración con la Asociación de la Industria de Viajes de Islandia, las ganancias de divisas del país en 2015 se estimaron en 350.000 millones de ISK. Si todo va bien, este sector producirá más de 620 millones de ISK en ingresos de divisas en 2020 y más de 1.000 millones de ISK en 2030.
Pero para alcanzar los números esperados, Islandia tiene una responsabilidad importante en los próximos años. Será crucial decidir si optan por una explotación sostenible de sus recursos naturales o por mostrarse ante sí mismos con los ojos más grandes que su estómago.