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¡Hola, soy tu menopausia y ya no vengo a joderte la vida!

Hace unos cuantos años, se hizo famoso un anuncio de compresas donde una mujer vestida de rojo saludaba a una adolescente con un «¡Hola, soy tu menstruación!». El spot, de alguna manera, como otros de la época, rompía a través del humor el tabú de la regla hablando directamente de ella.

Y aunque hemos avanzado al respecto en estos años (ya, por fin, las compresas en publicidad aparecen manchadas de rojo y no de azul para demostrar su eficacia), ahora toca romper otro tabú sobre la naturaleza de la mujer: la menopausia.

La importancia de hablar (y reírse) de la menopausia

Afortunadamente, cada vez son más las mujeres en redes sociales, pódcast, espectáculos, entrevistas, etc., que hablan sin tapujos de lo que les está pasando. Abundan los monólogos de humor interpretados por mujeres que se ríen de los sofocos y de esta mala hosssstia (dígase arrastrando las dos palabras en tono amenazador) que se nos pone a las féminas al entrar en el climaterio.

Kaitin Allende, periodista y monologuista vasca, lo hace en su espectáculo KILIMAterioa, junto a las bertsolaris Oihane Perea, Irati Anda, Iratxe Ibarra, Nerea Elustondo. Y antes, con el monólogo Del clímax al climaterio, y vuelta. En su opinión, gracias al humor se consigue «romper tabúes, y llevarlo todo a la naturalidad. Cuando escuchan lo que contamos en el espectáculo, mujeres y hombres aceptan que es algo natural —explica—. Nosotras no lo edulcoramos, lo decimos tal cual. Nos reímos de nuestras situaciones».

En esa línea funciona también el pódcast de Ana Hernando y Gema Martín, Menopáusicas perdidas. Ellas se lanzaron a hablar de la menopausia porque se dieron cuenta de que no sabían prácticamente nada al respecto. «Nunca habíamos oído hablar de la perimenopausia y no sabíamos que hay más de 60 síntomas relacionados con la caída de estrógenos —explica Ana Hernando—. ¡Nunca nadie nos había hablado sobre ello! De la sorpresa pasamos a la indignación, y decidimos crear la cuenta de Instagram para dar visibilidad al tema con humor. Hoy somos una comunidad de más de 20.000 mujeres que se entienden, se apoyan e intentan encontrarle a todo esto el lado divertido. Aunque lamentablemente no siempre lo tiene».

¿Qué es la menopausia y cuándo empieza?

De por sí, resulta difícil definir qué es y cuándo comienza la menopausia. Ann Voda la define como «el cese permanente de la menstruación como resultado de que la actividad folicular del ovario ha cumplido su ciclo», en palabras de Anna Freixas, autora de Nuestra menopausia. Una historia no oficial (Capitán Swing, 2024).

Si embargo, Mireia Grossmann, fisioterapeuta, fisiosexóloga y osteópata especializada en suelo pélvico, autora del libro Menopausia. No hay reglas (Larousse, 2023), tiene otra opinión. «Conceptualmente, es cuando entramos en el periodo de vida no fértil. Menopausia es el nombre de la última menstruación. No es un periodo, aunque todos hablamos de eso. Igual que a la primera menstruación se la llama menarquia, la última que tuviste, y después de un año entero sin regla, se llama menopausia y está en el contexto del climaterio. Si nos ponemos puristas, somos mujeres climatéricas».

El estigma y la mala fama del climaterio

En cualquier caso, lo que es cierto es nos referimos con ello a la etapa no fértil de la vida de la mujer, que lleva asociados otros signos (que no síntomas, porque de ningún modo es una enfermedad) como los sofocos, la sequedad vaginal y de la piel, una mayor irritabilidad, insomnio y cambios de humor, grosso modo. Y eso lo interpreta la cultura y sociedad occidental como un descacharre, un ‘no funciona correctamente’ que estigmatiza a la población femenina cuando llega a esa etapa.

«La menopausia, como proceso vital, ha sido estigmatizada por género y por edadismo», escribe Freixas. Los mensajes que se nos lanzan a las mujeres sobre esta etapa son tan apocalípticos que entramos en la menopausia con pánico hacia lo que, nos han contado, estamos abocadas: «Invisibilidad social, sexual, relacional, siempre acompañada de una sutil pérdida de valor y reconocimiento en otros ámbitos culturales, intelectuales e incluso profesionales. El temido “principio del fin”, ideado para comernos la moral y abocarnos a la insignificancia».

