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Y tú más: ¡Cafre!

Según el DRAE, un cafre es un habitante de la antigua colonia inglesa Cafrería, en Sudáfrica. Es también una persona bárbara y cruel. Y es un zafio y un rústico. ¿Con cuál nos quedamos? Pues con las tres, of course. ¿Pero en qué punto conectan un habitante de Cafrería con un bárbaro y un zafio? Pues sigan leyendo, que les va a gustar.

Cafre es una palabra que hemos heredado del portugués cáfer[e] y que este tomó a su vez del árabe kāfir. Para los musulmanes, un kāfir era un pagano, un infiel, un no musulmán, en resumen. Y se referían con ello fundamentalmente a los africanos que habitaban los países al sur del ecuador, esa África negra habitada por bantúes y zulúes que los árabes no lograron conquistar. Eran estos pueblos guerreros, indomables, por lo que no es extraño que se acabara relacionando todo lo bárbaro, salvaje y poco civilizado con los cafres, que es como se conocía a los habitantes de Cafrería, el nombre que se le daba a aquellos territorios, tal y como recogen los geógrafos en los siglos XVII y XVIII, también conocida por Cafrería Británica o British Kaffaria, y que hoy se sitúa en Sudáfrica.

Probablemente los árabes no dieran un sentido racista a la palabra kāfir en un primer momento y solo la usaran para describir a aquellos que no practicaban su religión. Pero llegaron los colonos europeos con sus ansias conquistadoras y su mala baba, y adoptaron la palabra dándole un uso peyorativo para denominar a aquellos a los que pretendían colonizar.

Cafre tiene un sentido despectivo desde hace mucho tiempo. De hecho, así lo recoge el Diccionario de Autoridades en 1729. Sin embargo, como podemos leer en elcastellano.org, en francés solo tiene significado étnico, mientras que en inglés tomó su significado negativo probablemente en el siglo XX. Quizá el apartheid tuviera algo que ver.

En la época colonial, los españoles y criollos llamaban ‘cafres’ a los esclavos negros, y pronto se utilizó para identificar con él a toda aquella persona alejada de lo que podría definirse como civilizado y culto. De hecho, en América –como en España-, con alguna diferencia de matices, se suele usar cafre para definir a individuos (e individuas) poco educadas, ignorantes, tontas, que puedan afectar a la tranquilidad de otros o que pueden incluso llegar a causar daños a terceros. En general, un cafre es un bruto. O una bruta, para ser políticamente correctos y correctas.

En México usan cafre para definir a ese automovilista que muestra una conducta macarra y agresiva al volante, que tiene más peligro que una piraña en un bidé cuando te lo cruzas por la carretera. En Cuba identifican con este término a alguien peligroso, que actúa de mala fe y de quien conviene alejarse. Quizá por eso, según algunas fuentes, se les llamara así a los revolucionarios cubanos por parte del gobierno de Batista. Y en Puerto Rico, según podemos leer en etimologias.dechile.net, se usa ‘cafre’ para definir despectivamente a habitantes de caseríos o personas escandalosas.

Ya veis, cafres para todos los gustos y colores… Pero cafres, al fin y al cabo.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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