El tesoro oculto de Cibeles

A 35 metros bajo tierra, una cámara acorazada guarda parte del oro del Estado. Arriba, una vidriera monumental filtra la luz de la calle Alcalá y el paseo del Prado. Y en medio de todo, un mosaico de estilos arquitectónicos que van del neoárabe al art déco, pasando por la modernidad de Rafael Moneo, y una colección de arte que salta de Goya a Annie Leibovitz. Todo eso cabe en un edificio que los madrileños ven cada día sin saber muy bien qué esconde: el Banco de España. Hasta ahora, visitar el Banco de España era posible solo a través de un programa de visitas guiadas muy restringido, destinado principalmente a centros educativos y culturales. Pero como señaló el gobernador del Banco, José Luis Escrivá, en el acto de presentación de este nuevo programa de visitas, «Puertas abiertas responde al compromiso del Banco de España con la transparencia y la voluntad de acercarse a la ciudadanía». De esta forma, la institución abre de forma estable y gratuita sus puertas y convierte su sede de Cibeles en un escenario visitable. No se trata de un museo al uso ni de una exposición temporal. El recorrido incluye espacios de trabajo reales, salas de representación y rincones casi legendarios que nunca habían estado al alcance del público. Es, en cierto modo, un viaje dentro de la historia económica, artística y arquitectónica del país. [caption id="attachment_325324" align="alignnone" width="1000"] Salón de cobradores[/caption] Diseñado por Eduardo de Adaro y Severiano Sainz de la Lastra, este inmueble se considera uno de los grandes referentes de la arquitectura ecléctica de finales del siglo XIX en nuestro país. Desde su inauguración en 1891 ha sido objeto de sucesivas ampliaciones, como la realizada entre 1927 y 1936 por José Yámoz Larrosa, que optó por la adopción del moderno lenguaje art déco en su interior, o la que lleva a cabo en 2006 Rafael Moneo, una intervención que añadió salas de reuniones y un salón de actos, respetando y realzando el edificio histórico. Así se llega al aspecto actual del Banco de España, resultado de una evolución arquitectónica coherente y respetuosa con la unidad estilística del conjunto. [caption id="attachment_325320" align="alignnone" width="1000"] Biblioteca[/caption] Bienvenidos El portón de hierro del Banco de España se abre con un crujido solemne y la sensación inmediata es la de estar entrando en un lugar que no es del todo real, un escenario donde el poder, el arte y la memoria se han entrelazado durante siglo y medio. Los grupos que visitan por primera vez este edificio avanzan despacio, porque cada detalle reclama atención: los mármoles que parecen resonar bajo los pasos, las molduras, la luz que se filtra desde arriba como si viniera de otra época... Pronto la escalera imperial se impone como un altar. El mármol brilla bajo los colores que proyectan las vidrieras de la Casa Mayer, y, de pronto, el visitante entiende que no está subiendo un simple tramo de escalones, sino ascendiendo por la fe decimonónica en el progreso. Todo aquí fue diseñado para que quien llegara sintiera que la nación, su dinero y su futuro estaban en buenas manos. [caption id="attachment_325321" align="alignnone" width="1000"] Patio de operaciones[/caption] [caption id="attachment_325325" align="alignnone" width="941"] Comedor pequeño[/caption] En lo alto, un giro inesperado conduce a la comitiva a un salón que podría estar en Granada, el de los cobradores. Restaurado recientemente, muestra arcos de herradura y yeserías que evocan a la Alhambra. La fantasía neoárabe de Adaro y Sainz de la Lastra cobra vida con la luz que se filtra desde arriba, porque justo encima late otro corazón del edificio, la biblioteca. Y es esa claridad cenital la que une dos mundos, el del dinero contado a mano en este salón y el del conocimiento que aguarda silencioso en las estanterías de hierro forjado. [caption id="attachment_325326" align="alignnone" width="724"] Escalera imperial[/caption] La biblioteca sorprende por su calma industrial. El hierro fundido en Mieres dibuja columnas que sostienen la estructura como si fuera un gran taller del saber. Entre estanterías y mesas se respira la solemnidad de un lugar que no necesitó nunca levantar la voz para recordar que el Banco de España también guardaba palabras, mapas y manuscritos, todo un archivo paralelo a los lingotes. [caption id="attachment_325322" align="alignnone" width="1000"] Sala Goya[/caption] 35 metros de profundidad Cuando el recorrido avanza hacia el Patio de Operaciones, la atmósfera cambia de golpe. El espacio abierto, de aires art déco, transporta a los años treinta. En el centro, un reloj monumental impone su ley, como si el tiempo aquí se midiera de otra forma, más estricta y más precisa. Sobre él, la vidriera de Maumejean inunda la sala de una luz que celebra el progreso humano, como si quisiera insuflar optimismo a quienes trabajaban bajo ella. Nadie lo diría, pero a 35 metros de profundidad descansa la célebre Cámara del Oro, una bóveda legendaria que ha alimentado más mitos que muchas novelas, guardiana de las reservas del Estado y de la imaginación colectiva. Los pasillos conducen hacia los salones nobles, donde la solemnidad se mezcla con el teatro del poder. El salón del Consejo aún conserva la huella de decisiones que marcaron la economía del país, y los comedores de gala parecen esperar a que un banquete histórico se reanude en cualquier momento. [caption id="attachment_325323" align="alignnone" width="1000"] Comedor de gala[/caption] Las paredes, mientras tanto, están habitadas por una galería de retratos que empieza con Goya y llega hasta Annie Leibovitz. Reyes solemnes, gobernadores de gesto adusto y, en los últimos años, las miradas de mujeres artistas que rompen la uniformidad de una tradición demasiado masculina. Porque entre estas paredes no solo se guardó oro ni se diseñaron políticas monetarias, el Banco de España custodia más de 4.000 obras, desde Sorolla a Carmen Laffón, de Mariano Salvador Maella a Isabel Quintanilla, de Francisco de Goya a Ignacio Zuloaga. Pinturas, esculturas, tapices, mesas, sillas y bancos, lámparas de cristal y apliques varios que convierten el recorrido en una visita inesperadamente museística y un mapa estético de siglos de historia. [caption id="attachment_325327" align="alignnone" width="1000"] Consejo de Gobierno[/caption] Al salir, la sensación es la de haber viajado en el tiempo, de haber caminado por un palacio donde el dinero y la belleza, lo industrial y lo solemne, lo íntimo y lo monumental conviven sin contradicciones. El Banco de España, que durante tanto tiempo pareció inaccesible, revela al abrir sus puertas que guarda, además de sus valiosas reservas, una historia compartida que ahora, al fin, puede recorrerse con los propios ojos.