El complejo del blanco salvador es aquello que experimentan algunos voluntarios y cooperantes europeos cuando viajan a África para participar en algún proyecto solidario, y que sienten que están contribuyendo de alguna forma a cambiar o salvar el planeta. Con el auge de las redes sociales, se han multiplicado los selfies de blanquitos rodeados de niños negros monísimos que, de paso, pueden reportar unos cuantos me gusta en Instagram.
El pasado mes de noviembre en Noruega han dicho hasta aquí hemos llegado. El Norwegian Students’ and Academics’ International Assistance Fund (SAIH), a través del proyecto Radi-Aid, que intenta luchar contra los estereotipos en acciones humanitarias y de desarrollo global, ha lanzado una campaña de concienciación fotográfica.
Se busca que los jóvenes voluntarios controlen el impulso de retratar cada momento de su viaje para compartirlo en Facebook e Instagram. La alternativa es que piensen en el impacto que sus imágenes pueden tener a la hora de reproducir tópicos, que pueden resultar hirientes para la dignidad humana.
«Un simple selfie con un niño africano, por ejemplo, puede perpetuar la idea de que solo Occidente salva, cura o interviene a favor de estas personas, como salvadores del planeta», explica Beathe Ogard, presidenta de SAIH. Para esta mujer, estos niños son retratados como si hubiesen sido abandonados y merecen ser compadecidos, mientras que el voluntario se convierte en una especie de superhéroe que los salva de la miseria.
La reflexión no es gratuita y llega en un momento oportuno. Hace poco el titular de un periódico de tirada nacional sobre la reciente visita de la reina Leticia a Senegal encendía un debate en las redes sociales. «Una reina entre pedacitos de madera: es así, con este titular, que se deshumaniza a seres humanos», escribía en su Facebook la fotógrafa Angélica Dass hace unos días. «No puedo entender que en 2017 describimos a seres humanos así. (…) Es irresponsable perpetuar este tipo de lenguaje», añadía Dass.
Los noruegos han ido mucho más allá y han creado un vídeo para concienciar a los más jóvenes del absurdo de un patrón fotográfico compulsivo e irresponsable. En el dibujo animado se ve a una joven en busca de likes que viaja a África para realizar selfies de mal gusto en hospitales y escuelas, decorados con decenas de hashtags de tendencia. El lema del vídeo es #nostereotypes; los estereotipos hacen daño a la dignidad.
Paralelamente, se ha creado una cuenta en Instagram llamada Barbie Savior (Barbie Salvadora), con un contenido irónico. En las imágenes se ven muñecas en situaciones absurdas, acompañadas de textos satíricos.
Esta cuenta de Instagram usa la muñeca de Mattel y varios recursos del Photoshop para mostrar situaciones muchas veces ridículas en la que estos voluntarios incurren con tanto de conseguir una instantánea que triunfe en sus redes sociales.
Esta organización noruega espera paliar los comportamientos poco delicados o incluso errados, que se acaban traduciendo en imágenes que dan la vuelta al mundo en pocos segundos. El consejo es que los voluntarios eviten fotos en las que regalan dulces a los niños africanos, porque equivale a hacer promesas que no pueden cumplir. Según la guía elaborada, también deberían evitarse las fotos de niños jugando, ya que es una intromisión en su privacidad que en algunos países europeos está incluso penada con multas. «Si no se hace en nuestros países, ¿por qué se pueden permitir en África?», se preguntan.
Finalmente, la guía invita a evitar las fotos de niños enfermos en los hospitales porque son consideradas una falta total de respecto hacia el paciente y porque hieren todos los códigos de ética y de sentido común. Y recuerda que habría que pedir siempre permiso a las personas antes de hacer una foto y ofrecer detalles concretos para contextualizar cada situación.
«El problema no es querer retratar la pobreza a través de la fotografía, pero es preciso hacer algo diferente, que muestre que la comunidad local no es pasiva o sumisa, que hay razones y responsables por aquella situación», señala la guía.