¿A qué se debe esa mala fama de la menopausia? Grossmann cree que una de las razones es porque lleva implícito un mensaje de vejez que no gusta, algo en lo que coincide también Anna Freixas. Para la escritora feminista, esa exclusión por edad está muy enraizada en nuestra cultura por el mandato de la belleza y la juventud. Por eso, mientras los hombres maduran, las mujeres envejecen, «un ejemplo del edadismo sexista que ha conseguido que se asocie indefectiblemente la menopausia con el envejecer». Tampoco ayuda el hecho de que se haya silenciado durante tantísimo tiempo esta fase biológica. Un tabú que no interesa, para qué vamos a hablar de cosas feas y tristes.

Ni siquiera la ciencia se ha preocupado mucho de estudiar a fondo el climaterio. Alrededor de él, incluso en el ámbito médico y científico, flota un desinterés y falta de información responsables de que se trasmita con toda naturalidad el mensaje de que la menopausia es una enfermedad que conlleva no atender a la salud integral de las mujeres en esta etapa. Estás menopáusica, ese es tu diagnóstico, para qué averiguar nada más.

Esa, según Ana Hernando, es la peor manera de abordar la menopausia. «Lamentablemente, la que muchísimas de nosotras nos encontramos cuando vamos al ginecólogo buscando soluciones y nos dicen que “es lo que hay”. Hemos recibido cientos de mensajes de mujeres a las que les ha pasado exactamente eso, cuando SÍ hay soluciones que funcionan, como la terapia hormonal sustitutiva, con la que millones de mujeres en todo el mundo han recuperado el control de sus vidas».

Esto es algo a lo que están poniendo solución fuera de España. «En otros países como Reino Unido, Nueva Zelanda y Australia, las empresas y sector público se han involucrado muchísimo para ofrecer mejoras en la calidad de vida de las mujeres en esta etapa, pero aquí lamentablemente todavía nos quedan unos años para que se pongan al día», comenta Hernando.

Y aporta una posible solución para paliarlo en nuestro país: «Creemos que es muy importante que se incluya en el currículo educativo. ¿Qué es más importante, que conozcamos el nombre de todos los reyes godos, o los síntomas que pueden estar afectando a nuestras madres, a la maestra que está abanicándose en clase, y algún día a nosotras o a nuestras parejas?».

Los signos de la menopausia son solo una cuestión cultural

Todo ese pack de signos asociados a la menopausia tiene más de cultural que de real. Como coinciden Grossmann y Freixas, no hay un síndrome menopáusico universal, sino tantas menopausias como mujeres existen. En culturas y sociedades donde la menopausia eleva a la mujer a un estatus social superior, se aprecia una disminución (si no eliminación) de estos signos. Y no es algo baladí porque eso afecta, y mucho, a la vivencia que se tiene de ella: si tu cultura te trasmite que lo vas a pasar mal, que te haces vieja, que ya no eres ni atractiva ni bella, cómo no te va a asustar llegar ahí.

No son cambios hormonales, es una metamorfosis

Sin embargo, las tornas están cambiando gracias a esas voces, cada vez más y desde todos los tonos posibles, que se niegan a admitir, por su propia vivencia, que nuestra validez como mujeres termina con la última menstruación. «A mí me gusta llamar a la menopausia ‘máquina de la verdad’, porque pone encima de la mesa cosas que ya deberían irse renovando, revisando, cuestionando», afirma Mireia Grossman.

Para Kaitin Allende, «La menopausia es un ciclo en el que la mujer descubre qué es lo que quiere y lo que no quiere, lo que desea o lo que no desea. Es una etapa en la que te empoderas, aprendes de tu cuerpo y de tu mente, dejas que fluya todo, respiras y lloras». Y por eso mismo, por ese renacer en el que dejamos bien claro que ya no tenemos el chichi para farolillos, que ahora sí sabemos lo que queremos de verdad y lo vamos a buscar, en el que nos ha llegado la hora, ¡por fin!, de cuidarnos a nosotras mismas y no poner toda la energía, como hasta ese momento, en cuidar de los demás, molesta en el entorno social, familiar, laboral, etc., y mucho.

