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El origen de los dichos: la Fiera Corrupia

Puede sonar a chiste. Pero seguro que cuando has visto a tu jefe ponerse así por un error de nada en el informe anual, gracia, lo que se dice gracia, no te ha hecho.

Pues esa es la intención cuando describimos a alguien como Fiera Corrupia, que es un grado más que fiera, porque al cabreo se le añade la deformidad que provoca en el rostro la ira.

Una Fiera Corrupia es un tipo de animal mitológico de aspecto horrible, deforme y amenazador. Hoy nos daría risa, mucho más estando tan acostumbrados a la visión de bichejos tipo Alien. Pero entre los siglos XVIII y XIX pensar e imaginar una de estas bestias debía dar terror.

Se popularizaron gracias a los romances de ciego y la literatura de cordel, esos pliegos atados por una cuerdecita o una caña que se vendían al público contando fábulas, leyendas o acontecimientos de la época narrados por los ciegos que iban de un pueblo a otro ganándose la vida como juglares.

Uno de sus temas favoritos eran este tipo de bestias apocalípticas cuyas andanzas atemorizaban al público y que a este le encantaba escuchar. La más conocida fue la Fiera Corrupia.

Según José María Iribarren en El porqué de los dichos, «La Corrupia -según las aleluyas y romances de la época- tenía cabeza de toro (con cuernos gachos, descomunales) y cuerpo de lagarto, lleno de escamas. Sus uñas eran como ganchos de romana (de balanza romana), y para su exterminio fue necesaria la intervención de todo un regimiento de infantería de línea».

Diego Dacal bajo licencia CC

Esta era una de las descripciones más conocidas. Pero según la versión de cada narrador y el lugar donde se cantara el romance, el animalillo tenía aspectos diferentes, aunque igual de temibles.

La cuestión es que, según Pío Baroja en su obra Vitrina pintoresca (1935), la Fiera Corrupia está inspirada en la Bestia del Apocalipsis y con el tiempo fue perdiendo su origen bíblico.

La Corrupia tomaba distintos nombres en función de la provincia donde se narraran sus hazañas. En Navarra, por ejemplo, era conocida como la Fiera Alzupurriaia. Y en otros lugares, como la Fiera Malvada.

El blog El Agitador habla de un romance desmitificador e irónico escrito por el poeta Alberto Casañal en 1909 al que tituló La fiera Zurrupia y cuya acción situó en los alrededores de Calatayud.

Y un último nombre más: Currupia, tal y como nos cuenta en su blog, Celtibético, Francisco Javier Domínguez, pero esta vez identificando a una bruja vieja y gruñona.

La pintemos como la pintemos, queda claro que alguien calificado como Fiera Corrupia se presenta ante ti con un cabreo de impresión y más amenazador que Hacienda con tu declaración de la renta en la mano. Para salir pitando, vamos. Y eso, queridos, sí que da miedito.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

2 respuestas a «El origen de los dichos: la Fiera Corrupia»

Murmuran por ahí, que el congreso de los diputados se ha convertido en el infierno mismo, lleno de seres mitológicos y fieras corrupias. Lleno de hidras y tritones y sin ningún Titán. Han colocado un poste para quemados y empiezan los aquelarres ha hervir. Piden la hoguera del sacrílego y encabeza la cruzada un bastardo de la muerte a sangre fría apoyado por neonatos dioses de las flautas y las trenzas a lo rafta. Todos ellos escoltados por títeres de dos caras, bufones de corte y los despiadados cuatro jinetes de la apocalipsis. Estos seres con cabezas humanas pero con lenguas bífidas y de garras afiladas están al acecho, relamiendo sus bocas porque huelen a carne pasada al fuego y babosean a la espera de subirse a un trono que jamás les perteneció, pues Satán solo hay uno y sus soldados jamás podrán arrebatarle su corona. Aprendices de lo perverso con semblante apacible, escupen fuego por sus bocas y llevan veneno en su sangre. No hay santuario mejor para que la ira de Dios aparezca. Fantasmas de hoy, fieras de ayer, malvados del futuro tenéis las horas contadas, pues todos estos personajes pertenecen a la fabulación. Cuando la realidad os alcance volveréis a tocar la flauta en el lugar de donde vinisteis. Pues el origen está en la calle.

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