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Y tú más: ¡Pendejo!

Las cosas del idioma: un pendejo español no es exactamente lo mismo que un pendejo latinoamericano. Y lo que en la lengua madre no es muy utilizado, en la lengua hija está muchísimo más extendido su uso. Amén de ser una grosería tremenda.

Pendejo procede de pectiniculus, que es un diminutivo latino de pecten, y así es como se llamaba a los vellos púbicos. Ya en la antigüedad se consideraba una grosería usarla.
En el castellano de España, un pendejo es un «hombre cobarde y pusilánime, vago y amigo de chanchullos», en versión de Pancracio Celdrán. Sería un sinónimo de peneque, que en la antigua lengua leonesa equivaldría a «tambaleante». Por esta razón, un pendejo y un peneque se asocian a la imagen del borracho dando tumbos por las calles.
Nos sugiere Celdrán también que, en femenino, una pendeja es un sinónimo de puta. El DRAE no lo expresa así, pero una de las definiciones que da es la de «de vida irregular y desordenada». Nos deja a nuestra elección identificar a estas féminas con las meretrices. Ellos no llegan a tanto.
Pero viajemos a Hispanoamérica, porque allí la polisemia de pendejo es mucho más rica.
En líneas generales, con mayor o menor intensidad según el país, un pendejo es un torpe, un tonto. Pero un tonto en grado sumo. ¿Cómo pasa una palabra de identificar al vello púbico a describir a un débil mental? La mexicana Margarita Espinosa Meneses, catedrática del departamento de Letras del ITESM Campus Estado de México, tiene una teoría al respecto: «… si partimos de su denotación primaria tenemos que un vello púbico resulta una cosa insignificante, pero al mismo tiempo nos remite a lo obsceno, lo sexual, lo escatológico, así decirle a alguien que era un pendejo resultaba rebajarlo a la importancia de un vello púbico (confróntese con expresiones como «eres una mierda»), con la serie de connotaciones que conlleva».
En México y El Salvador, esta palabra es una grosería muy fuerte, la forma más despectiva e hiriente de llamarte estúpido. Salvo que te lo digan de colegueo, que equivaldría al «qué cabron» que te dice tu amigo por estas tierras ibéricas cuando sabe que te has ligado a la de marketing.
En Argentina y Uruguay, según el DRAE, significa muchacho, adolescente. Y en Perú se conserva también ese significado, pero un poco más despectivo. Con ello se estarían refiriendo al chaval que se cree más adulto de lo que es. Y al juguetón y travieso. O al espabilado que siempre busca la manera de sacar provecho de otros.
En Costa Rica, sin embargo, pendejo es miedoso, cobarde. Y en Venezuela usan la expresión «te pasó por pendejo» para referirse a aquel que ha salido escaldado y pringado por meterse donde no debía.
Visto lo visto, no es de extrañar las situaciones embarazosas que se pueden producir si un peruano le dice a una mexicana que le encanta la cara de pendeja que tiene. O si un costarricense le cuenta a su amigo salvadoreño que su padre es un pendejo.
Ante la duda, mejor quedarnos con que llamárselo a alguien puede no resultar muy buena idea.
Fuentes:
Etimologías de ChileRazón y PalabraDichosyrefranes.net, ‘El gran libro de los insultos’, de Pancracio Celdrán

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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