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Jonas Lund: el artista que usa el ‘blockchain’ para vacilar al mercado del arte

El artista Jonas Lund sueña con que su arte cobre autonomía para poder perderse en Ibiza. Suena irónico, quizá lo sea. O no. Este sueco hace funambulismo entre la crítica, el juego, la tecnología y la autopromoción. Sus malabares van contra la estructura de poder del arte contemporáneo, que es una representación a pequeña escala del poder político y económico.

Su planteamiento va en contra de esas jerarquías pero, antes que nada, las analiza, las comprende y las seduce. Lund contó su propuesta artística en la sesión de tres conferencias Arte y blockchain celebrada en el Espacio Fundación Telefónica y organizada por Onkaos.

El artista creó una unidad monetaria virtual: los Jonas Lund Tokens. La pasada primavera acuñó (perdón: verbo desfasado) 100.000 unidades de crypto-tokens. Los portadores de estas monedas tienen el derecho a participar en decisiones de su proceso creativo. La autoría y la titularidad, de pronto, empiezan a disgregarse.

«Son acciones de mi desempeño artístico. Un token equivale a un voto», contó. «Yo lanzo las propuestas y ellos deciden, pero si tienes 1.000 tokens ya puedes hacer propuestas».

JLT 1711, 2018, CNC & engraved acrylic, 111.8 × 165.1 × 1.3 cm
JLT 1106, 2018, CNC & engraved acrylic, 161.3 × 161.3 × 1.3 cm

Es una contradicción o un nivel extremo de sarcasmo —repetimos: en Lund, la crítica al poder y el contagio del poder se funden—. Con su sistema de votos deja al desnudo la trampa de los sistemas democráticos. Un ciudadano es igual a un voto y la capacidad de decisión está limitada a las opciones que dispensa el poder. Pero un ciudadano adinerado y bien posicionado vota por un lado y, por otro, modifica las estructuras a su favor.

En una de sus obras, incluyó dispositivos GPS para detectar en todo momento la ubicación de las piezas. Es decir, metió una sonda en el organismo del mercado artístico. Los llamó «caballos de Troya».

También pintó cuadros cuyo único contenido, además de unos estampados sencillos, eran las condiciones de venta. Entiéndase: el único mensaje de la obra era su rol en el mercado. Uno decía que solo se podía vender a determinados coleccionistas, otro se adquiriría siempre que se compraran otras dos obras y otro solo podía entregarse a «un ganador de los Globos de Oro».

Fuente: https://jonaslund.biz

¿Blockchain?

La iniciativa de los tokens de Lund es una aplicación artística del blockchain. Pero hay un arte más complejo que todavía está por inventar. A saber: cómo explicar de forma sencilla, accesible y satisfactoria qué diantres es el blockchain.

Se trata, como explica Javier Pastor en Xataka, de una cadena de bloques que se retroalimentan y vigilan entre sí para asegurar la transparencia y el rigor de los intercambios de datos. En su aplicación financiera, es como si miles de inspectores virtuales independientes vigilaran cada transacción.

Cada operación debe ser validada por cada uno de esos agentes. Con que uno solo la considere errónea, el movimiento se bloquea. Supuestamente garantiza la trazabilidad del dinero. Por citar un caso: ahora hay quien afirma que su dinero de Suiza procede de la venta de arte y no de cobros de comisiones ilícitas. El blockchain eliminaría esa incertidumbre porque dispondría del via crucis de la pasta.

Jonas Lund utiliza esta tecnología como herramienta para desnudar la verticalidad del mercado del arte. No obstante, tiene otras aplicaciones artísticas menos filosóficas. Robert Norton, CEO y fundador de Verisart, emplea el blockchain como método para certificar la autenticidad de las obras de arte.

«El FBI informó de que el 10% del mercado del arte es fraudulento», señaló. La confianza es clave a la hora de vender y comprar obras de arte. Su empresa trabaja con Ebay para certificar artículos de coleccionismo. Norton asegura que a las 24 horas del lanzamiento de una pieza, las falsificaciones se multiplican. El blockchain aporta la seguridad que los certificados papel (potencialmente falsificable) no pueden proveer.

Foto: Shutterstock

Sin embargo, en la gran mayoría de los casos, los autores no están accesibles (o vivos) como para dar ese primer marchamo de autenticidad que permita que la información que se introduzca en el blockchain no esté envenenada desde el principio. Hace falta un puente entre el mundo físico y el virtual.

Nicholas Eastaugh, fundador de Art Analysis & Research, es uno de esos puentes. «Nosotros deconstruimos la obra para saber qué es», relató. Mediante la investigación llegan a decenas de aspectos mensurables que marcarán, o no, la autenticidad de una obra: paleta, uso del pincel, materiales y estructura de los materiales…

Llegó a su empresa un cuadro de Kandinski sobre el que había dudas. Mediante la tecnología escudriñaron a través de la pintura y encontraron un boceto ajeno al cuadro visible. Después, descubrieron que un dibujo semejante se encontraba en uno de los cuadernos del autor y aseguraron su autenticidad.

Estas dos aplicaciones pertenecen más al mercado financiero que al del arte. Se trata, básicamente, de comprobar que no te han colado un billete falso.

Lund toma esa pretensión y la estira hasta el extremo, tal vez para satirizar con ese momento en que el valor moneda del objeto artístico devora sus capacidades expresivas, sensoriales y filosóficas.

Para Lund el blockchain puede ser también un arma social y abrir la puerta a otras formas más complejas y coherentes de democracia. «Quizás se pueda aprovechar para tomar decisiones democráticas que deberían consensuarse a nivel mundial, como las relativas al cambio climático».

Por Esteban Ordóñez Chillarón

Periodista en 'Yorokobu', 'CTXT', 'Ling' y 'Altaïr', entre otros. Caricaturista literario, cronista judicial. Le gustaría escribir como la sien derecha de Ignacio Aldecoa.

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