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Y tú más: ¡Esquirol!

Reconócelo. Si nos quedamos solo con la fonética de la palabra, esquirol suena precioso. Pero, claro, su significado es tan feo que el idilio sonoro se nos va al garete y pesa más la letra pura y dura que su sonido.


Me divierte la definición que da la RAE de «esquirol»:

1. adj. Dicho de una persona: Que se presta a ocupar el puesto de un huelguista. U. t. c. s.
2. adj. despect. Dicho de un trabajador: Que no se adhiere a una huelga. U. t. c. s.

Al loro con la segunda acepción, que tiene guasa. Eso de distinguir «persona» de «trabajador» da que pensar, ¿no? Pero volvamos a lo que nos ocupa y no nos dispersemos.

Esquirol es una palabra tomada directamente del catalán y significa ni más ni menos que «ardilla». Su origen latino es sciurus. Su origen culto, hay que aclarar. Porque parece que es una evolución del diminutivo en latín vulgar scuriolus. Y se usó en aquel entonces para denominar al hombre pequeño que se mueve rápida y constantemente o al que se le consideraba insignificante. Así que podemos decir que ya desde el principio no parecía muy agradable que te llamaran ardilla, por muy simpático que te parezca el animalillo.

Si seguimos esta línea ecologista y zoológica, encontraremos teorías que tratan de explicar qué tiene que ver una ardilla con lo que entendemos hoy por esquirol. Según estas, una ardilla es un bichejo laborioso, incapaz de parar un momento. Y esto mismo se le podría aplicar al currante que rompe una huelga, no porque quiera hacer un feo a sus compañeros parados en señal de protesta, noooo, qué vaaaaaa… Es que él es así, trabajador, laborioso, ardillita… Que no lo puede evitar, vaya.

Como aspecto negativo de la ardilla: que también es voraz y destructiva, capaz de destrozar todo árbol que se le ponga por delante en ese afán devorador de zamparse toda bellota que encuentre a su paso. Y destructivo y voraz es también el rompehuelgas. Bueno, me parece una teoría un poco traída por los pelos, pero si es por acabar de una vez por todas con  Banner y Flappy, bienvenida sea.

Para ser más rigurosos –hasta la propia RAE así nos lo dice- esquirol es el gentilicio de los habitantes de un pueblo barcelonés próximo a Manlleu llamado L’Esquirol. Y aquí es donde dejamos la Lingüística y damos paso a la Historia.

Cuenta Ricardo Soca que en el siglo XIX existió en un pueblo catalán llamado Santa María de Corcó una posada que tenía como reclamo a una ardilla encerrada en una jaula. La ardilla se pasaba el día dale que te pego en la rueda giratoria que le habían metido allí para que jugara y eso, al parecer, hacía mucha gracia a los que por allí pasaban. Cómo sería de difícil la vida que lo más divertido del mundo en aquel entonces era ver cómo se ejercitaba una ardilla. La fama del bicho fue tal que la posada acabó siendo más conocida por L’Esquirol que por su propio nombre. Y contagió al pueblo donde se ubicaba, que ya en mapas del XIX aparece señalado como L’Esquirol y no como Santa María de Corcó.

Sigamos con la Historia. El XIX, como todos sabemos, es el siglo de la revolución industrial. Y Manlleu, el pueblo más cercano a L’Esquirol, empezaba a destacar por la creación de fábricas textiles.

Hasta 1855 los tejedores trabajaban desde sus casas y por encargo para estos empresarios, sin que tuvieran que acudir a ningún sitio específico ni cumplir con unos horarios para realizar su trabajo. A partir de ese año, las cosas cambian y se crean las primeras fábricas a las que se obliga a ir a trabajar a estos tejedores. Pero a estos no les hizo ninguna gracia y se negaron a ir. Y qué hicieron los empresarios. Pues buscaron en los pueblos de alrededor a otros curritos que quisieran sustituirles para continuar con la producción.

Parece ser que los que más acudieron a la llamada del Capital fueron los habitantes de L’Esquirol, cosa que cabreó muchísimo a los huelguistas. Y cuando se les preguntaba quiénes eran los rompehuelgas, con todo el desprecio del mundo contestaban que los «esquiroles».

La palabra caló con fuerza en el ambiente huelguista y ha llegado hasta nuestros días. Eso sí, por el camino se ha dejado el gentilicio para quedarse solo con lo que hoy es. ¿O acaso alguien se acuerda de la ardilla que hacía girar sin parar la rueda dentro de su jaula en una posada catalana?

Fuentes:
20 Minutos
Elcastellano.org
Etimologías de Chile

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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