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Cinco cosas con las que los hombres creen que impresionan a las mujeres, pero como que no


Entender al sexo opuesto siempre ha sido y será una dura, larga y difícil tarea. Pese a estar programados para estar juntos, las mujeres y los hombres vivimos en universos distintos, por eso es difícil ponerse en el lugar del otro y comprenderlo, salvo aquellos privilegiados y privilegiadas que poseen el don de dominar el arte del cortejo. Pese a todo, afortunadamente, el ser humano ha conseguido perpetuar la especie generación tras generación, aunque todo sería más fácil si individuos de cada sexo tuvieran en cuenta una pequeña lista de recomendaciones a la hora de impresionar al sexo opuesto.

Surgida del consenso entre varias mujeres, he aquí una lista de indicaciones a tener en cuenta por parte de los hombres que, aun siendo todo un clásico al tiempo que obvias y de sentido común, a veces caen el olvido.

Demostraciones de fuerza

Hace miles de años que el ser humano dejó las cavernas para convertirse en lo que es hoy gracias al desarrollo y empleo de su órgano rey: el cerebro. Aun así, el lado más primitivo de todo hombre sale a la luz cuando de cortejar a una dama se trata, e intenta por todos los medios demostrar ser el macho alfa, el líder de la manada, y para ello, hace alarde de su fuerza bruta: peleas (amistosas y no tan amistosas), levantamiento de objetos pesados sin ningún motivo práctico aparente, romper objetos, pegar golpes y salvajadas de toda índole. No, queridos. Así no. Demostrad ser unos seres inteligentes ante todo, que la fuerza bruta no os llevará por buen camino. Las mujeres normales buscamos más que eso.

La barba de tres días

Seamos sinceros, la barba de tres días solo le queda bien a unos pocos. Lejos de daros un aspecto sexy y desenfadado con el que cualquier mujer se derretiría con solo veros, por lo general, esa cara que Dios sabe cuándo entró en contacto por última vez con la cuchilla de afeitar te hace parecer un mendigo. Y lo digo con cariño, no se me vaya a tomar mal. Pero llevar barba de tres días y no parecer un indigente es un privilegio de unos pocos; digamos que una buena planta es fundamental, lo que viene siendo el estilo y el porte, vaya.
Más allá de por cuestiones estéticas, la barba de tres días no nos gusta por temas prácticos: comerse los morros con alguien sin afeitar es algo así como frotarse la cara con la lija del 8 y lamentar las raspaduras y rojeces durante una semana. Sí, pueden quedar marcas. Cierto es también que muchas veces merece la pena tal sacrificio, que tampoco hay que ser tan quisquillosa.

Los piropos groseros

Tirando del hilo, parece mentira que tras miles de años de evolución, algunos hombres sigan pensando que con un “rubia, que no te engaño, yo tengo chorizo pa’ to’l año” o “¡ese culo, que no pase hambre!” y similares caeremos rendidas a vuestros pies. Quiero creer, y espero que sea así, que lo hacéis a modo de juego entre amigotes y no con fines puramente reproductivos, porque, lo digo de verdad, no hay palabras que describan lo tremendamente estúpido que es ese comportamiento.

Hipertrofia muscular

Sabemos que no solo vais al gimnasio para mantener la línea, estar a gusto con vosotros mismos y tener a raya a la competencia, sino también para volver locas a las mujeres con vuestros bíceps y pectorales perfectamente esculpidos y dignos del mismísimo Fidias. Bien hecho, conocéis el camino. El problema es que a veces os pasáis, perdéis la noción de la realidad e, inflados de esteroides y mierda de todo tipo que os matará de un paro cardíaco antes de los 45, hacéis alarde de vuestra enorme musculatura, que más que atractiva o sexy, da miedo. Pensad que es lo mismo con las mujeres y la delgadez: un poco es bonito; demasiado, da repelús.

Derrapes, acelerones y conducción psicótica

Pasar por delante de un grupo de chicas presumiendo de vuestra habilidad al volante mientras ponéis en riesgo la integridad física de los viandantes, pegar acelerones a la salidas de los semáforos, conducir como un psicópata por la ciudad mientras lleváis a la chica que os mola de copiloto… ¿De verdad creéis que las mujeres normales se sentirían atraídas por alguien que maneja el coche como un desquiciado? ¿Qué pretendéis? ¿Sabéis que lo primero que se nos pasa por la cabeza ante tales demostraciones es cuestionar vuestra inteligencia y vuestro equilibrio mental?


Por enésima vez: el tamaño NO importa

Aunque recientes estudios demuestren lo contrario, esto es así y punto. Alardear de la magnitud de vuestro miembro viril carece de sentido cuando lo realmente importante es el arte con el que se emplea el instrumento. ¿De qué os sirve presumir de una enormidad si no sabéis dar placer a las mujeres? Hay microcositas que pueden llevarnos al cielo o, incluso, la ausencia total de ellas. Estamos hartas de oír comentarios del tipo de: «no me extraña que nunca le falte novia, tiene un rabo enorme» o «tú lo que necesitas es un instrumento bien grande». Es de vital importancia superar esa visión falocentrista del sexo para poder evolucionar como personas y sujetos sexuales.

Noemí Rivera es la culpable de Noemirivera.com

Imágenes de In Bloom (CC, Flickr), Xavier Miserachs, “El piropo”.

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