«Somos molestas, porque queremos cambios; somos incómodas, porque revolucionamos el entorno y la pareja; somos peligrosas, porque nos contenemos menos; somos intimidantes, porque ya no negociamos; somos cambiantes, porque seguimos siendo mujeres…Somos todo eso, sí, estamos de acuerdo. Somos mujeres sabias. En esta fase de la vida, querida, tonterías, las mínimas», escribe con rotundidad Grossman en la introducción de su libro.

Somos el mercado; amiga, date cuenta

Pero si nos sentimos plenas a pesar de no menstruar, de contar las arrugas en el espejo, de los sofocos y los kilos de más que nos vienen de regalo…, ¿por qué el mensaje que recibimos es tan negativo? Muchas de ellas coinciden en lo mismo: porque somos un mercado muy apetitoso.

«Las mujeres de 50, normalmente, tienen cierto nivel económico, y como quieren estar divinas de la muerte, invierten lo que sea para recuperar las patitas que perdieron. Y el mensaje es que somos muy dependientes: necesitamos hormonas, necesitamos compresas, necesitamos dientes nuevos, refuerzos de calcio… Necesitamos un montón de cosas para estar on fire, como siempre. Y esto huele a chamusquina», entiende Grossman.

E incide aún más Anna Freixas: «El negocio es el negocio y la industria menopáusica juega con el miedo de las mujeres al abandono, a la exclusión y a la pérdida del atractivo, perfectamente diseñado por este holding del principio del fin. De manera que, en lugar de hacer hincapié en las ventajas que a partir de esta transición podemos empezar a disfrutar, anuncian a bombo y platillo las indefectibles desgracias que nos aguardan si no somos buenas y nos sometemos a todo tipo de tratamientos que nos enferman y arruinan. Todo ello nos lleva, con razón, a sentir un pánico que se manifiesta tanto en el mundo laboral —con la amenaza de ser trasladada a lugares de menor o nula visibilidad— como en el afectivo —con el miedo a la falta de aguardan si no somos buenas y nos sometemos a todo tipo de tratamientos que nos enferman y arruinan».

¡Hola, soy tu menopausia! ¡Disfrútame!

Esto, sin embargo, no está reñido con buscar ayuda médica si los signos de la menopausia se hacen insoportables para quien los sufre. «Sí, la menopausia suele causar síntomas como cambios de humor, irritabilidad, ansiedad y depresión. Sí, tendemos a engordar, lo cual no quiere decir que dejemos de ser atractivas. Y sí, a menudo se nos quitan las ganas de follar. Pero estos síntomas de la menopausia tienen solución, por eso es tan importante que se hable sobre ello y que las mujeres que lo necesitan sepan cómo buscar ayuda. Esto es lo verdaderamente importante», opina Ana Hernando.

«Que se rían de nosotras nos da igual. Lo que no nos da igual es que no exista un protocolo médico riguroso al alcance de todas las mujeres que lo necesitan».

Por eso es importante hablar de ello, porque la información es fundamental para entender qué nos pasa y qué les pasa a nuestras parejas. Y por eso también resulta tan liberador y tan fortalecedor reírse de los signos, tomárselo con humor y hacerlo desde la fuerza que otorga el grupo cuando varias mujeres hablan de lo que les está ocurriendo.

«Los referentes son muy importantes —opina Ana Hernando—. Tener un grupo de amigas con las que desahogarse, hablar sobre ello en casa, para que sepan exactamente lo que te está pasando, exigir a tu ginecólogo que te dé soluciones y, por supuesto, intentar tomártelo con humor. Pero somos humanas, así que, si te vence el cabreo y necesitas pegar cuatro gritos, hazlo. Si necesitas llorar, hazlo. Si tienes que parar una reunión para despelotarle, hazlo».

Después, que el mundo le ponga etiqueta a eso, que lo llame feminismo (que lo hay) o sororidad (que también, y mucha).

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

Una respuesta a «¡Hola, soy tu menopausia y ya no vengo a joderte la vida!»

Gracias por el artículo, aunque me hubiera gustado algo más inclusivo, pues existen cuerpos menstruantes que no se identifican como mujer u hombre. Existen cuerpos que mesntrúan y no entran dentro del binarismo hombre-mujer y no se hormonan para suprimir la regla. Me hubiera gustado verme más reflejade e incluide. Un saludo.

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